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Transformando la Conciencia en Acción



Maria Pinar Merino Martin

23/04/2021

Desde hace ya tres décadas se vienen publicando informes sobre la situación de la Tierra desde todos los ámbitos, abarcando la dimensión ecológica y medioambiental pero también los distintos problemas sociales que se vienen produciendo debido a los modelos de desarrollo, producción y explotación que seguimos sobre todo en lo que se ha dado en llamar el primer mundo. En esos informes se hacen reiterados llamamientos a nuestras conciencias dando cifras, datos, estadísticas, prospectivas de futuro si no se toman medidas para corregir las consecuencias catastróficas que se van dejando notar cada día. Un ejemplo de ello son los miles de millones de dólares y euros que se destinan a gastos de armamento.



Photo by Sushobhan Badhai on Unsplash
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Cuantas cosas se podrían remediar si la asignación de los presupuestos y las medidas que se toman tuvieran como centro el bienestar del ser humano, de las especies animales y vegetales que pueblan nuestro planeta y se cuidaran los bienes comunes no solo para nuestro beneficio sino pensando en las generaciones futuras.   
 
Es importante que esa toma de conciencia germine en las personas para que cada uno se haga responsable y se implique en el devenir de los acontecimientos, nadie puede hacer nada por nadie, es preciso avanzar en la autogestión. No estamos globalizados, lo que estamos consiguiendo es que la brecha entre los países ricos y los pobres se haga más grande y se incrementen las diferencias. Constatamos, sin hacer nada, que un 20 por ciento de los habitantes del planeta acaparan prácticamente todos los recursos y que el 80 por ciento restante carece de lo más imprescindible para vivir.
 
Nuestro planeta es un ser vivo, que mantiene a todas sus especies en una constante interacción e interdependencia. A partir de 2002 comenzó a popularizarse el término Gaia, Madre Tierra o Pachamama como la llaman los pueblos indígenas de américa latina. Para estas comunidades la Tierra es una entidad viva que se autorregula… Sin embargo, en las últimas décadas la acción de los seres humanos ha provocado graves crisis que afectan al mundo físico, a lo biológico y a lo ambiental.  
 
Si continuamos así en 20 ó 30 años el planeta seguirá adelante, pero sin nosotros, sin los seres humanos. Tenemos que recuperar la Conciencia de la Tierra como parte de nosotros, tenemos en nuestro cuerpo sus elementos minerales, no estamos en la Tierra, somos la Tierra.

Photo by Manuel Meurisse on Unsplash
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Amor a la Tierra

A lo largo de milenios el planeta ha generado una amplia comunidad de vida hasta llegar a la organización más compleja: el ser humano. Y es él quien debe responsabilizarse del cuidado de esa Madre Tierra, de los seres sintientes que la habitan y de los ecosistemas que sostienen la vida, pero para ello es necesario actuar desde unos criterios éticos que sean compartidos por todas las sociedades.
 
Amar la Tierra es tomar medidas para evitar los daños que estamos creando porque hoy todos estamos amenazados por el calentamiento global que no conoce de fronteras, países, banderas ni ideologías políticas.
 
Es fundamental recuperar la conexión con la naturaleza, despertar la sensibilidad que nos haga favorecer la diversidad biológica y los procesos naturales en los que se apoya, no alterar los ecosistemas en base a intereses económicos o de otro tipo sino gestionar de manera adecuada el uso de los recursos para que se puedan llevar a cabo los procesos regenerativos de la Tierra.
 
El respeto de los derechos humanos, colocar a las personas siempre por encima de otros intereses, buscar el bien común, promover la justicia social erradicando la pobreza, el hambre y las desigualdades. Construyendo sociedades justas, participativas, sostenibles que trabajen para asegurar que la belleza de la Tierra y sus bienes se preserven para las generaciones futuras, compartiendo el conocimiento alcanzado para ponerlo al servicio de la comunidad de la vida. Estas son solo algunas de las ideas recogidas en La Carta de la Tierra, un documento que es imprescindible conocer.
 
Este cambio de mentalidad debe encarnar en cada uno, de manera que se haga realidad el proverbio africano: “Gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas está cambiando el mundo”. Cada uno debemos renovar la capacidad de sentir y transformar la situación actual en una oportunidad que nos permitirá integrar a todos los seres y sentir que formamos parte de una única familia que habita una casa común, como tantas veces ha dicho Leonardo Boff.

https://cartadelatierra.org
https://cartadelatierra.org
Al término de la Segunda Guerra Mundial surgió la Carta de las Naciones Unidas que comienza diciendo: “Nosotros los pueblos de la Tierra decidimos evitar el horror de la guerra a las generaciones venideras…” Entro en vigor el 24 de octubre de 1945 e intentaba regular la relación entre las distintas naciones.
 
Casi al mismo tiempo surgió UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura). Se fundó el 16 de noviembre de 1945 con el objetivo de contribuir a la paz y a la seguridad en el mundo mediante la educación, la ciencia, el arte, la cultura y las comunicaciones. La constitución firmada ese día entró en vigor el 4 de noviembre de 1946, ratificada por veinte países. En 2017 contaba con 195 Estados miembros y 10 miembros asociados.
 
Otro paso más en la conquista de la dignidad humana fue la Declaración Universal de los Derechos Humanos, apunta en su preámbulo: el reconocimiento de la dignidad intrínseca, los derechos iguales e inalienables, la promoción del desarrollo de las relaciones amistosas entre naciones, los derechos fundamentales del hombre, en los que se incluyen la dignidad y el valor de la persona humana y en igualdad de derechos de hombres y mujeres; y el respeto universal y efectivo a los derechos y libertades fundamentales del hombre”
 
Después vino la Declaración de los Derechos del Niño, aprobada el 20 de noviembre de 1959. Más tarde se amplió con la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989 donde se enfatiza que los niños tienen los mismos derechos que los adultos y se subrayan aquellos derechos que se desprenden de su especial condición de seres humanos que, por no haber alcanzado el pleno desarrollo físico y mental, requieren de protección especial.
 
Y después se han generado otros documentos y tratados en los que se volcaban las aspiraciones recogidas por comisiones de expertos con el propósito de cambiar el tejido de los hilos multicolores que conforma la humanidad. Así llegamos a la proclamación de la Carta de la Tierra, en marzo de 2000, es una declaración internacional de valores y principios con propuestas progresistas que abarcan la protección medioambiental, los derechos humanos, el desarrollo igualitario, la justicia social y la paz… factores que considera interdependientes.

Photo by Jelle de Gier on Unsplash
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El Camino hacia Adelante

La Carta de la Tierra se diferencia ya desde su gestación del resto de los documentos que se habían aprobado con anterioridad. Estos siempre eran encargados a comisiones de expertos en las distintas materias que redactaban el texto final que aprobaban los países. La Carta de la Tierra en cambio nació del pueblo, de miles de personas anónimas que fueron consultadas e invitadas a expresar sus aspiraciones.
 
Pero vayamos al origen. En 1987 se publicó el Informe Brundtland que recogía no sólo el deterioro medioambiental y los riesgos del cambio climático, sino la situación de las distintas sociedades del planeta, y sobre todo mostraba las consecuencias irreparables si seguíamos con los modelos de explotación, producción e industrialización vigentes… en él se recomendaba la creación de una carta que contuviera los principios para una vida sostenible. A partir de 1995 se empiezan a generar a nivel mundial un proceso de consultas que involucraron a miles de personas, pueblos, culturas y etnias en una convocatoria sin precedentes en la historia de la humanidad.
 
La Carta de la Tierra se gestó con las aportaciones de “gente de a pie” y contó con el apoyo de premios nobel, personas reconocidas de la política, el arte, los derechos humanos, la innovación ecológica, la cultura, la espiritualidad, etc. pero lo hizo desde la base, con la participación de seres humanos individuales con inquietudes, asociaciones civiles, educativas, organizaciones no gubernamentales, etc. Finalmente, tras un proceso de cinco años de consultas abiertas en las que se recogieron las propuestas, necesidades, valores, acervo cultural, conocimientos, cultura, etc. de múltiples etnias del planeta, se llegó a la redacción final.
 
Es el documento más completo pues atiende las aspiraciones y necesidades de los seres humanos desde las más básicas hasta las más sublimes o espirituales. Eso otorga a este documento una energía especial, tiene “alma”.
 
Por eso en estos momentos se revela como un marco ético que recoge los valores universales comunes a todos los pueblos y que nos inspira y nos llama a la acción, al activar nuestra conciencia individual para colaborar en el despertar de una nueva sociedad que defienda un mundo más justo, sostenible y pacífico. Es el momento de hacer nuestros los valores, principios y recomendaciones de la Carta de la Tierra y ponerlos en práctica cada uno en su entorno.
 
Solo si hacemos nuestras esas propuestas, si las “encarnamos” en nuestra mente, en nuestro corazón y en nuestros actos se producirá el deseado cambio… si no lo hacemos así las palabras de este documento se quedarán en un compendio de buenas intenciones para enmarcar… igual que ha ocurrido con los documentos oficiales generados anteriormente.
 
Recojo aquí unas palabras de Leonardo Boff de una de sus múltiples conferencias: Cuando la libertad, la fraternidad y la dignidad son los principales valores los problemas desaparecen. ¿Qué responsabilidad tiene cada uno de nacer donde ha nacido? No cuenta donde se nace sino lo que se hace”. 




              



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