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Cambiar la mirada - Parte II



Maria Pinar Merino Martin

24/04/2024

Cambiar la mirada hacia el futuro. Ahí también es importante el cambio de enfoque. Necesitamos darnos cuenta de lo que sucede hoy, ver las cosas desde el presente, observar las posibilidades que hoy tenemos, mirar desde lo que hoy somos porque todo eso conforma un paisaje nuevo, diferente… Tendemos a interpretar la realidad que vivimos con una gran “carga” de las experiencias/creencias pasadas y eso condiciona el resultado siempre.



Foto de Andriyko Podilnyk en Unsplash
Foto de Andriyko Podilnyk en Unsplash
Un problema que surge con frecuencia cuando miramos al futuro es que nos suele acompañar un cierto apego al resultado: hacemos algo y queremos la repercusión inmediata. Se planta la semilla y queremos recoger la cosecha mañana… La naturaleza debe hacer su trabajo, la semilla tiene que desarrollar desde su interior una inmensa fuerza para romper la cáscara dura y aparentemente muerta para poder dar paso al tallo tierno que empezará a brotar… la cosecha se recoge más tarde, cuando se haya producido la maduración.

El mañana, la nueva sociedad necesita seres despiertos, presentes, atentos, flexibles, dispuestos a aprender, que confían en el diálogo y la comunicación, respetuosos, tolerantes, que creen en el ser humano y en su capacidad de aprendizaje y transformación. 

En este sentido, tenemos que aprender a mirar un poco más lejos. En las meditaciones de za-zen te dicen que mantengas los ojos abiertos para que tu mente se centre, no se pierda en los recuerdos y las fantasías, que poses tu mirada por delante de ti… mirar un poco más lejos, mirar más allá.

¿Y que hay más allá? Más allá están los niños y jóvenes, ellos/as son el futuro. Estamos desde hace pocos años asistiendo a lo que se ha dado en llamar la revolución de la inteligencia… Venimos de una inteligencia que podríamos llamar de supervivencia, de superar las dificultades que nos presentaba el medio hostil, de aprender para sobrevivir. Después afrontamos una inteligencia de contenidos que es en la que casi todos estamos metidos, ese es nuestro modelo. Hace unas décadas se empezó a hablar de una inteligencia emocional…
Pero no es ese el final del camino, vamos hacia una inteligencia de conceptos, hacia una inteligencia abierta en cuanto a infinitas posibilidades, a una inteligencia no local que no se circunscribe a nuestro cerebro.

Nuestros niños y jóvenes participan ya de esos nuevos conceptos en lo que prima una máxima: todo es posible. Una frase que se oye por todas partes. Eso abre posibilidades infinitas al mundo de la magia, es pasar de la limitación de las tres dimensiones y entrar en un mundo de posibilidades nuevas, aún por explorar.

Estructuras cerebrales y mentales nuevas, abiertas y en las que el hemisferio derecho y el izquierdo no compiten como nos sucede a nosotros, sino que trabajan juntos. Esa será la auténtica revolución que nos espera y será tan importante como en su momento lo fue la revolución neolítica para la humanidad, es un paso de gigante. Una inteligencia que contemple la sabiduría del corazón.

La escala de valores personal

Solo hace falta algo que dé coherencia a toda esa energía: LOS VALORES y la ÉTICA. La necesidad de que toda nuestra vida, todo nuestro ser esté impregnado por valores universales, por una ética profunda que subyace en todas las culturas del planeta y que nos hermana a todos, que no entiende de fronteras, ideologías, culturas heredadas, religiones, colores de la piel, economías o luchas por el poder.

Es importante transmitir esos valores a la generación que viene, pero no solo en los papeles o en bellos poemas, como decían tantos filósofos, sabios y pensadores de todos los tiempos. Para hacerlo de verdad es necesario que primero actualicemos esos valores en nosotros, que los limpiemos, que los miremos y los hagamos realidad en nuestra vida.

Es necesario buscar ese marco de referencias donde desarrollarnos como seres humanos individuales que forman parte de una sola familia: la humanidad, un marco ético que nos permita cuidarnos unos a otros, ayudarnos, aprender, compartir… Solo el 10% del planeta vive en condiciones favorables y ese orden de cosas no puede seguir así… eso solo nos habla de que hay mucho trabajo por hacer. 

La propuesta de ese primer paso, de ese cambio de mirada, es SER CONSCIENTE de quién soy y qué papel juego en este entramado de la vida. Tal vez nos hemos olvidado de la fuerza interior, esa facultad innata en el ser humano para salir de cualquier situación por muy difícil que parezca. Hoy ya contamos con medios para hacer de este mundo un lugar mejor para todos… He estado los últimos 30 años de mi vida investigando, ensayando y practicando sobre distintas formas de comunicación, de relación, de creación. Primero poniendo en práctica la metodología de los cuadernos de Trabajo de la Ciencia del YO que son el fruto de la investigación de un grupo de profesionales de distintas áreas que durante una década pusieron en práctica la metodología de trabajo y la información necesaria para llevar a cabo esas tres fases del cambio de mirada de los que hablaba en mi anterior artículo. La revista Conciencia Global es un intento de aproximarnos a esa conciencia planetaria con propuestas realistas para un mundo mejor.

Pero ojo, mientras atendemos a nuestro proceso personal de crecimiento, mientras seguimos aprendiendo a cambiar la mirada –algo que no acabará nunca porque el cambio es consustancial con la vida- tenemos que implicarnos. 

Foto de Andriyko Podilnyk en Unsplash
Foto de Andriyko Podilnyk en Unsplash

Implicacion versus abdicracia

Si amigos, esa es la palabra de estos tiempos: LA IMPLICACIÓN. No podemos seguir ni un segundo más como espectadores, somos intérpretes de un gran plan y no podemos dejar que otros decidan por nosotros como hemos hecho hasta ahora. Tenemos que erradicar un mal que nos aqueja desde hace varias décadas: LA ABDICRACIA. Es un cáncer que planea sobre nuestras sociedades más avanzadas. Un impulso que nos lleva a entregar nuestra opinión, nuestras ideas, nuestros derechos, nuestra fe… a aquellos que consideramos más preparados sea en el ámbito que sea. Pero es que lo que estamos haciendo es entregarnos a nosotros mismos porque perdemos la facultad más preciada: la libertad. ¿Qué es un ser humano sin libertad?

La abdicracia ha creado un mundo de especialistas, un mundo tan fragmentado que nos ha hecho olvidarnos que somos parte de un todo mucho mayor y que en determinados momentos y circunstancias podemos manifestar la potencialidad de ese TODO, su poder, su fuerza, toda la fuerza de la creación que se abre paso a través de la creatividad del ser humano.

Hoy podemos cambiar el mundo, hoy tenemos los medios, la tecnología, el progreso, las comunicaciones… Es necesario vincularnos con todo el mecanismo social que hemos creado, tenemos que participar en la vida pública, en las instituciones para sanearlas… la marcha de la sociedad no nos es ajena. El mundo es una aldea global y al ampliar la mirada podremos verlo con toda claridad… no se trata de ver solo nuestro entorno cercano…

Nos afecta la sequía del lago Victoria en África porque el polvo en suspensión llega hasta el Caribe y los corales están muriendo, y los niños de aquella zona tienen por primera vez asma y enfermedades respiratorias. Nos afecta el cambio climático de una zona porque mueren las mariposas y eso desencadena una catástrofe ecológica porque no pueden polinizar determinadas especies de plantas. Nos afecta una guerra o un acto de terrorismo, aunque se produzca en cualquier lugar del planeta, porque mueren seres inocentes y la vida es sagrada para todos, porque cuando muere alguien de nuestra familia morimos un poco todos con él.

Einstein comparaba el universo con una manta multicolor entretejida… cuando se tiraba de uno de los hilos la manta entera se movía… Ya no podemos seguir ignorando los datos, tenemos que aprender a compartir, tal vez siendo más austeros en todo, tal vez teniendo menos apegos, tal vez apreciando lo que tenemos, tal vez viviendo con menos de algo… tal vez siendo conscientes de que solo hay una salida: compartir.

Federico Mayor Zaragoza en una entrevista que se publicó en nuestra anterior revista Generación 4.4, decía que el siglo XXI era el siglo de las gentes… eso es hermoso, muy hermoso. Es difícil ser optimista en estos tiempos, pero si podemos ampliar la mirada y reafirmarnos en que seguimos creyendo en el ser humano.

Ley de la Coherencia y La Masa Crítica

Sin afán de entrar en conceptos profundos y técnicos me gustaría apuntar estos dos conceptos tomados de la física pero que me gustaría aplicar a la sociología.

La ley de coherencia nos dice que cuando se introduce un elemento “ordenado”, “coherente”, “orientado”, etc. en un entorno desordenado… todo el conjunto tiende a la ordenación, a la coherencia.

La masa crítica es la cantidad de materia mínima es necesaria para que una reacción nuclear en cadena se produzca y se mantenga. En los años ochenta se manejaba un dato importante: Se estimaba que la cantidad de personas para producir un cambio es la raíz cuadrada del 1 por ciento de la población, y que esa regla se puede aplicar a la familia, al colegio, a la empresa o a cualquier colectivo donde haya un grupo de personas decidido a cambiar algo. Esta fórmula se le atribuye al físico cuántico y experto en políticas púbicas John Hagelin. 

El argentino Khalil Bascary recorre Latinoamérica enseñando cómo se pueden aplicar las leyes de la Naturaleza a la vida de cada uno y lo explica así:

“Para generar una reacción en cadena, se precisa una cantidad mínima de energía. Por ejemplo, si alguien mira hacia el cielo nadie presta atención, pero si son 3 personas las que, al mismo tiempo, levantan la vista, las otras también empezarán a mirar. Mientras más sean, más se sumarán. Trasladando este ejemplo a algo mayor, podemos pensar que un solo pensamiento de paz o de felicidad no alcanza para cambiar nada. Pero si generamos masa crítica suficiente de individuos con estos pensamientos y los sostenemos, es posible generar un cambio. A largo plazo, esta transformación operará sobre creencias más profundas y estados de ánimo. Un solo acto puede no ser suficiente, pero varios de esos actos por un tiempo determinado pueden modificar nuestra vida y la de otros. Una persona tiene una idea. Si obra en consecuencia y se mantiene firme en ella, inspira a otro y ellos dos, a otros más”.

Si aplicamos estos dos conceptos a nuestro “territorio personal” nos damos cuenta de que es importante responsabilizarnos de lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos. De que no se trata de pedir que los demás sean coherentes sino de que nosotros lo seamos, de que los demás cambien, sino de que lo hagamos nosotros… Venimos escuchando desde los filósofos griegos: Sé el cambio que quieres ver en el mundo.

Si trasladamos esta ecuación a pequeñas comunidades o a los grupos a los que pertenecemos, el número es aún más esperanzador y posible.

Todo lo que generamos afecta a los que nos rodean y mediante un efecto de contagio esa influencia se puede expandir con el tiempo a cientos, miles, millones de personas… como el movimiento que se produce en las moléculas del agua de un lago cuando arrojamos una piedra… Una red de comunicación necesita contar con “repetidores” que reproduzcan la señal, la amplíen y la transmitan… ¿Eso hará posible un cambio? Si no lo intentamos cada uno nunca lo sabremos, lo importante es tomar consciencia y empezar a formar parte de grupos de personas capaces de entrar en una nueva órbita de electrones más conscientes, más despiertos, más activos, para acercarse más al núcleo.

A medida que vayamos cambiando nuestra mirada nos daremos cuenta de que no estamos solos en este empeño, de que hay muchas personas con las mismas inquietudes, con los mismos deseos en su mente y en su corazón, personas que están esperando tan solo descubrir las vías para actuar para ponerse en marcha, por eso nuestro lema es “Trabajamos juntos por un mundo mejor” y nuestra pregunta es: ¿te apuntas?




              



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