Los atlantes, antepasados remotos del ser humano actual, se perfilan de nuevo como referencia ante los acontecimientos futuros que va a vivir nuestra humanidad y San Borondón –isla inaccesible o base sumergida que alberga una civilización muy superior a la nuestra, conexión atlante y extraterrestre-, es el punto de referencia que se dibuja y se desdibuja en el horizonte marino, como invitándonos a entrar en las profundidades de nuestra propia conciencia, donde con toda seguridad se establecen las conexiones que un día, esperemos no muy lejano, permitirán al ser humano de la Tierra vivir en armonía con sus hermanos del Universo.
En el siglo II de nuestra era Claudio Ptolomeo, astrónomo, matemático y geógrafo, en su “Guía Geográfica”, describe las Islas de los Bienaventurados (hoy Islas Canarias, conocidas actualmente como Islas Afortunadas), comenzando por Aprositus Nesos (isla a la que no se puede llegar o que no se muestra) y cinco más del archipiélago.
Debido a sus características y fenómenos extraños como el aparecer y desaparecer o esconderse tras una cortina de humo, niebla o nubes, ha sido llamada “La Inaccesible”, “La Nom Trubada”, “La Encubierta”, “La Encantada” o “La Perdida”.
A partir del siglo VI se produce un redescubrimiento de Aprósitus debido al monje irlandés San Brandán –posteriormente elevado a los altares con el nombre de San Borondón.
San Brandan de Clonfert y sus monjes (años 480-576) comprueban que aquello que creían una isla sobre la que concelebraron una misa se mueve “inteligentemente” ya que les conduce a través del mar durante varios días, dando lugar a que la bauticen como “ballena ultraterrena”.
Visitan varias islas y entre ellas una que, rodeada de espesas y negras tinieblas, quedaría imborrable en su memoria puesto que, después de haber permanecido en ella un día solar, al traspasar nuevamente la barrera de nieblas comprueban que habían transcurrido cuarenta días de su calendario.
¿Accedieron San Brandán y sus monjes a algo desconocido e impensable en su época? ¿Se trasladaron a otra dimensión?
Posteriormente, la existencia de San Borondón ha sido corroborada por los testimonios de cientos de personas a través de la historia especialmente en la costa de los municipios de Tazacorte, Tijarafe y Puerto Naos. Los avistamientos y fotografías que se han hecho han sido siempre desde el litoral Oeste de La Palma.
Pedro González Vega, nacido en Moya (Gran Canaria) publicó en 1989 un libro titulado “El Mensaje de San Borondón”. El autor narra la historia de tres pescadores de Gran Canaria, que navegando en su faluca hacia el Oeste se ven sorprendidos por una terrible tempestad y que gracias a unos delfines son conducidos a la famosa e inaccesible Isla de San Borondón. Allí entran en contacto con una civilización de descendientes de la Atlántida y de los que aprenden una nueva "cosmovisión" y modelo de convivencia. El objetivo de estos seres es ayudar a la humanidad de la Tierra a dar un salto evolutivo de conciencia por su propio bien, por el del planeta, pero también para preservar la armonía en nuestro Sistema Solar y en el Universo. Según parece, esa base Atlante, o nave nodriza (según otros testimonios), se mimetiza a modo de isla, y lleva siglos oculta de las miradas, aunque ha sido vista sobre todo desde la isla de la Palma a lo largo de los años.
Los Atlantarios han tenido contacto con personas de nuestro mundo en distintas épocas, y su estrategia parece perseguir un cambio de mentalidad en los seres humanos de la Tierra para que tomen conciencia del papel que cumplen en el Universo, como una civilización más. Los Atlantarios son los supervivientes de la Atlántida, miles de años adelantados a nosotros y con una tecnología que a nuestros ojos parece milagrosa.
Para colaborar en el despertar de la conciencia del ser humano de la Tierra, que se produciría en las primeras décadas del siglo XXI, se establecieron hace algo más de 100 años diferentes bases intraterrenas o submarinas en diferentes lugares del planeta con la intención de ayudar a los terrestres en ese salto evolutivo al que se iban a enfrentar.
Su intención era inspirar proyectos e ideas sobre nuevos paradigmas, nuevos modelos sociales, estableciendo una nueva escala de valores basada en el amor al prójimo, la colaboración, el trabajo compartido, la armonía, la justicia social, la igualdad, el respeto a la vida, el cuidado del medio ambiente y la integridad ecológica. Obviamente, aún la humanidad no ha alcanzado ese nivel de entendimiento y a lo largo de la Historia ha habido torpes intentos que han dado en el traste con lo que en su origen eran magníficas ideas.
Esa civilización trabaja en favor de la ecología y del cuidado del planeta (nosotros somos también parte del planeta y parte de sus criaturas), es del todo lógico en muchos sentidos, pues tendemos a olvidar –tal vez por pensar que somos los propietarios de todo cuanto existe- que este planeta es nuestro hogar y que debemos cuidarlo y protegerlo para nosotros y para las generaciones futuras. Porque no sólo vivimos nosotros sino infinidad de especies animales y vegetales que conocemos y otras que aún quedan por descubrir. Por otra parte, nuestro planeta es también un organismo vivo, aunque mucho mayor y tal vez de naturaleza bien distinta a nuestra vida orgánica.
Desde que Platón hablara de la Leyenda de la Atlántida, parece obsesivo situarla en el Océano Atlántico y de la que serían restos las islas Canarias y las Azores. Algo ha de tener esta leyenda que la hace casi la más famosa dentro del acervo cultural mundial. La vinculación de las Islas Canarias con la Atlántida es muy antigua y en muchas épocas, dadas como válidas, al pensar, que este archipiélago volcánico, no era otra cosa sino las cumbres de la sumergida Atlántida.
En Canarias situaron los antiguos el Jardín de Las Hespérides, Los Campos Elíseos, La Tierra de los Bienaventurados, etc., parece ser inherente al ser humano la necesidad de extrapolar más allá de la existencia que tiene más próxima, un lugar físico donde se hallaría paz y descanso, si sus vidas son fatigadas; o un lugar de frutos exquisitos y favorecedor clima, si sus condiciones naturales son duras.
¿Acaso los anhelos humanos son proyectados en paraísos, islas fantasmas como la de San Borondón, Friendship en Chile, o Campos Elíseos, en éste o en otro mundo? ¿Es factible pensar que los seres humanos seguimos buscando algo fuera de nosotros mismos, cuando no nos damos cuenta que el paraíso está debajo de nuestros pies, que basta sólo con cambiar nuestras mentes y alcanzar otro nivel de consciencia? ¿Por qué seguimos empeñando en buscar fuera la verdad que habita en cada corazón humano?
En las tradiciones españolas y europeas, se habla de la legendaria Isla de San Borondón, situada al Oeste de las Islas Canarias y representada en muchos mapas antiguos. Durante siglos se creyó firmemente en su existencia, formando parte de la cultura canaria, como una octava isla más. Pero no es el único lugar donde esto pasa, también en Chile es conocido un fenómeno muy similar al que expone Pedro G. V. en su libro, y es el tema de Friendship. Así, a grandes trazos, presenta una serie de similitudes, como por ejemplo, que tanto la Isla de San Borondón como la de Friendship serían módulos o naves gigantescas que pueden sumergirse, volar, desaparecer a voluntad y presentan una estética a modo de isla; ambas están habitadas por esa especie de humanidad paralela de "Hermanos Mayores", que siguen con interés nuestras evoluciones y que ciertamente están muy preocupados con nuestro futuro a corto plazo, pues son testigos de cómo nuestra sociedad sigue sufriendo las lacras de la guerra, el dolor, la enfermedad, la injusticia, la falta de derechos humanos, etc. algo que nos está poniendo en peligro a nosotros mismos como humanidad pero también a todo el sistema planetario.
En el siglo II de nuestra era Claudio Ptolomeo, astrónomo, matemático y geógrafo, en su “Guía Geográfica”, describe las Islas de los Bienaventurados (hoy Islas Canarias, conocidas actualmente como Islas Afortunadas), comenzando por Aprositus Nesos (isla a la que no se puede llegar o que no se muestra) y cinco más del archipiélago.
Debido a sus características y fenómenos extraños como el aparecer y desaparecer o esconderse tras una cortina de humo, niebla o nubes, ha sido llamada “La Inaccesible”, “La Nom Trubada”, “La Encubierta”, “La Encantada” o “La Perdida”.
A partir del siglo VI se produce un redescubrimiento de Aprósitus debido al monje irlandés San Brandán –posteriormente elevado a los altares con el nombre de San Borondón.
San Brandan de Clonfert y sus monjes (años 480-576) comprueban que aquello que creían una isla sobre la que concelebraron una misa se mueve “inteligentemente” ya que les conduce a través del mar durante varios días, dando lugar a que la bauticen como “ballena ultraterrena”.
Visitan varias islas y entre ellas una que, rodeada de espesas y negras tinieblas, quedaría imborrable en su memoria puesto que, después de haber permanecido en ella un día solar, al traspasar nuevamente la barrera de nieblas comprueban que habían transcurrido cuarenta días de su calendario.
¿Accedieron San Brandán y sus monjes a algo desconocido e impensable en su época? ¿Se trasladaron a otra dimensión?
Posteriormente, la existencia de San Borondón ha sido corroborada por los testimonios de cientos de personas a través de la historia especialmente en la costa de los municipios de Tazacorte, Tijarafe y Puerto Naos. Los avistamientos y fotografías que se han hecho han sido siempre desde el litoral Oeste de La Palma.
Pedro González Vega, nacido en Moya (Gran Canaria) publicó en 1989 un libro titulado “El Mensaje de San Borondón”. El autor narra la historia de tres pescadores de Gran Canaria, que navegando en su faluca hacia el Oeste se ven sorprendidos por una terrible tempestad y que gracias a unos delfines son conducidos a la famosa e inaccesible Isla de San Borondón. Allí entran en contacto con una civilización de descendientes de la Atlántida y de los que aprenden una nueva "cosmovisión" y modelo de convivencia. El objetivo de estos seres es ayudar a la humanidad de la Tierra a dar un salto evolutivo de conciencia por su propio bien, por el del planeta, pero también para preservar la armonía en nuestro Sistema Solar y en el Universo. Según parece, esa base Atlante, o nave nodriza (según otros testimonios), se mimetiza a modo de isla, y lleva siglos oculta de las miradas, aunque ha sido vista sobre todo desde la isla de la Palma a lo largo de los años.
Los Atlantarios han tenido contacto con personas de nuestro mundo en distintas épocas, y su estrategia parece perseguir un cambio de mentalidad en los seres humanos de la Tierra para que tomen conciencia del papel que cumplen en el Universo, como una civilización más. Los Atlantarios son los supervivientes de la Atlántida, miles de años adelantados a nosotros y con una tecnología que a nuestros ojos parece milagrosa.
Para colaborar en el despertar de la conciencia del ser humano de la Tierra, que se produciría en las primeras décadas del siglo XXI, se establecieron hace algo más de 100 años diferentes bases intraterrenas o submarinas en diferentes lugares del planeta con la intención de ayudar a los terrestres en ese salto evolutivo al que se iban a enfrentar.
Su intención era inspirar proyectos e ideas sobre nuevos paradigmas, nuevos modelos sociales, estableciendo una nueva escala de valores basada en el amor al prójimo, la colaboración, el trabajo compartido, la armonía, la justicia social, la igualdad, el respeto a la vida, el cuidado del medio ambiente y la integridad ecológica. Obviamente, aún la humanidad no ha alcanzado ese nivel de entendimiento y a lo largo de la Historia ha habido torpes intentos que han dado en el traste con lo que en su origen eran magníficas ideas.
Esa civilización trabaja en favor de la ecología y del cuidado del planeta (nosotros somos también parte del planeta y parte de sus criaturas), es del todo lógico en muchos sentidos, pues tendemos a olvidar –tal vez por pensar que somos los propietarios de todo cuanto existe- que este planeta es nuestro hogar y que debemos cuidarlo y protegerlo para nosotros y para las generaciones futuras. Porque no sólo vivimos nosotros sino infinidad de especies animales y vegetales que conocemos y otras que aún quedan por descubrir. Por otra parte, nuestro planeta es también un organismo vivo, aunque mucho mayor y tal vez de naturaleza bien distinta a nuestra vida orgánica.
Desde que Platón hablara de la Leyenda de la Atlántida, parece obsesivo situarla en el Océano Atlántico y de la que serían restos las islas Canarias y las Azores. Algo ha de tener esta leyenda que la hace casi la más famosa dentro del acervo cultural mundial. La vinculación de las Islas Canarias con la Atlántida es muy antigua y en muchas épocas, dadas como válidas, al pensar, que este archipiélago volcánico, no era otra cosa sino las cumbres de la sumergida Atlántida.
En Canarias situaron los antiguos el Jardín de Las Hespérides, Los Campos Elíseos, La Tierra de los Bienaventurados, etc., parece ser inherente al ser humano la necesidad de extrapolar más allá de la existencia que tiene más próxima, un lugar físico donde se hallaría paz y descanso, si sus vidas son fatigadas; o un lugar de frutos exquisitos y favorecedor clima, si sus condiciones naturales son duras.
¿Acaso los anhelos humanos son proyectados en paraísos, islas fantasmas como la de San Borondón, Friendship en Chile, o Campos Elíseos, en éste o en otro mundo? ¿Es factible pensar que los seres humanos seguimos buscando algo fuera de nosotros mismos, cuando no nos damos cuenta que el paraíso está debajo de nuestros pies, que basta sólo con cambiar nuestras mentes y alcanzar otro nivel de consciencia? ¿Por qué seguimos empeñando en buscar fuera la verdad que habita en cada corazón humano?
En las tradiciones españolas y europeas, se habla de la legendaria Isla de San Borondón, situada al Oeste de las Islas Canarias y representada en muchos mapas antiguos. Durante siglos se creyó firmemente en su existencia, formando parte de la cultura canaria, como una octava isla más. Pero no es el único lugar donde esto pasa, también en Chile es conocido un fenómeno muy similar al que expone Pedro G. V. en su libro, y es el tema de Friendship. Así, a grandes trazos, presenta una serie de similitudes, como por ejemplo, que tanto la Isla de San Borondón como la de Friendship serían módulos o naves gigantescas que pueden sumergirse, volar, desaparecer a voluntad y presentan una estética a modo de isla; ambas están habitadas por esa especie de humanidad paralela de "Hermanos Mayores", que siguen con interés nuestras evoluciones y que ciertamente están muy preocupados con nuestro futuro a corto plazo, pues son testigos de cómo nuestra sociedad sigue sufriendo las lacras de la guerra, el dolor, la enfermedad, la injusticia, la falta de derechos humanos, etc. algo que nos está poniendo en peligro a nosotros mismos como humanidad pero también a todo el sistema planetario.