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La música, una experiencia extrasensorial



M.A.V.

25/10/2018

¿Hay algo más erótico que una melodía susurrada al oído, o la sensualidad de una canción a media voz? La música no deja de ser una frecuencia de sonido que conecta con nuestros estímulos sensoriales, y no nos deja indiferentes.



Photo by Mike Giles on Unsplash
Photo by Mike Giles on Unsplash

Desde que nacemos la música inunda todos los rincones de nuestra vida. Desde el feto que antes de nacer oye la música exterior, hasta esas nanas aprendidas de la tradición popular que las madres susurran al oído del bebé y logran que concilie el sueño. En nuestra vida la música nos marca momentos en los que conscientemente elegimos escuchar aquellas melodías que nos gustan, las consumimos, y situaciones en las que nos vienen dadas de forma externa. Hay música para todos los gustos y que cumple funciones diferentes: los himnos, las marchas militares, el rap, la música clásica, el heavy-metal, la música de cantautor, el jazz, el country, los anuncios publicitarios, las canciones infantiles, etc. Sea cual sea esa función, es algo que penetra en nuestro cuerpo y nuestra mente y además conecta directamente con nuestras emociones. Quizás sea por esto que a todo el mundo le gusta la música, ¿hay alguien a quién no le guste la música?

Podría considerarse a la música como una experiencia extrasensorial que forma parte de nuestra vida cotidiana y que no se percibe exclusivamente a través de los oídos. La música nos acompaña a todas partes, bien sea una melodía bonita, o no, que se nos ha quedado grabada en nuestra mente, o bien música que escuchamos “sin querer” en el supermercado, en un restaurante, en la calle o en la consulta del dentista; la realidad es que la música está presente en nuestra vida y es ella la que activa nuestros recuerdos, nuestras emociones y sentimientos, en definitiva, la que moviliza nuestros actos.

Si prestamos atención al patrimonio de obras musicales que nos ha dejado la Historia de la Música Clásica -imperecederas en el tiempo-, podríamos citar algunas obras que para muchos tienen cierta carga erótico-sexual y forman parte de una experiencia extrasensorial que roza algo más que los poros de nuestra piel.

El famoso Bolero de Ravel, por ejemplo, originalmente compuesto como ballet, consta de un ritmo repetitivo percusivo en contraste con una melodía sensualmente expresiva. El sociólogo Allan Bloom ha llegado a afirmar que la razón por la que el “Bolero” es una de las pocas piezas del repertorio musical siempre solicitada por el público general (no habituales a la música clásica) es que su ritmo simula el acto sexual.

Para muchos hay intensos momentos en Tristán e Isolda de Wagner, en el dueto de amor del acto 2º, o en la ópera La Valquiria. Más osada es la ópera Sansón y Dalila del compositor francés Saint Saëns. En el tercer acto la ópera termina con una orgía en un templo, y Sansón rezando a Jehovah. Y cómo olvidar la mítica Carmina Burana de Carl Orff, ópera basada en unos poemas medievales, puro erotismo, en el que cada acto va creciendo en tensión hasta un final orquestal, lleno de color y exuberancia tímbrica. Motivos no le faltan para haber formado parte en numerosas bandas sonoras de cine.

Vale la pena mencionar también momentos inolvidables que se pueden encontrar, por ejemplo, en el Doble concierto para dos violines de Bach, un segundo movimiento memorable; o en el Aria de la Suite orquestal N.3, también de Bach, quizás con una carga emocional más trascendental que sensual.

Toda la música impresionista del siglo XIX, como la de Debussy o Ravel está impregnada de  melodías sensuales, ondulantes, que suben y bajan, llenas de un color y texturas instrumentales que acarician lo sensorial. La mer, Ondine, Images, Fuegos de artificio, Nocturnos…, la lista sería interminable e inabarcable. Es en esta época donde ya los pintores impresionistas muestran lo que la psicología de la Gestalt vendría a demostrar psicológica y científicamente más adelante: perceptivamente, si se dan ciertas condiciones, partes inconexas dan lugar a un todo unitario. El uso de pequeñas pinceladas de colores puros resultó en un todo vibrante; y aunque las pinceladas aisladamente no obedecieran a la forma, en conjunto adquirían la unidad necesaria para percibir un todo definido. Este recurso fue llevado a cabo por los neoimpresionistas, también conocidos como puntillistas como Seurat o Signac. En música este puntillismo los reflejarían 60 años más tarde compositores como Luigi Nono o Stockhausen.

Si hay una personalidad enigmática, y en su época rodeada de misterio y espectáculo, es Liszt Ferenc (1811-1886), compositor y pianista húngaro, un compositor que sentó las bases del virtuosismo como tal, de la misma manera como Paganini lo hizo con el violín.

Atractivo, alto, con una larga melena, magnético e irresistible para las mujeres, fueron notorias sus relaciones amorosas con mujeres de la alta nobleza (acompañado de duelos, intentos de envenenamiento y grotescas aventuras, suficientemente estrafalarias como para rellenar docenas de novelas). Esto, unido a su carisma en el escenario y su capacidad de tocar el piano de una forma como nadie antes había sido capaz (un demonio del piano), hicieron de él una auténtica figura, aún viva. Las mujeres se desmayaban en sus conciertos de piano, y él siempre estaba charlando con alguna, apoyada a la derecha o a la izquierda del piano. Era dueño de una exquisita mezcla de espontaneidad y una profundidad al mismo tiempo, que hacían de él una figura irresistible.

Un gran número de internautas señala a Liebesträume (Sueño de amor) como una de las obras más cargadas de erotismo de la música clásica. Es uno de los tres nocturnos para piano publicados por Franz Liszt en 1850. A menudo el término Liebestraum se refiere específicamente al Nº 3, el más famoso de los tres. Originalmente los tres nocturnos fueron concebidos como canciones sobre los poemas de Ludwig Uhland y Ferdinand Freiligrath. Los tres poemas describen tres formas de Amor. Hohe Liebe (el amor exaltado), el santo,  y el amor religioso. En la primera el mártir renuncia al amor mundano y “el cielo le abre las puertas”. La segunda canción evoca el amor erótico, Gestorben war ich, la Muerte es una metáfora, y se refiere a lo que es conocido como “le petit mort” en francés. “He muerto de éxtasis de amor; he sido enterrado en sus brazos; he sido despertado por sus besos; he visto el paraíso en sus ojos”. El poema del famoso tercer nocturno nos habla del amor maduro: “¡Ama por tanto tiempo como puedas! La hora vendrá cuando estés ante la lápida y te lamentes.”

Liszt personifica un amor místico-religioso, y en él se reúnen las características románticas de la época, el misterio, la fantasía, las aventuras, la fascinación por la relación entre la fuerza mental y los misterios sobrenaturales.

Los artífices y protagonistas, los compositores, han dejado reflejados en la música aspectos de nuestra vida cotidiana siempre influidos por factores externos como la situación política, social, o mirando aún más atrás, los mecenas para los que trabajaban.

Cuando Beethoven escribió la Tercera Sinfonía “Eroica” tuvo la intención de dedicársela a Napoleón, personaje al que admiraba profundamente; pensaba que éste sería el que llevaría a la humanidad hacia una nueva era de libertad, igualdad y fraternidad, y terminar ya con el absolutismo de esa época. Pero al enterarse de las ambiciones tiranas de éste, al querer proclamarse emperador, rompió la portada de la dedicatoria, y la sinfonía Bonaparte pasó a la Historia como Sinfonía Heroica.

No debemos olvidar la Novena sinfonía donde Beethoven escribió un coral sobre el texto de Oda a la alegría de Schiller; le llevó 30 años desde que tuvo la idea hasta llegar a materializarla en música. Originalmente se había llamado Oda a la libertad, pero su nombre fue censurado. Beethoven quería reflejar la fraternidad universal del hombre a través de la alegría y amor de una padre celestial eterno. Después de una larga sinfonía instrumental de unos 45 minutos introduce -de forma totalmente vanguardista- una sección de cuatro voces, el coral, con el que culmina. En su estreno Beethoven estaba ya totalmente sordo. Fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco y curiosamente desde 1972 ha pasado a ser el Himno europeo, bajo la dirección en su momento de Karajan.

En su interés por la música de los indios nativos americanos y en la espiritual de los afroamericanos, el compositor checo Antonin Dvorak compone la Sinfonía del Nuevo Mundo. Según éste, el scherzo del tercer movimiento "le sugería la escena de la fiesta en Hiawatha, donde bailan los indios". En ella deja patente esta interculturalidad llena de color.

Claro que los compositores no han sido libres en absoluto de escribir ad libitum. Los mecenas, reyes o las familias aristocráticas para los que trabajaban han delimitado el producto que deseaban, aunque siempre la mente creadora extraordinaria de algunos compositores han dejado un trabajo impoluto, capaz de ir más allá de lo impuesto y en muchas ocasiones como resultado: una obra imperecedera en el tiempo.

En el caso de Mozart trabajó para el arzobispo de Viena, y años después fue designado “compositor de cámara” por el emperador José II, para el que tenía que componer obras para los bailes anuales en el palacio imperial. También hizo composiciones ocasionales para patrocinadores ricos de Hungría y Ámsterdam. La vida del músico no era fácil en esta época, ser completamente independiente era muy difícil.

Actualmente las discográficas cumplen una función similar a esos mecenas de antaño, músicos de prestigio que ante la negativa o el capricho de la discográfica de no hacer negocio, se niegan rotundamente a publicarles, dejando en el tintero grabaciones inéditas y únicas. Pensemos en ese disco que Amy Winehouse desea grabar desde hace un año y su discográfica se niega por estar lleno de nuevos colores, letras y ritmos alejados de su anterior trabajo. O en el pianista András Schiff en su día bajo la tentativa de grabar la integral de sonatas de Haydn, propuesta rehusada por la discográfica que no encontraba lucro con ello.

Lo cierto es que los compositores nos han dejado un valiosísimo tesoro musical, música de la que disfrutamos siglos después. Y de lo que no cabe duda es que la música posee la cualidad y la magia de hacernos volar y teletransportarnos a realidades de fantasía e imaginación únicas, y el placer de sentirnos vivos.

“La pasión, violenta o no, no debe ser nunca expresada en el punto de cambios repentinos; incluso en las situaciones más aterradoras, la música no debe nunca ofender al oído, sino debe siempre ofrecer placer, disfrute, esto es lo que debe siempre quedar de la música”. – W.A.Mozart.


Bibliografía:
  • Grout & Palisca, Historia de la música occidental, Alianza Música, 2ª edición, Madrid 1993.
  • Allan Bloom, "Music". The closing of the American Mind. Simon & Schuster, po.73.1987 ISBN 0-671-47990-3.
  • Internet:
    • Heartland: www.geocities.com/Heartland/Fields/8616/composerfiles/liszt.html
    • La Rouche: www.larouchepub.com/lar/1998/lhl_hippo_tale.html
    • Pianoworld:http://www.pianoworld.com/ubb/cgi-bin/ultimatebb.cgi?ubb=get_topic;f=2;t=013641;p=2
    • www.wikipedia.org




              



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