“¿Cómo estás?”
“En la lucha... Cuantas más armas tenga, mejor puedo defenderme frente a los problemas”.
¿Cuántas veces dices estas palabras, sin comprender que te inducen a tomar la vida como una batalla, con ganadores y perdedores? ¿Cuántas veces te dicen que tienes que combatir el estrés... y tú sigues peleándolo? Vives nervioso, respirando ansiosamente, contracturado o deprimido. ¿No será que ese no es el camino?  

Siempre he creído que elegimos nuestra forma de vivir. Como telón de fondo siempre está el eterno dilema de si somos realmente libres o estamos mediatizados, prisioneros, manipulados por lo que se ha dado en llamar “el sistema”.  

Lo que voy a escribir a continuación es una necesidad por mi parte de expresar mi total repulsa hacia los acontecimientos que estamos viviendo en estos momentos, donde los diferentes conflictos armados provocan los peores sentimientos en la población que los sufre y en quienes somos testigos de las atrocidades que por una cuestión incalificable, como el deseo de poder o de venganza, muestran lo peor de la naturaleza humana. En este contexto, incluyo también a los asesinatos que, bajo la denominación de “violencia machista”, se están produciendo en todo el planeta, no solo en nuestro país.  

La vida nos pone frecuentemente frente a un espejo donde, querámoslo o no, tenemos que mirarnos. Ese espejo está generalmente personalizado, es decir, toma la forma de personas que nos devuelven una imagen que nos da información sobre nuestro momento actual. En ese espejo podemos ver cómo estamos actuando en relación a los aconteceres diarios, dónde no estamos siendo coherentes y también las veces que miramos hacia otro lado queriendo ignorar la realidad.  

Esta reflexión viene a cuento de las noticias que se están produciendo últimamente en torno al racismo y la xenofobia, sobre todo manifestados en el ámbito deportivo.  

Esta frase se le atribuye a Albert Einstein y no puedo más de acuerdo con ella. Los seres humanos cerramos nuestra mente por culpa del miedo y todas sus variantes. Tenemos la desgracia de vivir sometidos al imperio del miedo que nos impide llegar aún más lejos de lo que hemos llegado en todos los órdenes de la vida.  

Hace un tiempo escribí una reflexión que he vuelto a releer y he sentido el impulso de incidir sobre ella. En ella hacía mención a la forma en que muchas veces nos comportamos los seres humanos, que no nos paramos a pensar sobre nuestras actitudes porque solo tenemos vista para nuestro propio ombligo. La reflexión a la que hago referencia decía así:  

“Al despertar tuve una extraña sensación: era una mezcla de gozo y de opresión a la vez, de tristeza profunda y de alegría desbordante. La noche había transcurrido de forma extraña. Sin abrir los ojos me quedé durante unos minutos intentando que mi mente captara todo lo que le estaba llegando.  

Acabo de terminar de releer un libro que me pareció interesante en su momento, pero en estos tiempos que vivimos creo que merece una reflexión más profunda. Se titula “El alma del dinero”.