Cuando comencé a meditar, bueno a dar los primeros pasos, no sabía muy bien que era eso de meditar, no tenía claridad en la práctica, me sentaba, cerraba los ojos y me sumergía en mundos de fantasía, me refiero con esos mundos, a aquellos que por hábito nos trasladan a momentos de nuestra historia que nada tienen que ver con el presente que acontece, así pues, la práctica resultaba tediosa e infructuosa.
Recuerdo en una ocasión, hace bastantes años, al principio de mí aventura con el yoga, participé en un encuentro de meditación con un Rimpoché que invitaron en el centro de yoga en el que solía ir a practicar. Durante toda la jornada me sentía completamente perdida, mi mente no paraba, “el mono estaba dislocado” ya sabéis que, en las tradiciones orientales, a las fluctuaciones e inquietud mental se le llama “la mente del mono”, esto es debido a que por su propia naturaleza la mente no está nunca totalmente quieta, se puede asemejar, también, a las fluctuaciones en el mar, unas veces el mar está más quieto y sereno, otras agitado y turbulento, según las diferentes condiciones que se den. Pues bien, en aquellos momentos la mía era como los remolinos que se forman en el mar, no había ni un solo momento que encontrara un poco de calma, a eso había que añadir la incomodidad de la postura con las piernas cruzadas que se me dormían, la espalda me dolía, mi cuerpo gritaba para que saliera de allí… fue un auténtico suplicio, al finalizar, me dirigí al señor que estaba a mi lado que me pareció que era un practicante con experiencia y le dije: No sé meditar, ¿me puede decir que hay que hacer? Y su respuesta fue: Atenta, no hagas nada.
En ese momento me quedé sorprendida y sin saber que decir, la respuesta fue clara, concisa y breve. Así que me fui para casa sin saber nada de nada… años más tarde lo comprendí.
Recuerdo en una ocasión, hace bastantes años, al principio de mí aventura con el yoga, participé en un encuentro de meditación con un Rimpoché que invitaron en el centro de yoga en el que solía ir a practicar. Durante toda la jornada me sentía completamente perdida, mi mente no paraba, “el mono estaba dislocado” ya sabéis que, en las tradiciones orientales, a las fluctuaciones e inquietud mental se le llama “la mente del mono”, esto es debido a que por su propia naturaleza la mente no está nunca totalmente quieta, se puede asemejar, también, a las fluctuaciones en el mar, unas veces el mar está más quieto y sereno, otras agitado y turbulento, según las diferentes condiciones que se den. Pues bien, en aquellos momentos la mía era como los remolinos que se forman en el mar, no había ni un solo momento que encontrara un poco de calma, a eso había que añadir la incomodidad de la postura con las piernas cruzadas que se me dormían, la espalda me dolía, mi cuerpo gritaba para que saliera de allí… fue un auténtico suplicio, al finalizar, me dirigí al señor que estaba a mi lado que me pareció que era un practicante con experiencia y le dije: No sé meditar, ¿me puede decir que hay que hacer? Y su respuesta fue: Atenta, no hagas nada.
En ese momento me quedé sorprendida y sin saber que decir, la respuesta fue clara, concisa y breve. Así que me fui para casa sin saber nada de nada… años más tarde lo comprendí.
El Camino del Corazon + la meditación Vedanta Advaita
Hay un axioma que dice: El maestro aparece cuando el alumno está preparado. Y eso precisamente me sucedió en el 2009 cuando se me presentó el Camino del Corazón y el maestro de meditación Vedanta Advaita, Sesha, tengo que decir que al principio me costó seguirle, pues nunca había escuchado a nadie que hablara de la práctica meditativa, de los estados de conciencia, de la forma que él lo hacía, conceptos como: La Atención, El Presente, Atención eficiente. En mí se abrió un mundo nuevo y diferente para poder enfocar la práctica. Y desde entonces todo cambió ayudándome a manejarme por esos caminos internos, proporcionándome un mapa para no perderme en esos mundos interiores.
Aunque pareciera que la meditación es algo actual por la relevancia que está teniendo a través de científicos, médicos, terapeutas… La realidad es que es una de las practicas más antiguas de la humanidad, con múltiples variantes que recorren siglos y culturas.
Lo que es completamente nuevo es el interés de la ciencia por comprender sus efectos, medir sus beneficios y traducirlos en términos de la propia experiencia.
Pero la historia de la meditación comienza mucho antes de las apps, el mindfulness... Sus orígenes se remontan al menos al 1.500 a.C. en el contexto de las tradiciones védicas de la India, donde ya se habla de Dhyana, palabra sánscrita que significa meditación.
Aunque pareciera que la meditación es algo actual por la relevancia que está teniendo a través de científicos, médicos, terapeutas… La realidad es que es una de las practicas más antiguas de la humanidad, con múltiples variantes que recorren siglos y culturas.
Lo que es completamente nuevo es el interés de la ciencia por comprender sus efectos, medir sus beneficios y traducirlos en términos de la propia experiencia.
Pero la historia de la meditación comienza mucho antes de las apps, el mindfulness... Sus orígenes se remontan al menos al 1.500 a.C. en el contexto de las tradiciones védicas de la India, donde ya se habla de Dhyana, palabra sánscrita que significa meditación.
La meditación, practica universal
Al igual que para los occidentales existen dos estados de conciencia que son la vigilia y el sueño. Para los orientales, a parte de estos dos, hay cuatro más, que son:
Pratyahara (estado de observación), Dharana (estado de concentración), Dhyana (estado de meditación), Samadhi (estado de plenitud del Ser).
Con el tiempo, esta práctica se institucionalizó en el budismo, el hinduismo, el taoísmo y otras filosofías orientales, siempre ligada a la introspección, el control de la mente y la búsqueda de la sabiduría.
En paralelo a estas tradiciones, culturas como la griega y la cristiana, aunque con enfoques y objetivos distintos, profundizaban en sus prácticas meditativas, así, por ejemplo, en la Edad Media los místicos cristianos practicaban la oración contemplativa, una forma de meditación centrada en el silencio y la contemplación divina. En el mundo islámico, el sufismo incorporó practicas meditativas basadas en la repetición de mantras (repetición del nombre de Dios), la ceremonia musical y de danza y la contemplación silenciosa.
Pero no fue hasta mediados del siglo XX que la meditación comenzó a integrarse en la cultura occidental actual de la mano de maestros como Thich Nhat Hanh, el Dalai Lama que acercaron el budismo al mundo occidental, otros como Paramahansa Yogananda introdujo la práctica de Kriya yoga, Swami Vivekananda que presentó el yoga y la sabiduría hindú.
Fue en Estados Unidos cuando Jon Kabat-Zinn que en los años 60 estuvo en la India estudiando la meditación budista, funda en los 70 la clínica de reducción del estrés basada en el mindfulness (atención plena).
Pratyahara (estado de observación), Dharana (estado de concentración), Dhyana (estado de meditación), Samadhi (estado de plenitud del Ser).
Con el tiempo, esta práctica se institucionalizó en el budismo, el hinduismo, el taoísmo y otras filosofías orientales, siempre ligada a la introspección, el control de la mente y la búsqueda de la sabiduría.
En paralelo a estas tradiciones, culturas como la griega y la cristiana, aunque con enfoques y objetivos distintos, profundizaban en sus prácticas meditativas, así, por ejemplo, en la Edad Media los místicos cristianos practicaban la oración contemplativa, una forma de meditación centrada en el silencio y la contemplación divina. En el mundo islámico, el sufismo incorporó practicas meditativas basadas en la repetición de mantras (repetición del nombre de Dios), la ceremonia musical y de danza y la contemplación silenciosa.
Pero no fue hasta mediados del siglo XX que la meditación comenzó a integrarse en la cultura occidental actual de la mano de maestros como Thich Nhat Hanh, el Dalai Lama que acercaron el budismo al mundo occidental, otros como Paramahansa Yogananda introdujo la práctica de Kriya yoga, Swami Vivekananda que presentó el yoga y la sabiduría hindú.
Fue en Estados Unidos cuando Jon Kabat-Zinn que en los años 60 estuvo en la India estudiando la meditación budista, funda en los 70 la clínica de reducción del estrés basada en el mindfulness (atención plena).
Los descubrimientos de la Ciencia
Desde entonces múltiples científicos y universidades han dedicado recursos y talento a estudiar qué ocurre en el cerebro de una persona que medita. Uno de los hallazgos más significativos es que la meditación modifica la estructura y el funcionamiento del cerebro, los resultados que se han demostrado, es que los meditadores habituales, presentan un mayor grosor cortical en áreas asociadas con la atención, la regulación emocional y la introspección, como son la corteza prefrontal, la ínsula y la corteza cingulada.
Estas dos regiones trabajan juntas. La corteza cingulada es como una especie de paraguas que tenemos dentro del cerebro que es como un interruptor que pasa de lo consciente al inconsciente y viceversa y la ínsula es la parte cerebral más vinculada a la idea de quién soy. Por lo tanto, cuando nosotros estamos meditando, estamos adiestrando a nuestro cerebro a darse cuenta de sí mismo y esto no solo es válido para aprender a estar en el presente, sino, además, nos es válido para aprender a identificarnos a nosotros mismos, proporcionando una experiencia más consciente.
Al mismo tiempo, han observado una reducción en la actividad de la amígdala, región cerebral relacionada con el miedo y el estrés, lo que explicaría que la meditación ayuda a reducir la ansiedad y mejora la capacidad para afrontar situaciones difíciles.
La investigación más sonada y que dio la vuelta al mundo fue la que se le realizó al monje budista francés Matthieu Ricard por el Dr. Richard Davidson de la Universidad de Wisconsin en el 2004. Los resultados mostraron que mientras Ricard practicaba meditación su cerebro desarrollaba una actividad superior a la normal en la corteza cerebral pre-frontal izquierda. Esto indicaría una gran predisposición para el bienestar, las emociones positivas y la gestión del estrés.
Por otro lado, Sarah Lazard, de la Universidad de Harvard también estudió el impacto de las prácticas meditativas sobre el cerebro. En una de sus investigaciones Lazard y su equipo descubrieron que los meditadores de largo recorrido poseen las regiones del cerebro asociadas con la atención, la concentración y la interocepción, más gruesas que los meditadores esporádicos o los no meditadores.
¿Pero qué es eso de la interocepción? Para la neurociencia es como el séptimo sentido y refiere al proceso de percibir, integrar e interpretar las señales internas de nuestro cuerpo, ese sentido interno nos permite estar conscientes de lo que está sucediendo dentro de nosotros desde sensaciones viscerales hasta emociones. Esto nos lleva a concluir que ciertas áreas del cerebro se pueden desarrollar a lo largo de toda la vida. Es como cuando vamos al gimnasio a practicar ciertos ejercicios para fortalecer nuestros músculos.
Actualmente, la neurocientífica española y divulgadora de la Neurociencia en la meditación, Nazareth Castellanos nos cuenta que los estudios de investigación actuales, han descubierto que el cerebro está plenamente conectado con el corazón, con el intestino, con el útero, con los pulmones, con todo el cuerpo a través de los neurotransmisores, esas “cartas” que se envían las neuronas entre sí. Cuanto mayor es la relación y la coordinación entre todos los órganos del cuerpo, se afinan esas capacidades interoceptivas. Así se ha comprobado que cuando practicamos meditación no solo estamos cambiando las estructuras anatómicas y funcionales de nuestro cerebro, sino estamos cambiando nuestro corazón, nuestros intestinos, nuestra respiración, nuestro estómago… pero sobre todo estamos cambiando la comunicación entre ellos, cambiando las relaciones entre todos los sistemas que componen nuestro cerebro.
Estas dos regiones trabajan juntas. La corteza cingulada es como una especie de paraguas que tenemos dentro del cerebro que es como un interruptor que pasa de lo consciente al inconsciente y viceversa y la ínsula es la parte cerebral más vinculada a la idea de quién soy. Por lo tanto, cuando nosotros estamos meditando, estamos adiestrando a nuestro cerebro a darse cuenta de sí mismo y esto no solo es válido para aprender a estar en el presente, sino, además, nos es válido para aprender a identificarnos a nosotros mismos, proporcionando una experiencia más consciente.
Al mismo tiempo, han observado una reducción en la actividad de la amígdala, región cerebral relacionada con el miedo y el estrés, lo que explicaría que la meditación ayuda a reducir la ansiedad y mejora la capacidad para afrontar situaciones difíciles.
La investigación más sonada y que dio la vuelta al mundo fue la que se le realizó al monje budista francés Matthieu Ricard por el Dr. Richard Davidson de la Universidad de Wisconsin en el 2004. Los resultados mostraron que mientras Ricard practicaba meditación su cerebro desarrollaba una actividad superior a la normal en la corteza cerebral pre-frontal izquierda. Esto indicaría una gran predisposición para el bienestar, las emociones positivas y la gestión del estrés.
Por otro lado, Sarah Lazard, de la Universidad de Harvard también estudió el impacto de las prácticas meditativas sobre el cerebro. En una de sus investigaciones Lazard y su equipo descubrieron que los meditadores de largo recorrido poseen las regiones del cerebro asociadas con la atención, la concentración y la interocepción, más gruesas que los meditadores esporádicos o los no meditadores.
¿Pero qué es eso de la interocepción? Para la neurociencia es como el séptimo sentido y refiere al proceso de percibir, integrar e interpretar las señales internas de nuestro cuerpo, ese sentido interno nos permite estar conscientes de lo que está sucediendo dentro de nosotros desde sensaciones viscerales hasta emociones. Esto nos lleva a concluir que ciertas áreas del cerebro se pueden desarrollar a lo largo de toda la vida. Es como cuando vamos al gimnasio a practicar ciertos ejercicios para fortalecer nuestros músculos.
Actualmente, la neurocientífica española y divulgadora de la Neurociencia en la meditación, Nazareth Castellanos nos cuenta que los estudios de investigación actuales, han descubierto que el cerebro está plenamente conectado con el corazón, con el intestino, con el útero, con los pulmones, con todo el cuerpo a través de los neurotransmisores, esas “cartas” que se envían las neuronas entre sí. Cuanto mayor es la relación y la coordinación entre todos los órganos del cuerpo, se afinan esas capacidades interoceptivas. Así se ha comprobado que cuando practicamos meditación no solo estamos cambiando las estructuras anatómicas y funcionales de nuestro cerebro, sino estamos cambiando nuestro corazón, nuestros intestinos, nuestra respiración, nuestro estómago… pero sobre todo estamos cambiando la comunicación entre ellos, cambiando las relaciones entre todos los sistemas que componen nuestro cerebro.
Efectos beneficiosos de la práctica de la meditación
En resumen. Las investigaciones concluyen que los efectos de la meditación, son múltiples y beneficiosos, todos ellos comprobables a nivel cerebral y psicológico.
Algunos hallazgos claves son:
1. Cambios estructurales en el cerebro
Algunos hallazgos claves son:
1. Cambios estructurales en el cerebro
- Aumento de la materia gris especialmente en áreas relacionadas con la regulación emocional, la memoria y la toma de decisiones, como el hipocampo y la corteza prefrontal
- Reducción de la amígdala. Esta región asociada al miedo y el estrés tiende a reducir su tamaño en personas que practican la meditación regularmente, indicando una menor reactividad emocional.
- Mejora la atención y la concentración.
- La Meditación fortalece la red de atención y la conectividad entre diferentes regiones del cerebro, lo que mejora la capacidad de atención sostenida, reduciendo la distracción o divagación mental y manifestando una acción eficiente.
- Reducción del estrés y la ansiedad.
- Se ha observado una disminución en los niveles de cortisol, la hormona del estrés y una mejor regulación del sistema nervioso autónomo.
- Mayor conciencia del presente
- Aumenta la activación del córtex cingulado anterior, relacionado con la autorregulación y la conciencia de uno mismo y del entorno.
- Neuroplasticidad.
- La meditación promueve la neuroplasticidad, es decir, la capacidad del cerebro para reorganizarse, formar nuevas conexiones y adaptarse a nuevas experiencias.
Todo ser humano, si se lo propone, puede ser el escultor de su propio cerebro.
(Santiago Ramón y Cajal)