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Luis Arribas Mercado

26/01/2025

En un mundo tecnificado, donde los medios de comunicación hacen llegar a los ciudadanos lo que ocurre en cualquier parte del planeta, se ha puesto de manifiesto desde hace años los enfrentamientos que por las más diversas causas (entre ellas las creencias religiosas), se generan guerras, odio y muerte. Tal vez, si comprobáramos las similitudes que existen entre las diferentes religiones para llevar a los niños a sentirse adultos, quizás se eliminarían algunos prejuicios que separan a unos pueblos de otros. Mayte Antona nos da su opinión.



Foto de Noah Holm en Unsplash
Foto de Noah Holm en Unsplash
A Jacob, por ejemplo, le trae sin cuidado que la mayoría de sus compañe­ros de clase esté a punto de ha­cer la Primera Comunión, él es judío y sabe que cuando cumpla los 13 años celebrará el “Bar Mitzvá” y que implica su ma­yoría de edad religiosa. En esa ceremonia se le otorgarán nuevos privilegios y derechos religiosos y tendrá que asumir la responsabili­dad por la observancia de to­dos los preceptos y manda­mientos religiosos hebreos. Las niñas tienen el “Bat Mitz­vá” y lo celebran un año antes. Para la fami­lia del adolescente es una gran fiesta y se celebra igual que una Primera Comunión católica.
 
Igual que a Jacob, a Hamed, de religión musulmana, tampoco le preocupa que sus compañeros hagan la Prime­ra Comunión, él sabe que hay un rito que marca su mayoría de edad a los 13 años y que les obliga a cumplir con sus debe­res en la fe islámica, un objetivo similar a la religión judía.
 
Los evangélicos y los protes­tantes opinan que la relación del hombre con Dios es personal, sin intermediarios. El protestantis­mo cree que se ha confundido la palabra de Cristo con el mensaje de la Iglesia. Para ellos la Biblia es la base sobre la que se asienta la enseñanza que imparte la Iglesia.
 
Los evangélicos, por ejemplo, no creen en el pecado original, por lo que no bautizan a los niños al nacer sino que el creyente asume el acto religioso del bautismo cuando llega a la madurez y tiene la formación adecuada. En lugar de la Comunión, ellos celebran la Santa Cena una vez al mes y los niños no participan en ella.
 
Carmen y Andrés, a pesar de es­tar bautizados, haber hecho la Primera Comunión y haberse casado por la Iglesia, han deci­dido que sus dos hijos, María y Juan no hagan la Primera Comunión. “Somos creyentes, dice Carmen, pero no practicantes, hace años que no vamos a Misa y no queremos imponer a nuestros hijos una cele­bración social que para ellos carece de simbolismo religioso”.
 
A María, que acaba de cumplir los 9 años, estaba enfadada porque sus padres no la dejaban hacer la Comunión, cuando muchas de sus ami­gas la iban a hacer. “Esta­ba molesta con nosotros por­que quería ponerse un vesti­do como el de novia, que la regalaran cosas y dinero, pero después de hablar con ella y explicarle que si quería podía tomarla cuando fuera más mayor y que podríamos organizarle una fiesta para celebrar que había dejado de ser una niña y ya se convertiría en una adolescente, lo aceptó sin mayores problemas”.
 
“Sin embargo, los abuelos no aceptaban de buen grado que no hiciera la Comunión, pero no por razones religiosas sino sociales y de imagen ante los vecinos y familiares.
 
El caso de Carmen y Andrés no es aislado, en los últimos años ha descendido el número de niños españoles que hacen la Comunión, sobre todo en las grandes ciudades, aunque también hay que tener en cuenta que el índice de natali­dad también ha disminuido.
   
Algunos psicólogos asegu­ran que es bueno que los niños tengan esta fiesta religiosa de afirmación o de madurez. Creen que es necesario que el niño sepa que ya es adulto y que se le dé importancia a este momento para que ellos se sientan más comprometidos algo que, como hemos indicado, se consigue con una celebración “civil” realizada precisamente con este propósito.
 
Sin enjuiciar los diferentes ritos religiosos (cristianos, judíos y musulmanes) que se adoptan para simbolizar que los niños llegar a ser adultos a la “edad de la consciencia” y con ella la capacidad de utilizar conscientemente el libre albedrío, parece claro que en todas las religiones se le da mucha importancia al momento trascendental en que la persona deja de ser niño, es decir, un ser un tanto inconsciente, para convertirse en alguien dispuesto a formar parte de la sociedad y asumir las responsabilidades inherentes a ello.




              



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