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No sucumbir a la actualidad



Koldo Aldai

07/04/2021

La recién estrenada primavera puede pasar al lado con todo su alarde de frescura, vida y belleza y pillarnos a nosotros en el Google investigando quién es Rocío Carrasco o los últimos datos del Covid en Manchuria. La sempiterna gresca política, con la última y agresiva intervención del dirigente de turno, poco va a afectar nuestro destino, si no es para saturarnos de mediocridad. Seguir la actualidad pormenorizada que nos sirven los medios, es un ejercicio que nos puede ir vaciando de ilusión y de esperanza en el futuro.



Photo by Taras Shypka on Unsplash
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No podemos diariamente sucumbir al mazazo de la dura actualidad. Una cosa es querer estar en el mundo y otra diferente impregnarte de mundo. Nos toca impregnarnos del mundo que está naciendo, no del que está muriendo, no del que no tiene recorrido y no es sostenible. La lectura exhaustiva del diario acontecer servido por los medios, nos puede no sólo hacer perder un tiempo precioso, sino también causar daño, influir y contaminar mentalmente. Hay otra actualidad “alternativa” de la que no reportan los noticieros oficiales y que reclama también su foco. Es más estimulante en términos de progreso colectivo. 
 
Deberemos, cuanto menos, cuestionar la jerarquía de importancia de las noticias que se nos presentan. Desde las redacciones de los medios, desde su particular órbita y conciencia, se decide qué acontecer es el más importante pero, seguramente, no tiene ninguna trascendencia para la humanidad el que prospere o no la moción de censura en Castilla y León. Seguramente, podemos seguir viviendo sin conocer quién es Rocío Carrasco y su tóxico novio…, pero conviene que sepamos por qué, por ejemplo, los campesinos indios llevan muchos meses en sostenida y civilizada lucha.
 
Lo relevante para unos no lo es necesariamente para otros. La relevancia de una información está relacionada con nuestro enfoque de la existencia. Los profesionales de la información cumplen con su cometido de dar cuenta de lo que conciben como noticiable, pero la idea de “noticia” está cargada de subjetividad. La “noticia” no es igual para quien está inmerso en el mundo, identificado con él, que para quien ve en el mundo un campo de entrenamiento de la conciencia. 
 
“Noticia” debiera ser aquello cuyo conocimiento nos hace más presentes, no más ausentes. La noticia nos sirve para acompañar al otro y ser un poco más con él, para sentirnos más humanidad en medio de esta hora intensa de desafío evolutivo. El otro no merece caminar sólo y abandonado. Ese acompañamiento nos empuja en el desarrollo de la conciencia, nos ayuda a dar las respuestas adecuadas a los grandes interrogantes. Será, por lo tanto, preciso seleccionar qué información nos resulta útil en ese acompañamiento, cuál nos permite estar mejor ubicados en el aquí y ahora y cuál, únicamente, responde a una mera curiosidad que puede ser incluso malsana.
 
Reciclar el significado, leer la actualidad con los ojos de la esperanza, puede ser excusa hasta cierto punto para ese repaso detallado, pero nadie está exento de la posibilidad de sucumbir a ese ejercicio diario. Una vez más necesitamos el punto medio. En este ejercicio de mantenernos informados, buscaremos el centro balanceado, un estar y no estar. Trataremos de observar sin identificarnos; tomar conciencia aérea de lo que acontece, sin imperiosidad de letra pequeña y análisis exhaustivo. 
 
Después de miles y miles de periódicos leídos en infinidad de mañanas, compruebas que no eres un ciudadano que necesariamente estás mejor informado; constatas que has consumido infinidad de información que no servía necesariamente a la finalidad de estar más presente. La frivolidad, la vulgaridad y el conflicto alcanzan a menudo el titular más fácilmente que la noticia positiva, necesaria, y esa carga de negatividad va depositándose en nuestro interior. Hay que tener una enorme fe en el ser humano y en su superior destino para compensarla. Esa fe nos puede habitar, pero no somos inmunes a los efectos que comporta esa digestión de un brebaje diario con exceso de ponzoña.
 
Cada mañana, el repaso de arriba abajo de los medios nos lastra, nos impregna de un pesimismo, que después hemos de esforzarnos en quitarnos de encima. Reconozco en la adicción a las noticias una droga que, por lo menos, necesita su descanso. La noticia, como el café o la anfetamina, puede ser adictiva, requerir su preocupante dosis diaria. No es que necesitemos ser tratados, sólo necesitamos el antídoto, reparar en otras cabeceras de luz, en otros titulares de auténtica primavera que nos equilibren. Esos titulares a menudo no los proporcionan los medios oficiales. 
 
Podemos ser más felices sin el ritual de lectura pormenorizada de la actualidad, pero tampoco podemos desentendernos por entero del mundo y del devenir humano. Vinimos con contrato de compromiso, por más que nadie nos exigirá saber de los últimos tránsfugas de determinado color político, ni de los pormenores de la descorazonadora batalla parlamentaria. Acompañar sin apresarnos, sin quebrarnos; mirada aérea sobre la actualidad para ubicarnos, no exhaustivo “zoom” en el que seguramente nos extraviaremos.




              



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