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¿Podemos reprogramar nuestro cerebro?



Maria Pinar Merino Martin

26/05/2023

Nuestro cerebro está preparado para generar respuestas provocadas fundamentalmente por dos estímulos: el dolor y el placer. Son dos mecanismos que nos impulsan a la acción. Evidentemente en situaciones donde está comprometida la supervivencia el dolor es más importante que el placer, ya que nos obliga a reaccionar para atender a esa orden imperiosa que está marcada en cada célula: sobrevivir.



Foto de Milad Fakurian en Unsplash
Foto de Milad Fakurian en Unsplash
Cuando nos enfrentamos a alguna situación de peligro se genera una situación de estrés que nos ayuda a preservar la vida y escapar de las situaciones que la ponen en peligro. Así, nuestro cerebro genera a nivel psico biológico una serie de respuestas ante las emergencias poniendo en marcha todo nuestro potencial físico generando respuestas biológicas a través de nuestro sistema endocrino y los neurotransmisores.
 
Una vez superada la situación de peligro y normalizadas las circunstancias que nos rodean el organismo tenderá a volver al estado de “normalidad”. La respuesta fisiológica ante las situaciones de estrés es conocida como “fight or flight”, es decir “lucha o vuela”, enfrentarse o escapar y fue descrita en 1915 por el científico Walter Kan en sus experimentos de laboratorio con animales.
 
Así pues, podríamos decir que para la supervivencia el dolor es más importante que el placer, por lo tanto, algunos investigadores estarán de acuerdo en postular que las asociaciones dolorosas son las que se desarrollan en general más rápidamente. No obstante, también tienen una rápida respuesta las adicciones como la dependencia a sustancias o actividades nocivas para la salud que generan una inmediata adicción al placer desequilibrando en nuestro cuerpo y nuestra psique.
 
¿Qué pasaría si un animal se quedara comiendo pasto por el placer que le produce alimentarse mientras su depredador lo acecha? Evidentemente la evolución consciente supone reprogramar nuestro cerebro para que aquellos estímulos negativos sean reconducidos y nos lleven hacia la salud y la consciencia plena.
 
Nuestro sistema nervioso está preparado especialmente para la supervivencia es por eso que muchas veces prestamos especial atención a las experiencias dolorosas imaginamos que el depredador acecha y nuestro sistema de alerta se pone en marcha sin importarle si estas amenazas son reales o no.

La interpretación de la realidad

Hemos escuchado en muchas ocasiones que más del 90% de las cosas que nos preocupan o nos angustian, nunca llegan a producirse.  Mark Twain lo expresaba así: “He tenido incontables problemas en mi vida la mayoría de ellos nunca sucedieron”.
 
Sabemos, por propia experiencia, que la mayoría de nuestros problemas no siempre son objetivos, sino que son fruto de la interpretación que hacemos de la realidad que estamos viviendo, y, muchas veces tendemos a sobredimensionar las situaciones adversas de la vida.
 
¿Podríamos cambiar nuestros pensamientos sobre las cosas que nos suceden? ¿podríamos activar el potencial de toda nuestra biología para que trabajara a nuestro favor?
 
Evidentemente sí, pero hay algo que me gustaría aclarar: hemos oído muchas veces comparar el funcionamiento de nuestro cerebro con el de un computador, sin embargo, no es así. Nuestro cerebro, gracias a una cualidad que conocemos como neuro-plasticidad está en permanente cambio, lo que significa que podemos modificar los viejos esquemas mentales, los programas limitantes que están asentados en nuestro inconsciente por otros nuevos circuitos neuronales que produzcan respuestas diferentes y más acordes con nuestro momento evolutivo.
 
Poco a poco, podemos ir cambiando nuestros mapas mentales, gracias a esa neuroplasticidad, para crear nuevos hábitos, nuevos modelos, nuevas creencias, en definitiva, que nos conduzcan a un modo de vida donde disfrutemos de mas salud, paz y energía para afrontar y gestionar los desafíos que se nos presentan cada día.
 
Los cambios en las estructuras de pensamiento y que están reflejados en los circuitos neurológicos de nuestro sistema nervioso se producen durante toda la vida de un ser humano. Mientras seguimos aprendiendo nuestro cerebro sigue cambiando, gracias a ello hemos desarrollado la capacidad adaptativa que nos permite solventar cambios inesperados en nuestro entorno.

Foto de Yannic Läderach en Unsplash
Foto de Yannic Läderach en Unsplash

La influencia de las creencias

Uno de los programas que inciden directamente en nuestra conducta son las creencias que se han ido formando desde el mismo momento de nuestra gestación y a lo largo de toda nuestra etapa de desarrollo. Las creencias se nutren de diferentes fuentes: familia, educación, contexto cultural y social, filosofía y religión, situaciones traumáticas, acontecimientos repetitivos, etc.
 
Pero ¿qué es una creencia y cómo afecta a nuestro comportamiento?
 
Las creencias son afirmaciones o juicios sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea y se instalan en nuestra mente como programas inconscientes y a partir de ese momento solo tienen un objetivo: perpetuarse, reafirmarse. Una creencia es tener la convicción de que algo es tal como lo pensamos sea cierto o no. Y existen creencias de diferentes rasgos: unas son limitantes y otras son potenciadoras.
 
Desde pequeños los seres humanos aprendemos por imitación o mímesis, hemos reproducido ideas, palabras, pensamientos y conductas a lo largo de todo nuestro desarrollo, primero en el seno de nuestra familia, que es la primera ventana por la que nos asomamos al mundo y después por el contexto donde nos desarrollamos, por la cultura y la sociedad a la que pertenecemos. Esas culturas, compartidas por las distintas sociedades crea un sustrato de teologías, valores, moral, modos de vida, etc. que se van transmitiendo de generación en generación, mediante la observación, el aprendizaje, la imitación, etc. algo que nos permite sentirnos “incluidos”, pertenecientes a un grupo.
 
Las creencias nos impelen a crear el mundo en el que queremos vivir. A veces la cultura favorece creencias que nos limitan en lugar de promulgar otras que nos potencien y nos lleven a una vida de felicidad y crecimiento. Podríamos decir que las creencias son una especie de moldes o plantillas que aplicamos a todo lo que percibimos y nos hace estructurar un posicionamiento mental y después la respuesta que vamos a dar en nuestra vida cotidiana, ya sea en situaciones sencillas o en otras más comprometidas.
 
De ahí la importancia de practicar algún método de introspección, relajación, meditación o autoconsciencia para parar el funcionamiento “automático” de la mente y sacar a la luz esos modelos que condicionan nuestra manera de hablar y nuestro comportamiento.

Foto de Ian Stauffer en Unsplash
Foto de Ian Stauffer en Unsplash

Los primeros pasos

Podemos reeducar nuestra mente simplemente prestando atención a esos dos aspectos: el lenguaje y la conducta podemos hacernos conscientes de lo que no está funcionando, reflexionar y producir cambios que nos acerquen más a lo que buscamos en este momento de nuestra vida.
 
El lenguaje es muy importante, ya nos lo enseña la PNL (Programación Neurolingüistica), en realidad recrea un modo de estar en el mundo, de ver las relaciones e interactuar con los que nos rodean. Y el otro punto fundamental es la observación de nuestra conducta.
 
Es importante también observar lo que pensamos acerca de nosotros mismos, de los demás y del mundo que nos rodea. Después ir cambiando nuestros pensamientos sobre todo ello hasta conseguir que lo que pienso, lo que siento, lo que digo y lo que hago esté alineado y en coherencia. Es decir, coherencia entre nuestra mente, nuestro campo energético y nuestro cuerpo físico.
 
Generar pensamientos positivos, crear decretos y afirmaciones que potencien nuestras cualidades, fijarnos objetivos y metas que nos acerquen a lo que queremos llegar a ser, a cómo queremos estar, a lo que queremos vivir, en definitiva. El cerebro es perezoso por naturaleza, busca realizar siempre el mínimo esfuerzo y se resiste a los cambios, pero contamos con una clave: la repetición. Para hacer que un hábito nuevo se implante es necesario ser constante y al igual que una gota y otra y otra cayendo sobre un mismo lugar genera un socavón, así nuestro cerebro irá adquiriendo nuevos modelos y nuevas creencias que se convertirán en nuevas actividades, rompiendo el automatismo y enfocando la atención hacia una mayor consciencia, que nos permitirá tomar mejores decisiones y ganar en salud, paz interior y bienestar.




              



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