Mientras caminamos por un bosque o cuidamos nuestras macetas, no solemos pensar que cada hoja, cada flor, cada aroma que desprenden está contando algo. Las plantas hablan, y su idioma —aunque no lo oigamos— tiene mucho que decirnos.
Una de las formas más asombrosas en las que se comunican es a través de los aromas. Lo que para nosotros es simplemente un olor agradable, para ellas es un mensaje vital. Emiten compuestos volátiles al aire —los mismos que dan lugar a los aceites esenciales— que pueden servir como señales de advertencia, como una forma de defenderse o incluso como una invitación a colaborar con otros seres vivos.
Cuando una planta se ve afectada por una plaga, una sequía o una agresión externa, modifica su química interna y libera al aire ciertas moléculas volátiles. Estas moléculas pueden ser percibidas por otras plantas cercanas, que responden activando mecanismos de defensa antes de que el problema las alcance. No es una reacción emocional: es adaptación y anticipación.
En aromaterapia, aprovechamos ese lenguaje. Cuando usamos un aceite esencial, no sólo estamos aplicando una sustancia aromática, estamos invitando a nuestro organismo a participar en ese diálogo milenario entre humanos y plantas. Al oler, no sólo recibimos un estímulo; también escuchamos un mensaje. Y muchas veces, ese mensaje llega justo cuando más lo necesitamos.
Quizá por eso, cada vez que alguien me dice “este aceite me cambió el día”, pienso: "claro, porque te habló. Y lo escuchaste."
Una de las formas más asombrosas en las que se comunican es a través de los aromas. Lo que para nosotros es simplemente un olor agradable, para ellas es un mensaje vital. Emiten compuestos volátiles al aire —los mismos que dan lugar a los aceites esenciales— que pueden servir como señales de advertencia, como una forma de defenderse o incluso como una invitación a colaborar con otros seres vivos.
Cuando una planta se ve afectada por una plaga, una sequía o una agresión externa, modifica su química interna y libera al aire ciertas moléculas volátiles. Estas moléculas pueden ser percibidas por otras plantas cercanas, que responden activando mecanismos de defensa antes de que el problema las alcance. No es una reacción emocional: es adaptación y anticipación.
En aromaterapia, aprovechamos ese lenguaje. Cuando usamos un aceite esencial, no sólo estamos aplicando una sustancia aromática, estamos invitando a nuestro organismo a participar en ese diálogo milenario entre humanos y plantas. Al oler, no sólo recibimos un estímulo; también escuchamos un mensaje. Y muchas veces, ese mensaje llega justo cuando más lo necesitamos.
Quizá por eso, cada vez que alguien me dice “este aceite me cambió el día”, pienso: "claro, porque te habló. Y lo escuchaste."