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Educación: El despertar del conocimiento



Maria Pinar Merino Martin

22/12/2021

Con el desarrollo de la civilización industrial y el nacimiento de los sistemas de comunicación y transporte, surgió una nueva prestación social: la escuela pública. El derecho a la educación general como un bien a compartir por todas las clases sociales. En el siglo XIX se ampliaron los años de escolarización, cada vez iban niños/as más pequeños, los cursos eran más largos y se utilizaban más años en el periodo de formación.



Photo by Debby Hudson on Unsplash
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Todo ello, si bien fue un paso positivo, se concretó enseguida en la creación de generaciones dóciles y en escuelas de corte fabril. Se trabajaba en dos aspectos: un programa descubierto, en el cual se impartían materias tales como: lectura, escritura, aritmética, historia y especializaciones concretas, que tenía por objetivo integrar a los jóvenes en un sistema industrial. El otro aspecto era el programa encubierto, en el que se potenciaba y premiaba la puntualidad, la obediencia, la aceptación sin dudar de la jerarquización, el conformismo ante trabajos mecánicos y repetitivos, etc. que daba como resultado la creación de peones aptos para las cadenas de producción masiva, trabajadores que aceptaran las órdenes de las jerarquías directivas y hombres y mujeres esclavizados en operaciones brutalmente repetitivas.
 
Los antiguos sistemas de educación, basados fundamentalmente en el miedo, hoy son considerados como represivos. No fue, sino hasta mediados de este siglo XX, cuando empezaron a surgir movimientos pedagógicos renovadores: la escuela de Summerhill en Inglaterra, la escuela de Barbiana y el método Montessori en Italia, las técnicas progresistas de Fernand Deligny, etc. fueron el comienzo de un movimiento de continua revisión que aún hoy día no ha finalizado.
 
Sin embargo, el tema de la educación es un tema vivo y cambiante puesto que cambian los individuos y cambian los entornos en los que éstos se desenvuelven. Los viejos paradigmas del pasado ya no son aplicables a nuestros niños y jóvenes; la necesidad de encontrar nuevas bases de funcionamiento, se ha convertido en foco de atención para todos aquellos que buscan la implantación de una nueva generación emergente.

Photo by Ryan Fields on Unsplash
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Los cinco primeros años son claves

La mayoría de los psicólogos coinciden en afirmar que los cinco primeros años de vida son de una importancia vital para la futura personalidad del niño/a. Y aún hay más, se han realizado numerosos estudios que demuestran las influencias que recibe el feto durante el periodo de gestación. Eso nos lleva a pensar que al niño/a le moldean primero los padres, después los maestros/as y por último la sociedad. ¿Acaso los padres y pedagogos/as son conscientes, como asegura la psicología, que en esos primeros años de vida se «aprietan» el 90% de las «teclas» de la personalidad de ese ser?
 
Los intereses de cada uno de estos sectores se dejarán sentir en las sucesivas etapas del desarrollo infantil: los padres proyectando sus deseos, replicando patrones de conducta y volcando en sus hijos/as las expectativas no satisfechas. Los enseñantes mediatizados por su propia formación academicista y por su participación en el sistema, y la sociedad utilizando todas las armas a su alcance: religión, política, economía, consumismo, convencionalismos sociales... que se empeñan en mirar más hacia el pasado (porque eso les da seguridad) que hacia el futuro.
 
Para poder ser «permeable» a las nuevas formas de la pedagogía, es imprescindible que cada uno de nosotros borre de «su pizarra» todo cuanto ha ido escribiéndose en ella a lo largo de la vida y empezar a escribirla nuevamente, pero con la plena consciencia de lo que estamos haciendo.

Photo by David Troeger on Unsplash
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La educación es la base de un futuro sostenible

El tema de la educación es, probablemente, el de mayor importancia dentro de una sociedad. No debería ser una preparación dirigida especialmente a enseñantes, sino una asignatura obligada para todos los seres humanos, ya que todos estamos en contacto con niños y jóvenes inmersos en su programa de formación. Es posible que en la futura sociedad nos llevemos la sorpresa de ver como desaparecen los títulos académicos y son sustituidos por capacidades y vocaciones. Así, los hombres y mujeres que impartan clases a los niños y niñas, no serán maestros y maestras tal y como los conocemos hoy, sino que serán personas que, por propia experimentación, les puedan aportar las pautas que necesitan, para que sean ellos/as los que descubran las claves de acceso a la enseñanza, sea la que sea.
 
La educación dejaría de ser una necesidad para convertirse en algo consustancial al ser humano. Hablamos del alimento de la mente, tan necesario como el del cuerpo y el que da contenido a la filosofía de vida, es decir, cuanto más se conoce el Universo mejor manifestación de la filosofía, porque ella da los porqués, la cultura el cómo. No debemos olvidar que el desarrollo evolutivo del ser humano está sustentado en su filosofía.
 
La filosofía nos enseña los caminos por donde deben discurrir nuestros pensamientos y nuestros actos. No obstante, la filosofía es algo que debe adaptarse a un desarrollo intelectivo.
 
Sin embargo, ni siquiera los ensayos pedagógicos más progresistas se adaptan a las necesidades del ser humano del siglo XXI. Todos ellos coinciden en una máxima: PERMITIR QUE SE DESARROLLE LIBREMENTE LO QUE HAY DE BUENO EN LOS NIÑOS Y NIÑAS.
 
El objetivo sería crear niños/as con autonomía, capaces de integrarse en una nueva civilización. Entendiendo por autonomía el gobierno de sí mismos/as, la autorresponsabilidad. Todo ello basado en la confianza de la bondad de la naturaleza humana; en la idea de que los niños/as y los adultos/as tienen los mismos derechos; en el descubrimiento de la frontera entre la libertad y la licencia; en la potenciación de la sinceridad, la caridad, la intencionalidad positiva y la confianza mutua entre los seres humanos; en la abolición para siempre de los «pecados originales» que les han tenido esclavizados durante milenios; en el desarrollo innato del sentimiento de solidaridad.
 
Es necesario permitir al niño y a la niña que vivan sus intereses naturales. Su principal interés es la fuerza vital de la personalidad toda y ese interés es completamente espontáneo. Forzando a los niños/as a estudiar materias que no les interesan, les condicionamos para aceptar -en el futuro- tareas que no le proporcionarán ningún placer en su vida laboral en la madurez.
 
Todo en la naturaleza parece apuntar a que el fin de la vida es la felicidad. La ética nos dice que la libertad se ejerce mientras no se invada la libertad de los demás. Si la palabra felicidad significa algo, sería un sentimiento íntimo de bienestar, una sensación de equilibrio, un sentimiento de estar satisfecho con la vida. Esas cosas solo pueden existir cuando uno/a se siente libre.
 
Se trataría de creer en la personalidad, y en el organismo que llamamos niño/a, para no hacer nada que pueda torcer esa personalidad y envarar su cuerpo con una intervención equivocada. Sería necesario estar atento a los indicios, a los impulsos y a las manifestaciones de ese pequeño/a para intentar descubrir cuál es el programa que, como ser evolutivo, viene a desempeñar, tratando de facilitarle en la medida de nuestras posibilidades los medios para lograrlo. 
 
Se trataría de proporcionar amor, aprobación, fe en él/ella, confianza, comprensión, tolerancia, sin mezclar jamás la autoridad y la moral, es decir, criar niños/as sin producirles complejos, potenciándoles la fantasía y la curiosidad como motor evolutivo.
 
La nueva generación no tendrá nada que ocultar, será franca y sincera. No necesitará en su vocabulario la palabra «mentira», todos los procesos serán mucho más transparentes. El acceso a capacidades mentales que hoy consideramos paranormales como la telepatía, el dominio de los sueños, el manejo de técnicas psicológicas, les abrirán puertas que les permitirán conocerse mejor y conocer, a su vez, el mundo que les rodea.

Photo by Elena Mozhvilo on Unsplash
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El equilibrio entre los dos hemisferios es fundamental

El uso equilibrado de sus dos hemisferios cerebrales les permitirá compaginar sin tensión la lógica y la intuición; la razón y la percepción; el lenguaje, la lectura, la escritura, las matemáticas con el ritmo, el arte, la visualización, las creatividad; la percepción lineal con los procesos paralelos; el análisis con la síntesis, etc. etc. porque llegará a descubrir que el hemisferio izquierdo y el derecho no trabajan por separado, sino que cada uno soporta y complementa la actividad del otro.
 
Las normas y las reglas que aparezcan como necesarias, serán aquellas que surjan de dentro, nunca impuestas desde fuera. La disciplina de equipo (en una orquesta el primer violín obedece al director porque está tan interesado como él en una buena ejecución), sustituirá a la disciplina que hoy conocemos como respuesta para evitar el castigo. No puede darse una humanidad buena si se trata a los individuos con odio, castigos o represiones.
 
He aquí un bello poema:
 
El amor es el único camino
La humildad es el calzado para andarlo
La Fe es la vista para verlo
La Caridad es la luz del día
El deseo de aprender las luces de la noche
 
Los bloques o contenidos de los programas educativos del futuro tendrán que contemplar varios aspectos para lograr el desarrollo integral del ser humano: desarrollo personal, aspectos afectivos, desarrollo fisiológico, conocimiento de las leyes físicas (materias o asignaturas) y finalmente el descubrimiento del sentimiento de transcendencia.
 
Considerarán al ser humano de un modo mucho más holístico, sabiendo el papel fundamental que desempeña en el Universo como parte de un todo que está en constante interacción con él.
 
La educación del futuro está por descubrir, lo más que podemos hacer es mantener la mente y el corazón abiertos, atrevernos a crear nuevos caminos, abrirnos a la intuición de lo desconocido y a incursionar en nuevos territorios de la consciencia.




              



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