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Bioenergía: Las claves de la vida



Luis Arribas Mercado

31/03/2024

Los últimos avances en medicina, física y tecnología, nos muestran un panorama insólito acerca de la estructura del universo. La hipótesis holística nos lleva a un escenario en el cual el ser humano ha dejado de ser un ente compuesto exclusivamente de cuerpo y alma, para convertirse en un conjunto de planos o cuerpos vibrando a diferentes niveles que interactúan unos sobre otros. La salud y la enfermedad, la vida y la muerte, dependen de la correcta interrelación de estos planos.



Imagen creada por IA
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Que el ser humano es algo más que un cuerpo físico, es un postulado que se está abriendo paso, día a día, entre los círculos científicos más progresistas. Los avances producidos en el tratamiento de regeneración de tejidos, sobre todo en fracturas óseas, mediante la aplicación de campos electromagnéticos controlados, así como los espectaculares progresos obtenidos en la detección precoz de enfermedades, gracias a la aplicación de campos de energía, han propiciado que las terapias médicas consideradas de nulo valor científico, como son todas aquellas que tratan de incidir sobre los campos energéticos empiecen a ser consideradas como una posibilidad, no tan desdeñable, a la hora de establecer tratamientos médicos alternativos cuando la medicina tradicional no encuentra el remedio adecuado.

Gracias a las teorías de Einstein, los paradigmas sobre los que se sustentaba nuestra concepción del universo se han visto alterados y han permitido que científicos como Karl Pribram, David Bohm o Fritjof Capra entre otros, hayan efectuado incursiones sobre aspectos de la realidad no contemplados hasta ahora por la física, la medicina o la ciencia en general. En este sentido, podemos apreciar que una de las principales diferencias entre los planteamientos newtoniano e einsteiniano, es la perspectiva desde la cual se contempla la estructura física del ser humano. El mecanicismo newtoniano considera al organismo como una serie de complicados sistemas químicos que sustentan una estructura de nervios y de músculos, de carne y huesos, presentando al cuerpo físico como la máquina absoluta, como intrincado mecanismo de relojería, cuyo detalle alcanza más allá de la estructura celular para entrar en el mundo de lo subatómico, donde el concepto de materia sólida desaparece.

La perspectiva einsteiniana, en cuanto a la estructura física del organismo humano, propone nuevas cualidades no contempladas con anterioridad y que nos llevan a la construcción de un nuevo modelo del cuerpo físico.

Se trata de entender que nuestro cuerpo forma parte de otros sistemas energéticos superiores. El organismo físico, lejos de constituir un sistema cerrado en sí mismo, no es más que uno de los diversos sistemas que forman parte de un equilibrio dinámico. Estos sistemas de energías superiores, a los que podemos llamar cuerpos sutiles, están constituidos de materia cuyas características de frecuencia vibratoria difieren de las de nuestro cuerpo físico pero se hallan interconectados con él.

De cualquier manera, si pudiéramos observar como están constituidos los cuerpos físico y etérico, podríamos comprobar que, prácticamente, no existe diferencia en su configuración, por cuanto el segundo es la representación del primero en un nivel vibratorio u octava más elevado. Esto nos permite suponer que el cuerpo mental es, a su vez, una representación de los dos anteriores en una octava o nivel superior de frecuencia vibratorio.

A partir de ahora, al hablar del ser humano no podemos circunscribirnos a su cuerpo físico, sino al conjunto de planos o niveles de frecuencia que están en continua interrelación, proporcionándole la vida. El interfaz o puente de unión entre los diferentes planos de manifestación lo constituyen los chakras, tanto etéricos como mentales.

Lo comentado hasta ahora nos presenta las alternativas de una relación activa entre el cuerpo físico y el etérico. Sin embargo, la relación de estos dos planos con el mental ha sido objeto de discusión, no por que no sea evidente su influencia, como lo demuestran muchas de las dolencias calificadas como psicosomáticas, sino por determinar la manera en que esta relación se produce. Aún se debate acaloradamente entre psicólogos, psiquiatras y biólogos si la mente es algo inherente al cerebro o, por el contrario, representa un plano energético sutil al cual estaría de alguna manera conectado el cerebro. La respuesta, obviamente, sólo nos llegará en el momento en que nuestra tecnología disponga de los sensores adecuados a ese tipo de energía. Entretanto, no estaría de más reflexionar sobre los experimentos llevados a cabo por eminentes investigadores de todo el mundo en relación con la aplicación a distancia de las energías sanadoras, sobre todo si tenemos en cuenta que en este tipo de curación se hace imprescindible la aportación consciente de la mente del sanador.

La salud y la enfermedad es cosa de tres: el físico, el etérico y el mental. Una correcta armonización entre estos planos nos mantendrá perfectamente conectados con la principal fuente de salud universal: el espíritu, el amor. La enfermedad, por tanto, sería un programa de la Naturaleza tendente a decirle al individuo que está viviendo una situación que no le conviene, que le desarmoniza.

La ciencia médica se ocupa de reestablecer el equilibrio biológico actuando sobre los efectos con tratamientos de choque, tanto farmacológicos como quirúrgicos, que no eliminan la posibilidad de recaídas. Las técnicas de medicina vibracional, entre las que podemos encontrar la homeopatía, la acupuntura, las esencias florales o la imposición de manos, van dirigidas a descubrir y “ayudar” a eliminar las causas que producen las disfunciones orgánicas.

Por otra parte, contamos los seres humanos con la inestimable ayuda de los llamados “médicos del astral”, un cuerpo de élite formado por médicos de diferentes lugares del universo, especialistas en bioenergía y cuya función consiste en aplicar terapias energéticas tendentes a rearmonizar nuestro cuerpo etérico. A estos médicos se puede acceder en contadas ocasiones con determinados ejercicios y siempre que nos guíe el deseo de ayudar.




              



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