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Aún estamos a tiempo



Maria Pinar Merino Martin

27/09/2024

En los últimos años y en buena parte merced a los acontecimientos que han convulsionado nuestro mundo ha comenzado a decantarse una energía de cambio surgida entre la gente de a pié, personas independientes que no necesariamente están adscritas a ningún tipo de movimiento político, social, religioso o ideológico, sino individuos que se conmueven ante la gravedad de las noticias que nos muestran cada día los medios de comunicación y que superan nuestra capacidad de asombro.



Foto de Aron Visuals en Unsplash
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Posiblemente el punto álgido de este movimiento lo marcó la guerra de Irak y la manipulación de la información por parte de los principales responsables con el propósito de condicionar la opinión pública. Esa guerra ha puesto en marcha un detonante que movilizó a miles de personas en todo el planeta, algunos lo manifestaron expresamente, pero otros muchos simplemente sintieron en su interior que ese camino del abuso de poder, de la confrontación, de la violencia, la falta de respeto y de tolerancia, unido a las constantes agresiones a la ecología planetaria, desembocaría –en no muchos años- en consecuencias catastróficas para nuestro mundo y sus habitantes. 
 
Ahora, sólo hace falta que esos movimientos, manifiestos o no, continúen haciéndose más y más patentes, para que con el tiempo cristalicen en las altas instancias del planeta. Pero para que eso suceda, para que la inercia actual no sea algo superficial y quebradizo, hace falta que, en lo profundo del ser humano, en la gente de base estén trabajando personas de buena voluntad, que aúnen esfuerzos y generen energía e ilusión para que quién tome las decisiones no lo haga pensando sólo en sus intereses –sean estos económicos, políticos, religiosos o de cualquier índole- sino que lo haga basándose en el bien común. Esa es una de las premisas básicas para alcanzar una sociedad armónica: el bien común por encima del individual. La otra es colocar siempre a las personas por encima de las cosas.
 
Es importante, hoy más que nunca, que no olvidemos que son precisamente las utopías y los ideales los que mueven a los seres humanos; pero teniendo en cuenta que los ideales y la ilusión no son una fuerza motriz exclusiva de la juventud, sino que deben ser, para cualquier ser humano, los pilares que le sirvan de apoyo durante toda su vida.

Foto de Aron Visuals en Unsplash
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¿Cuáles eran nuestros ideales juveniles? ¿Cuáles son mis ideales aún no alcanzados?

Es posible que muchos de esos ideales los hayamos alcanzado, pero también es posible que algunos todavía estén pendientes… Los ideales no cumplidos son los que no se correspondían con la realidad que se desarrollaba en cada momento… Nuestra respuesta fue olvidarlos o adaptarlos a lo que estábamos viviendo.
 
Después han ido surgiendo en nosotros nuevos ideales, tal vez más ajustados, más “conseguibles”, pero sigue habiendo algunos que permanecen dentro de nuestro corazón, apagados pero latentes… son esos ideales que aún no se han hecho realidad en nuestra vida.  
 
Os invito, amig@s a que volváis durante unos minutos vuestra mirada hacia el interior y buceando en las profundidades del corazón os planteéis esa pregunta. Esa mirada de búsqueda ha de ser una mirada amplia que permita que después de los ideales personales surjan otros más extensos, más “abarcantes”. ¿Quién a esa edad no pensaba que el mundo podría cambiar y que él/ella tenía que ser parte activa de ese cambio, que tendría que estar ahí?
 
Hace algunas décadas los ideales se centraban en conseguir seguridad y bienes materiales: tener un trabajo, un coche, una familia… así nos lo vendían; pero por encima de esos objetivos dentro de la persona bullían ideales de cambio a una sociedad más justa y solidaria, de una mayor paz y equilibrio entre los pueblos, de tolerancia, de cuidado a la ecología, de libertad y crecimiento...
 
Algunos intentaban encontrar respuesta a esas inquietudes acercándose a la religión, mientras que otros la encontraban alejándose de ella y sintonizando con otro tipo de filosofías, órdenes herméticas o sociedades filosóficas. 
 
La realidad es que una buena parte de los hombres y mujeres de nuestros tiempos llevan impreso en su programa el cambio de paradigmas. Es importante, tengamos la edad que tengamos, que no perdamos de vista esas utopías porque actuarán como faros indicadores para nuestro Ser, nuestra mente canalizará las energías en esa dirección para que se hagan realidad en el plano físico… Si no hay orientación, si no hay ideales en el horizonte, la mente vagará dispersa sin saber hacia donde dirigirse.

Foto de Jeremy Beck en Unsplash
Foto de Jeremy Beck en Unsplash

Sin ideales no hay futuro

Todos los seres humanos tienen un gran ideal y es el de volver al origen del que partieron como espíritus en evolución, los demás ideales, en el fondo, no son sino reflejos de ese gran ideal.
 
Las cosas son grandes o pequeñas en función del tamaño del observador, pero a veces el observador adquiere una consciencia mayor porque conecta con su Ser Interno y entonces descubre que su interior contiene y se relaciona con el exterior.
 
Y desde esa perspectiva no se contemplan los partidos políticos, ni los fundamentalismos separatistas, ni los radicalismos, ni los movimientos que tienden a la separación… desde esa perspectiva el Ser se coloca por encima de todo ello y se observa como parte de un todo mucho mayor, de un entramado de proporciones planetarias en el que todos los seres están interrelacionados e interconectados y que las consecuencias de las decisiones o de los acontecimientos que se producen en un lejano lugar afectan a todo el orbe planetario.
 
Si echamos la vista atrás para descubrir la evolución de la humanidad observamos que en el tiempo del imperio romano los que estaban sometidos a su poder pensaban que aquello nunca iba a cambiar, pero cambió y desapareció el imperio romano; como desparecieron todos los imperios, el español, el francés, el inglés, el ruso… y ahora lo hará el norteamericano, o el chino… Tal vez solo es cuestión de mirar un poco por encima de lo que nos sucede a ras de tierra.
 
Los tiempos actuales, y aún más los venideros, requieren personas flexibles y desapegadas, con perspectiva histórica que nos permita suavizar el dolor que nos producen muchas de las situaciones que hoy padecemos: guerras, enfermedad, pobreza, hambruna, falta de libertad, falta de respeto a los derechos humanos más fundamentales.
 
Esa observación nos permitirá ver los logros alcanzados, sin perder de vista lo que aún nos queda por conseguir. Es fundamental ayudar, atender y cuidar a los que sufren, pero intentando no quedarnos fuera enjuiciando el sistema, sino trabajando por cambiarlo… y eso sólo se puede hacer desde dentro.
 
Eso no sólo nos coloca frente a la acción, sino que nos plantea en paralelo la necesidad de que cada uno de nosotros seamos conscientes de nuestras propias capacidades y de las limitaciones que nos hemos creado.
Es posible que muchas de esas capacidades estén sin desarrollar, capacidades que nos habrían hecho la vida más fácil, que nos hubieran ayudado a ser más felices. ¿Por qué no las desarrollamos? Fundamentalmente por miedo, el miedo es el sentimiento más paralizante que existe, miedo a la falta de recursos, a la soledad, al que dirán, a dejar lo que no te hace feliz… muchas veces nos escudamos en las circunstancias, pero cabría preguntarse: ¿No serán las circunstancias barreras artificiales tras las que creemos asegurar nuestros miedos?
 
Cada uno de nosotros jugamos un papel fundamental en la historia y la “abdicracia” que hemos practicado durante muchos años nos ha hecho olvidarnos de que el mundo en que vivimos necesita un cambio radical y ese cambio no va por esperar que el “sistema” caiga, sino por propuestas y puestas en marcha novedosas, creativas, diferentes.
 
Es ahí donde volvemos a engancharnos con los ideales, con las utopías que nos hacen vibrar y generar así la energía necesaria para que esas ilusiones se conviertan en proyectos concretos a nuestro alcance. Las utopías nos hacen caminar hacia delante: más lejos… más alto… más dentro.
 
Hoy, más que nunca, se hace imprescindible abrir puertas a la implicación personal. Es importante que la imaginación de cada uno encuentre los caminos donde poner su energía, su entusiasmo, sus ideas de cambio… Es interesante saber lo que se está haciendo en el mundo por medio de las distintas organizaciones no gubernamentales para intentar colaborar con ellos en la medida que sea posible, pero también es fundamental que todas las personas “corrientes” dejen de asumir el papel de espectadores y se pongan en marcha… Ese es un gran contingente desconocido hasta ahora, un enorme colectivo social que genere proyectos propios en su pueblo, en su trabajo, en su entorno… proyectos donde puedan influir desde una posición personal que responda al hecho de que aún estamos a tiempo para conseguir de este mundo un lugar mejor para todos. 
 
Aún no es tarde para dar la vuelta a las situaciones injustas, el cambio climático está acelerando muchos procesos que ya son irreversibles, pero nunca es tarde para que la masa crítica se consolide y para ello es necesario que todos plantemos esa semilla dentro de nosotros: aún es posible imaginar el mundo del que nos hablaba Jonh Lennon en su canción “Imagine”, aún es posible si nos dan la oportunidad. Esa utopía surgió del corazón y nos hace vibrar cada vez que la escuchamos porque forma parte de nuestros ideales.
Los sueños, los anhelos, las utopías no son sino expresiones del interior, es decir, manifestaciones de la presión interna (ex de exterior y presión de interior)… Es el momento de que las utopías se transformen en proyectos.

Foto de Matthew Sichkaruk en Unsplash
Foto de Matthew Sichkaruk en Unsplash

¿Y yo que puedo hacer?

Desde estas páginas queremos plantearos una propuesta: el primer paso siempre será el cambio personal y de ahí ir expandiendo esa energía que generará nuevos paradigmas en las relaciones, en las instituciones, en la escala de valores… Es el momento de trabajar juntos por un mundo mejor. Nos gustaría recibir vuestras propuestas sencillas, asequibles y alcanzables… Propuestas que nos permitan actuar localmente, pero pensar globalmente. Todo es importante, queremos que algunas páginas de nuestra revista se conviertan en escaparate de sugerencias, de posibilidades, de ideas que vayan a favor de esa sociedad armónica que iremos perfilando entre todos.
 
Tal vez ha llegado el momento de participar de manera más activa en nuestra familia, en nuestro pueblo, en nuestra sociedad… Tal vez los tiempos y la aceleración que vivimos nos indiquen que es necesario dar pasos personales con un objetivo social… Tal vez la trayectoria de desarrollo personal que emprendimos hace años tuviera como meta la posibilidad de incidir en la consecución de un mundo mejor… Tal vez tengamos que ampliar la mirada para poder apreciar que nuestra capacidad de actuar es mayor de lo que pensábamos… Tal vez se acerca el momento de dar sentido a nuestra trayectoria añadiendo nuestra Fuerza Interior a la de los demás para dejar oír nuestras voces, para no ser pasivos ante las injusticias, para no permitir que tomen decisiones por nosotros en cosas que nos afectan, para sembrar semillas de tolerancia, de respeto a las diferencias, de aceptación… tal vez –como dice Federico Mayor Zaragoza- el siglo XXI es el siglo de las gentes, en el que se hace imprescindible la participación activa de todos ¿Quién sino todos?
“Gente pequeña, en un lugar pequeño, haciendo cosas pequeñas, está cambiando el mundo”.




              



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