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Un mundo mejor: Pequeños pasos



Maria Pinar Merino Martin

26/11/2020

En ocasiones, nos empeñamos en aprender usando técnicas y metodologías más o menos complicadas que están avaladas por personas famosas o que nos causan admiración, cualquiera que sea el campo en el que desarrollan su actividad. Sin embargo, hay algo muy sencillo y que está a nuestro alcance: el saber preguntar y el hacerse preguntas a uno mismo en la dirección adecuada pueden ser la llave a la solución de los problemas que pretendemos resolver. Las preguntas son fundamentales para el planteamiento de un problema, para su exploración y en ocasiones son la chispa para que surjan las ideas más brillantes. Las preguntas son más importantes que las respuestas.



El arte de hacerse preguntas

Alex Osborn, creador de la técnica del brainstorming afirmaba que “la pregunta era la más creativa de las conductas humanas”. También podríamos recordar a Albert Einstein que hablaba de la importancia de no dejar de hacerse preguntas y que la “formulación de un problema, era más importante que su solución”.
 
Por ejemplo, María Novo fundadora de www.ecoarte nos recomienda algunas preguntas sumamente interesantes: “¿Cómo extender el Desarrollo Sostenible a toda la humanidad? ¿Cómo reorientar las prioridades? ¿Cómo revisar el concepto de necesidad? ¿Cómo hacer que la tecnología sirva para el desarrollo de la humanidad? ¿Cómo imaginar otra globalización (donde estén presentes la equidad, la solidaridad y la diversidad)?
Las respuestas requieren imaginación creadora, la necesidad de equilibrar cuerpo y mente, razón e intuición, de reconciliar opuestos.
 
En el Renacimiento el ser humano se preguntaba: “¿Esto es bueno?”, a partir de la aparición de la ciencia mecanicista se pregunta: “¿Esto funciona?” La diferencia entre estas preguntas ha sido la que ha marcado los peligros del desarrollo.
 
El concepto de Resiliencia nos habla de convertir en oportunidades los desafíos que la vida nos presenta. Vienen tiempos difíciles, pero hemos de reconocer el poder de las gentes, los Foros Sociales Mundiales nos enseñan cómo los pueblos son capaces de reconvertir su sufrimiento en oportunidad. La idea de introducir en los nuevos programas educativos este concepto, se basa en la convicción de que no estamos predeterminados sino que, manejando las fortalezas, podemos reconvertir a nuestro favor lo que nos viene en contra. Recomienda también basar nuestros programas educativos en los éxitos no en los fracasos.
 
Cada uno de nosotros tenemos que asumir nuestras potencialidades para enfrentarnos al cambio y apoyarnos en las redes, porque ellas favorecen la comunicación y los cambios sociales”.

Photo by Bookblock on Unsplash
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Libreta de Asombros

Se trata de una propuesta muy sencilla: Has de proveerte de un cuaderno o mejor una pequeña libreta a la que llamaremos Libreta de Asombros. La usaremos como una especie de notario donde reflejaríamos nuestras utopías y proyectos, esperanzas, sueños, anhelos… Será un espacio para anotar todo aquello que nos asombre, lo que nos sorprenda, lo que nos abra nuevos horizontes, lo que nos conmueva o nos deje huella, nuestros ideales… Un lugar donde responder a esta pregunta: “¿Cuáles son mis valores?” Y, una vez hecha esa tarea, anotar a pie de página nuestro pequeño compromiso ¿A qué me comprometo? ¿Qué voy a hacer yo con respecto a “eso”?
 
La idea es enfrentar los desafíos que la vida nos presenta, concretar nuestros pensamientos, emociones y sentimientos… disponer de un lugar que nos sirva para diseñar actitudes y acciones que nos permitan colaborar en la construcción de ese otro posible mundo mejor. 
 
¿Existe un soporte biológico de los valores? ¿Podríamos hablar de biovalores? En una escala muy primaria, colocaríamos aquellos valores que son esenciales para la supervivencia: nutrición, relación, reproducción. En la siguiente escala estarían los relacionados con la parte sintiente (cerebro límbico), el sentir. Estos se manifiestan desde el inconsciente y nos afectan con somatizaciones ante cualquier alteración del sentir. En el siguiente nivel estarían los valores de nuestra parte pensante, todo lo relacionado con el cerebro cognitivo.

¿Qué pasaría?

Hoy más que nunca está vigente la famosa poesía de Mario Benedetti “¿Qué pasaría?”, que plantea una pregunta abierta y refuerza fielmente la importancia de la ampliación de consciencia y la actuación conjunta de todos los elementos que conformamos la base social para presionar a los estamentos de arriba y que las decisiones que se tomen no estén basadas en sus intereses exclusivamente.
 

“¿Qué pasaría…?

¿Qué pasaría si un día
despertamos dándonos
cuenta de que somos mayoría?

¿Qué pasaría si, de pronto,
una injusticia, sólo una,
es repudiada por todos,
todos los que somos, todos,
no unos, no algunos, sino todos?

¿Qué pasaría si en vez de
seguir divididos nos
multiplicamos, nos sumamos
y restamos al enemigo que
interrumpe nuestro paso?

¿Qué pasaría si nos
organizáramos y, al mismo
tiempo, enfrentáramos
sin armas, en silencio,
en multitudes, en millones de
miradas la cara de los
opresores, sin vivas,
sin aplausos, sin sonrisas,
sin palmadas en los hombros,
sin cánticos partidistas,
sin cánticos?

¿Qué pasaría si yo pidiese
por ti que estás tan lejos,
y tú por mí que estoy tan lejos, y ambos por
los otros que están muy
lejos y los otros por
nosotros aunque estemos lejos?

¿Qué pasaría si el grito
de un continente fuese
el grito de todos los continentes?

¿Qué pasaría si pusiésemos
el cuerpo en vez de lamentarnos?

¿Qué pasaría si rompemos
las fronteras y avanzamos
y avanzamos y avanzamos
y avanzamos?

¿Qué pasaría si quemamos
todas las banderas para
tener sólo una, la nuestra,
la de todos, o mejor
ninguna porque no
la necesitamos?

¿Qué pasaría si, de pronto,
dejamos de ser patriotas para
ser humanos?

No sé… me pregunto yo:

¿Qué pasaría…?”




              



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