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¿Somos de verdad los seres más avanzados de la evolución?



Raquel Torrent

27/02/2018

Atrevámonos, pues, a abrir la mente con la llave del corazón y si entre los lectores hay algún científico que lo entiende con Conciencia, pido disculpas de antemano por la desconfianza, basada en la proverbial actitud cartesiana de la Ciencia.



Photo by Patrick Hendry on Unsplash
Photo by Patrick Hendry on Unsplash

Presento a vuestra reflexión esta idea revolucionaria que en otros tiempos podría costarme la vida o cuanto menos un destierro.  Es atrevida e incluso irreverente para los sectores más científicos. Al desconocer el mundo espiritual, no pueden entender la hipótesis que aquí comparto.  Atrevámonos, pues, a abrir la mente con la llave del corazón y si entre los lectores hay algún científico que lo entiende con Conciencia, pido disculpas de antemano por la desconfianza, basada en la proverbial actitud cartesiana de la Ciencia.    
 
Todo es Energía
 
Todo lo que existe bajo la faz de la tierra es energía.  Toda materia visible e invisible (incluidos los pensamientos) es energía. Los científicos cuánticos han llegado a medirla, rastrearla, observarla en sus efectos, e incluso pesarla en su manifestación fisico-cuántica.  El proceso evolutivo de la tierra es energía manifestada en sus diversos reinos: mineral, vegetal y animal, en el que también lo son los seres que en ella han nacido, se han desarrollado y perecido hasta nuestros días.  “La danza de la Energía”, llaman los hindúes al universo manifiesto.  
 
Desde un punto de vista espiritual, mirando con el “ojo de la contemplación”, como nos diría Ken Wilber citando a San Buenaventura, la energía tiene niveles.  Estos niveles energéticos están dispuestos en base a su densidad o frecuencia vibratoria. La Filosofía Perenne (término acuñado por Aldous Huxley) que representa la sabiduría de todas las tradiciones y civilizaciones de la historia, nos cuenta que los niveles están pre-creados y que simplemente los vamos llenando, hasta que, como las copas de champán en forma de fuente, el líquido energético cae a la siguiente copa de nivel inferior.  Tomamos como origen los niveles de energía sutil (Energía con mayúsculas) y terminamos en la materia, que es la forma de energía más basta o burda (sin connotación negativa alguna).  Algo así como la energía en estado sólido o la hilera de  copas que se sustentan sobre la mesa en el ejemplo de la fuente de champán (la masa, las tres dimensiones, el mundo de lo observable, medible y cuantificable). 
 
Según la visión integral de Ken Wilber ( el modelo de pensamiento más vanguardista del momento) esta idea no es del todo cierta, puesto que las copas no estarían previamente colocadas en forma de fuente para que la Energía las fuera llenando. Cada nivel/hilera de copas iría apareciendo/creándose a medida que se fuera transitando/llenando el nivel anterior.  Es decir, la creación del nivel y el contenido del nivel es contingente, no secuencial.  A nivel práctico:  el cerebro se forma al mismo tiempo que la mente.  NO es el cerebro el que crea la mente,  como defienden los científicos.  NO es la mente la que crea al cerebro, como defienden los esotéricos.
 
¿Los seres más inteligentes?
 
El ser humano se ha creído y, por lo tanto,  titulado “el ser más inteligente de la Creación”.  Esto quiere decir que estamos por encima de los otros reinos, que somos los reyes de todo lo creado.  Esta idea parte, por supuesto, de la observación y experiencia de logros fantásticos,  ante los que inclinarse, como son:  el descubrimiento y uso del fuego, la rueda, la agricultura,  la construcción de las pirámides, las polis griegas y romanas, la bombilla, el radio, la penicilina, la lavadora y el frigorífico, los viajes a la Luna, y,  como no, el mundo de las comunicaciones, desde el tam, tam y el telégrafo hasta los móviles con internet y cámara fotográfica incorporada. Tantos y tantos descubrimientos e ideas prácticas que nos ha regalado el ser humano para llegar a la “era del bienestar” que, semejante prepotencia perceptiva, es sólo natural y muy perdonable. 
 
La tecnología sin corazón es destructiva y la espiritualidad sin ciencia es absurda. Oriente necesita a Occidente,  tanto como al revés.  Integrando ambas visiones me aventuro a dar un salto cuántico hacia la siguiente reflexión.
 
La madera tiene más conciencia que yo
 
¿Qué es la Conciencia?  ¿Es siquiera definible?  ¿Se puede atrapar el mar todo en la cabeza de un alfiler?  Muchos lo han intentado. Hasta yo, diciendo que es “la herramienta de la Energía (El Espíritu)  para conocerse a Sí Misma”. Desde nuestra naturaleza material que cree poder abarcar lo inabarcable, con esta soberbia humana que nos caracteriza, hemos definido la Conciencia y sus manifestaciones, hemos nombrado lo Innombrable para poder acercarnos al entendimiento de nuestro origen y nuestro destino. Hemos denominado a este proceso escudriñador de la naturaleza divina: espiritualidad.  Y es que esa soberbia, vista positivamente, representa el impulso evolutivo que nos empuja a seguir adelante conquistando la siguiente cima. ¿de que otro modo si no?. No podemos bajarnos en marcha.
 
 Aún a pesar de los siglos transcurridos y de la cantidad de logros obtenidos como especie, nos seguimos matando, torturando, participando en guerras reales y dialécticas,  desconfiando del vecino y del inmigrante,  colocando etiquetas enjuiciadoras a propios y extraños en una escalada de despropósitos que parece no tener fin.  La materia avocada al fracaso, a su desaparición. 
 
No nos queda más salida que construir la hilera de copas espirituales para rellenarlas con el líquido de la Conciencia de Ser (La conciencia de la Conciencia).  Ese líquido divino que es ambrosía para el alma y néctar para el Espíritu.  Con todos los sabores y perfumes de las cualidades más elevadas:  amor, compasión,  aceptación, solidaridad, alegría:  ¡¡¡ a casa ¡¡¡, serían sus siglas si los soldados y los políticos las gritasen al mundo en una negación de seguir adelante con las atrocidades de las guerras y los imperialismos. 
 
Observando los muebles de madera de mi casa me dio por pensar que la madera tiene más conciencia que yo y más, también, que muchos que se llaman maestros espirituales.  Aún sufrimos enfermedades y otras incidencias de la llamada vida terrenal. La razón es que no encarnamos al 100% nuestra naturaleza divina,  como lo hizo Jesús, como lo hizo Buda.   El Cristo anduvo sobre las aguas, convirtió el agua en vino, levantó a los muertos y él mismo resucitó,  porque encarnaba su Ser de manera absoluta.  Y nos invitaba a ello cuando decía “todo esto que hago, también podréis hacerlo y aún mucho más”. 
 
La madera tiene más conciencia porque no se come el coco,  como Pedro que se hundió cuando Jesús le animaba a acercarse a su barca andando sobre las olas.  Cada átomo de su estructura,  cada bosón y leptón de su constitución energética tiene conciencia ¿de qué?..., de ser madera.  Es madera porque todo su ser tiene conciencia de la naturaleza madera.  Ni un minuto,  ni una millonésima de segundo se desenfoca de su conciencia de ser madera. ¿Podemos nosotros decir lo mismo como humanos?.  Cargados de inconsciencia y de razón, mal utilizamos nuestra capacidad pensante (esa que tan alegremente tildamos de superior) desviando el enfoque de nuestra verdadera naturaleza (la divina) hacia las cosas mundanas e irreales;  hacia los oropeles e ilusiones de Maya (como dicen los hindúes), perdiéndonos en los laberintos insondables del minotauro, no pudiendo regresar a casa.  La naturaleza toda es como es, porque jamás se han visto árboles impuros o salamandras inmorales. No se nos ocurre pensar en montañas vengativas o en águilas ridículas. Cada cuál cumple su rol en ella a la perfección,  al 100%.  Menos el ser humano. 
 
Ese es nuestro libre albedrío.  No tenemos rol.  Lo creamos.  Por eso se dice que somos co-creadores con Dios.  Es igual que el estatus de hijo o padre.  Se gana.  Por haber nacido en tal o cual familia no soy hija si no me comporto como tal.  Por haber traído al mundo a un bebé no soy madre, si no me comporto como tal.  La paternidad o maternidad,  así como la filiación no es  tan sólo una cuestión biológica,  sino de la encarnación del 100% del rol.  Hasta que no encarnemos el 100% de nuestra naturaleza divina que por supuesto incluye la aceptación y vivencia de la humana,  estaremos viviendo al 50%,  en otras palabras superviviendo.




              

Tags : psicología


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