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Realidad virtual



Maria Pinar Merino Martin

05/10/2021

En sus orígenes como especie el ser humano dispone de una inteligencia que podíamos llamar corporal. Su mente tiene grabada una única premisa: sobrevivir; una orden que está impresa en cada una de sus células. Por eso todas sus funciones están focalizadas en tres aspectos fundamentales: alimentarse, reproducirse y defenderse o combatir a quienes le atacan.



Photo by Jessica Lewis on Unsplash
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A medida que va evolucionando y su entorno se hace menos hostil, su mente desarrolla otras capacidades y también otras necesidades, entre las que destaca la necesidad de comunicación. Para satisfacerla surge un nuevo tipo de inteligencia: la emocional, y es ésta la que guía su desarrollo social. Al mismo tiempo, la observación y las experiencias acumuladas le hacen ampliar su inteligencia de contenidos.
 
En nuestra cultura occidental observamos que se ha dado mucha importancia a la inteligencia de contenidos y se ha ido prestando menos atención a la emocional o, lo que es lo mismo, a la satisfacción de la necesidad de comunicación del ser humano, que es lo que subyace bajo ella. Tanto los sistemas educativos como las instituciones sociales, económicas e incluso religiosas han favorecido que en las sociedades más avanzadas se valore y se premie –tal vez en exceso- la inteligencia de contenidos.

Photo by Sharon McCutcheon on Unsplash
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¿Cómo cubrimos nuestra necesidad de comunicación?

Por otra parte, la conquista de parcelas dominadas por la tecnología y la informática ha jugado un papel fundamental en el campo de las comunicaciones. Nunca como ahora el ser humano ha tenido a su disposición tantos medios favorecedores de la comunicación; sin embargo, nunca tuvo tantas dificultades para mantener relaciones personales satisfactorias. El aislamiento, la soledad, la introversión hacen presa en personas de todas las edades, pero también ocurre lo mismo con características opuestas como la superficialidad, la hipocresía o los convencionalismos sociales.
 
En una primera aproximación se observa que las personas –quizá haciendo un uso inadecuado de esas herramientas- han perdido el hábito de la comunicación interpersonal y es que en la mayoría de los casos la comunicación se realiza a través de máquinas; ése es el medio que utilizamos para enviar y recibir la información. El progreso y los avances tecnológicos son maravillosos, pero siempre estando atentos a que no sustituyan los vínculos, la comunicación, la expresión y el contacto entre las personas.
 
Los pueblos que aún no han alcanzado nuestro nivel de “desarrollo” siguen comunicándose fundamentalmente a través de la relación personal. Sin embargo, las máquinas se están imponiendo y su utilización se extiende cada vez más. El problema es que para muchos de esos pueblos el cambio que supone el acceso a ese mundo de la información abierta supone un salto al vacío que los llevaría a cuestionarse incluso sus bases filosóficas y religiosas, algo a lo que no están dispuestos sus gobernantes, sean estos religiosos o políticos como últimamente hemos podido comprobar en China, cuyo gobierno no autorizaba la introducción de Internet si los servidores no eliminaban las páginas que tuvieran contenido religioso.
 
Realmente nuestra relación con el mundo se efectúa, en buena medida, a través de los ordenadores; es nuestra fuente de información; todo está ahí, cualquier inquietud puede verse satisfecha lanzando una pregunta a los “buscadores” que se apresuran a darte todos los contenidos que podías imaginar sobre ese tema. Hubo un tiempo en que se decía que quien tenía la información tenía el poder ¿seguirá siendo cierto? Y ahora que la información está al alcance de millones de personas ¿estará afectando eso a la sociedad?, ¿de qué forma?

Photo by Caleb Dow on Unsplash
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La imperiosa necesidad del cambio

Atravesamos una época de transición en todos los órdenes de la vida. Todavía priman las presiones del poder económico y religioso, pero es muy posible que en las próximas décadas veamos peligrar el sistema de valores que ostentan los que mandan, los que intentan mantener el estatus alcanzado y perpetuar lo que tienen negándose a abrirse a los cambios.
 
La necesidad de cambio es una nota pulsante que se deja oír cada vez con más fuerza. El ser humano necesita nuevos paradigmas, nuevos modelos que enmarquen su vida; da la impresión de que en muchos de los ámbitos donde se desenvuelve el “traje” que vestía se le ha quedado pequeño. Y no cabe duda de que en esas transformaciones que ya se están gestando las nuevas formas de comunicación jugarán un papel fundamental.
 
Pero, cabría preguntarse ¿de dónde vendrá ese cambio? Con toda seguridad de las próximas generaciones, de los niños y adolescentes de hoy. Ellos son los mejores usuarios de las nuevas tecnologías, están mucho más preparados para subirse al tren del progreso. Es fácil ver a los padres sorprenderse cuando su hijo de pocos años es capaz de conectar el Blu-ray, o el USB, manejar el ordenador, escanear imágenes, descargar las fotos de la cámara digital al ordenador, capturar datos, configurar, programar… y sin consultar las instrucciones de funcionamiento de esos aparatos. Nuestros jóvenes y niños dan muestras de que ese conocimiento es algo innato en ellos, está incorporado en su naturaleza.
 
Todos ellos pertenecen a la generación de la informática y están tremendamente influidos por ella. Se han observado algunos riesgos cuando hay un uso excesivo de la tecnología que puede propiciar el aislamiento social y todos los peligros que conlleva. Es probable que vivamos un efecto péndulo que nos haga demasiado dependientes de la tecnología y que la tendencia nos lleve a describir un amplio arco hasta el punto más alejado del centro; pero cabe esperar que los cibernautas habituales sean capaces de cambiar la imagen que tenían de individuos aislados y ajenos a la realidad por otra de personas modernas que utilizan la tecnología para mejorar su calidad de vida, para hacer un mejor uso de su tiempo y para estar más y mejor informados de la realidad del mundo que les rodea.
 
En paralelo, se aprecia la tremenda facilidad que tienen los jóvenes y niños para sumergirse en el mundo de la realidad virtual, de la comunicación virtual, tal vez debido al manejo de aplicaciones, juegos y todo tipo de herramientas y máquinas que abren un vasto horizonte ante ellos. Las limitaciones impuestas por nuestra educación o nuestras concepciones del mundo físico saltan hechas pedazos ante el universo abierto y pleno de posibilidades en el que ellos se manejan sin ninguna dificultad y en el que hay una ley que impera sobre las demás: todo es posible.
 
Esas nuevas capacidades desembocarán, sin duda, en que se conformen nuevas estructuras mentales a nivel neurológico que tendrán mucho que ver con el desarrollo de áreas cerebrales correspondientes a su hemisferio cerebral derecho. 

Photo by Yeshi Kangrang on Unsplash
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Abrirse al mundo de la magia

Antes se llamaba milagro a todo aquello que no tenía explicación desde la mente racional pero hoy la ciencia ha ido acotando cada vez más ese espacio; sin embargo, la mente racional no puede controlar la cantidad de variables que se conjugan para producir un acontecimiento. Debido a la educación que hemos recibido nuestra mente se empeña en separar los dos mundos paralelos en que vivimos: el A, regido por el hemisferio izquierdo y el B por el hemisferio derecho. Los dos se influyen mutuamente y si yo actúo en el mundo A condiciono la estructura del B y viceversa.
 
Las generaciones futuras serán capaces de abrir las puertas interhemisféricas, colocándose en el umbral de los dos hemisferios, conociendo las leyes que rigen ambos mundos, el racional y el emocional y, por tanto, podrán actuar en ellos trayendo cosas insólitas del B al A y aportando cosas útiles del A al B. Es decir, contarán con un hemisferio izquierdo bien desarrollado y activo, merced a su preparación tecnológica, pero también contarán con un hemisferio derecho activo que les abrirá la puerta a la “magia”.
 
Para las personas de más edad ese es un paso muy difícil de dar, nuestra estructura mental está educada y condicionada de tal manera que no entendemos por qué hacen así las cosas los del A, de forma tan complicada…; y los del A ni siquiera admiten la existencia del B, por eso no ven sus caminos y cuando la magia aparece en A, sus habitantes tratan por todos los medios de encontrar una explicación so pena de ser tomados por locos.
 
Decían los antiguos que “en el equilibrio está la virtud”, en el caso que nos ocupa se trataría de equilibrar la relación entre inteligencia de contenidos e inteligencia emocional. No obstante, las sociedades del primer mundo han inclinado la balanza hacia la inteligencia de contenidos y así sucede que se forman especialistas muy preparados en parcelas cada vez más pequeñas pero que son ignorantes del conjunto.
 
Se puede ser muy docto en una materia y al mismo tiempo un contumaz ignorante en muchas otras. Nuestros jóvenes y niños tienen desarrollada una visión espacial, no lineal, una organización de las ideas donde la “maquinaria” que es como un caleidoscopio tiene todas sus piezas sueltas, son movibles… en un momento determinado cuando se detiene el giro se produce una imagen única, irrepetible, nueva… que expresa toda la creatividad del impulso creador del ser humano. Hay que cambiar la estructura mental para abrirnos a una nueva forma de alcanzar las metas, a través de caminos fáciles, sin obstáculos. Y los caminos de este tipo son los caminos del corazón, los que van directos al objetivo porque carecen de expectativas, de comparaciones, de recuerdos ingratos y de deseos posesivos.

Photo by Casey Horner on Unsplash
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Los ciclos históricos

Todo en la naturaleza está marcado por ciclos o etapas. La noche y el día se suceden, detrás de la una viene el otro y las sociedades tienen ciclos que permiten poco a poco ir avanzando.
 
En los momentos de transición pugnan por imponerse dos concepciones diametralmente opuestas de la vida: máxima seguridad – mínima libertad, o mínima seguridad – máxima libertad.
 
En la primera se sacrifica la libertad por mor de obtener una mayor seguridad que permita conservar y mantener lo que se ha alcanzado. Estos periodos se caracterizan por la aplicación férrea de medidas de presión y control por los que ejercen el poder, lo que produce reacciones violentas en contra, hasta conseguir la ruptura del sistema. Después se sucede una etapa en la que prima la libertad y la permisividad, la necesidad de romper con todo lo establecido. Estos periodos también suelen desembocar en desmanes que provocan la reacción de los individuos, sobre todo cuando sufren en propia carne los efectos de sus desmanes. Así, poco a poco, va avanzando la civilización.

Photo by Erik Mclean on Unsplash
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Hacia dónde nos dirigimos

¿Qué ocurrirá cuando estos jóvenes o niños alcancen su mayoría de edad y, por lo tanto, el poder? ¿Qué escala de valores será la que prime entonces?
 
Seguramente, la derivada de su formación virtual porque, aunque haya muchos representantes de la inteligencia de contenidos, la mayoría manifestarán inteligencia de conceptos y emocionales. Serán personas habituadas a manejar grandes cantidades de información y a relacionarlas; ya no será necesario recurrir al almacén de la memoria, sino que su búsqueda de respuestas recorrerá caminos inéditos, inexplorados, la creación/creatividad será la facultad más utilizada. Ya no se aprenderán contenidos, sino que se concebirán en su propia mente.
 
El futuro empieza ahora. La próxima generación es tecnológica, pero también espiritual y tratarán de conocer a Dios a través de sus manifestaciones. Una cultura de contenidos se nutre del pasado conocido, mientras que una inteligencia de conceptos está abierta a todo y es desde ahí desde donde operarán los que hoy día viven una realidad virtual muchas horas al día, donde lo imposible no existe.




              



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