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¿Quién puede cambiar el mundo?



Maria Pinar Merino Martin

08/01/2023

Una de las frases que más me han gustado desde que la conocí allá por los años setenta, fue la de Margaret Mead, una famosa antropóloga e investigadora de las conductas humanas. Su frase, que se ha hecho famosa decía algo así: “Nunca dudes de que un pequeño grupo de ciudadanos considerados pueda cambiar el mundo. Verdaderamente, eso es lo único que lo ha logrado”.



Foto de Linus Nylund en Unsplash
Foto de Linus Nylund en Unsplash
Vivimos un momento social extremadamente crítico, lo que se ve en la superficie son constantes expresiones de protesta de distintos colectivos; se suceden el descontento de trabajadores en cualquier ámbito: los docentes, la sanidad al completo, los funcionarios, los jueces y abogados, los bomberos, la policía, los parados, los desahuciados de sus viviendas, los transportistas… No hay sector profesional que no muestre su disconformidad ante la situación que estamos viviendo… Y es que en este momento todos perdemos, todos los ciudadanos estamos viendo mermados nuestros derechos y libertades, lo que habíamos conseguido en el terreno del respeto a los derechos humanos, a las prestaciones sociales, lo alcanzado en los derechos laborales… Todos perdemos.
 
Bueno, no todos, siguen ganando los bancos, siguen ganando las grandes fortunas, las eléctricas, las farmacéuticas, siguen ganando los inversores y las grandes corporaciones, siguen ganando aquellos políticos que prestan sus servicios a todos ellos olvidándose de que son trabajadores al servicio del pueblo y que han sido elegidos para administrar los recursos y velar por el bienestar de los ciudadanos, no para medrar con el poder económico y financiero.
 
Cuando los estados colocan a las personas en el último lugar de su escala de valores, cuando se antepone la economía a los valores humanos, cuando se enfrentan los beneficios económicos con la ética, cuando se busca el bien individual y se ignora el bien común… es el momento de parar y de forma pacífica mostrar el desacuerdo, el descontento, la indignación. Cuando la voz de la mayoría no se escucha, porque sólo se atiende a los índices económicos incluso por encima de la preservación de la vida y del medio ambiente, es el momento de reaccionar y mostrar abiertamente que ese no es el camino, pero no solo se trata de acudir a una manifestación multitudinaria un día concreto, sino de convertirlo en una actitud de vida, de mostrarlo de forma constante, pacífica, madura en cada una de las decisiones que tomamos.
 
Cuando asistimos atónitos a las imágenes que cada día nos muestra la guerra con toda su crudeza, esta guerra cercana de Ucrania, pero también las otras que se libran en más de veinte lugares del planeta que tienen conflictos activos y que siguen provocando muerte, pobreza, migraciones masivas, dolor… es el momento de preguntarse: ¿Y yo qué puedo hacer?
 
En los últimos años, a partir de la pandemia, se ha utilizado una herramienta muy poderosa socialmente hablando: el miedo, que cuando se instaura consigue paralizar a personas, instituciones y países enteros. Un miedo provocado por campañas de información en las que una buena parte de los medios de comunicación oficiales diseminan las noticias de forma sesgada y tendenciosa, de tal manera que lo que consiguen es sembrar la incertidumbre, la inseguridad y el miedo en las personas con el único objetivo de que se queden quietas, que no actúen, que no piensen, que no tomen consciencia del momento transcendental que estamos viviendo.
 
Porque cuando desaparece el miedo aparece el sentimiento de injusticia, aparece la indignación ante la mentira, el engaño y la manipulación, aparece de forma clara que los delitos de los poderosos (de la banca, de la política, de las grandes corporaciones, de las instituciones internacionales que están a las órdenes de grupos de poder) no son castigados, que se indulta a gente que se ha aprovechado de la posición que ocupaban.
 
Hoy nos sentimos engañados, vivimos cada día la injusticia en propia carne, sabemos que a todos nos afecta lo que está sucediendo, que no es la huelga de uno u otro colectivo, sino que todos estamos sufriendo la presión económica, los “recortes”, que hay personas de nuestra familia que viven situaciones críticas que sólo se superan con la solidaridad de familiares y amigos… Ya no es un problema de tal o cual sector, es un problema grave que incumbe a toda la humanidad. Las últimas cifras en nuestro país hablan de un 30% de personas en el umbral de la pobreza, las “colas del hambre” acogen a miles de personas, cada 4 segundos una persona muere de hambre en nuestro planeta… algo que se ha ido incrementando año tras año.
 
¿Qué pasaría si se pudieran fraguar alianzas entre políticos no contaminados, intelectuales, artistas, sindicalistas, profesionales de distintas áreas? ¿Qué pasaría si se pusieran en marcha personas que no están en la política activa para ofrecer una alternativa? ¿Qué pasaría si personas “no profesionales de la política” recogieran el sentimiento de indignación popular, de malestar, de incertidumbre, de miedo… de ciudadanos que no están dispuestos a soportar más mentiras y corrupción?
 
Necesitamos que surjan grupos y personas que se pongan a trabajar juntos para avanzar en una misma dirección, las inquietudes emergentes deben dar un paso hacia la unidad para conformar estructuras diferentes, grupos, comunidades pequeñas y coordinadas que lleven a cabo nuevos proyectos, un diseño diferente de sostenibilidad, un nuevo modelo posible, sostenible y pacífico.
 
La humanidad es un sistema de relaciones y hoy nos vemos en la necesidad de buscar nuevas tendencias sociales dirigidas al cambio del actual modelo de relación entre los seres humanos de nuestro hermoso planeta. Hoy ya nadie puede quedar en silencio y permanecer como espectador. Cada persona, cada organización, cada colectivo, cada grupo debe manifestar su posición ante lo que está sucediendo en nuestro país, en Europa y en el resto del mundo.
 
No se trata de entrar en debates políticos o económicos, ya hay profesionales y expertos independientes que cada día lanzan sus alternativas… gente que tendrá que trabajar con creatividad para generar nuevas propuestas viables. Los debates políticos no sirven más que para calentar la cabeza, pero no mueven las hojas de los árboles. Las redes sociales deben ser aún un hervidero mucho mayor, deben ser la herramienta de comunicación y conexión entre todos esos movimientos para que puedan actuar de un modo coordinado y conformar la fuerza que permita dar el vuelco que nuestra sociedad precisa.
 
Esta pequeña revista, que debido a la crisis cada mes pierde alguno de sus fieles suscriptores, es –como tantas otras- una referencia limpia y aglutinadora y hacemos un llamamiento a los que están en la misma disposición para poder arrojar un poco de luz a los que están indecisos y generar la argamasa necesaria para conseguir que grupos dispersos, pero de ideologías afines, trabajen juntos. Siempre hemos apostado por el cambio personal porque sabemos que eso, con el tiempo, llevará indefectiblemente a un cambio social sin precedentes. Necesitamos tu colaboración para poder continuar con un proyecto que, seguramente, también es el tuyo…
 
… Hay que construir el futuro ¿te apuntas?




              



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