40) Hacer que las cosas sucedan
¿Te has levantado esta mañana con el tiempo justo para tomarte un café, darte una ducha y salir corriendo hacia tu actividad laboral, o cualquiera que sea tu ocupación habitual, intentando seguir el ritmo de los acontecimientos, pero teniendo la sensación de que siempre vas “un paso por detrás”? Todos hemos tenido épocas, más o menos largas, en las cuales nos parece que lo único que estamos haciendo es “parchear” por aquí y por allá, que la realidad es la que manda y que tan sólo podemos reaccionar a lo que va pasando modificando muy levemente el guion que alguien ha escrito para nosotros. Pero llega el momento en que somos capaces de dar un paso adelante y empezar a escribir nosotros mismos el guion. Hay personas que lo han conseguido, conocemos a algunas, y si ellos pudieron… ¿por qué nosotros no?
El secreto está en un término que se popularizó hace algún tiempo, partiendo de la psicología del trabajo, y que ya se ha abierto paso en cualquier actividad humana: la proactividad. Que no es otra cosa más que hacer que las cosas ocurran. Porque fluir está muy bien, dejarnos llevar por los ritmos y sus cadencias también, pero ahora es el tiempo de la acción. Y creo que nunca antes había estado eso tan claro.
Para ello te propongo un sencillo ejercicio que te va a afianzar en la creencia de que puedes hacer ese “que las cosas sucedan”. Se trata de que cada mañana adelantes tu despertar cinco minutos, y que en esos cinco minutos te dediques a escribir tu guion para ese día. Por supuesto que tendrás que partir de tus responsabilidades u obligaciones, pero no olvidando incluir en cada una de ellas un cambio provocado por ti para que se acerquen a cómo desearías que acabaran siendo.
Por ejemplo, si en el trabajo quisieras fomentar que hubiera un mayor clima de compañerismo y sinceridad deberás recordar que si tú te comportas así ya estás haciendo que eso se esté materializando. O, en otro ámbito, si echas de menos la afectividad en la familia puedes empezar por ser tú el que desate los nudos de la rigidez. En el círculo de tus amistades o relaciones, quizás te gustaría anular las dependencias, pues habrás de ejemplificar que el desapego es algo mucho más sano de lo que nos hicieron creer desde siempre…
El secreto está en que cuando estés en cada uno de tus escenarios recuerdes cual fue el guion que te habías escrito para él y para ese día. Y que, recordándolo, te pongas a favor de tu personaje, aunque sea con pequeños cambios. Sí, es posible que al principio se trate de pequeños detalles, de cambios aparentemente menores, pero el ir comprobando como eres capaz de intervenir de esa forma en tu día a día hará que los huecos a rellenar en tu guion vayan siendo mayores, que el diseño vaya siendo cada vez más tuyo y menos impuesto por la “realidad”.
Y para que esa faceta de guionista se quede ya arraigada en ti, para que se cree ese patrón neuronal que hará que no tenga que ser un esfuerzo añadido sino una forma de ser, ya sabes, 21 días seguidos de hacer que las cosas sucedan.
41) Compromiso y placer
Partiendo de la propuesta anterior, si quieres complementar aún más ese hacer que las cosas sucedan, o bien de una forma totalmente independiente a ella, aquí va una propuesta nacida de las conversaciones con amig@s que saben que trasladar al mundo cotidiano lo que ha nacido previamente en nuestra imaginación o nuestro interior es en realidad más fácil de lo que parece.
Te vas a fabricar dos cajas artesanales: una que podríamos llamar “Caja de Placeres Cotidianos” y otra cuyo título podría ser algo parecido a “Caja de Compromisos”. Vale cualquier formato, cartón, papel, madera, cristal… porque lo que cuenta realmente es lo que vas a guardar en su interior. Aunque sus nombres ya te habrán delatado lo que van a albergar cada una, me gustaría especificar que tendrás que introducir en cada una al menos diez papelitos distintos con:
En la de Placeres Cotidianos debes elegir esas cosas que sin ser grandes regalos por su tamaño o por el esfuerzo que te cueste obtenerlos, sin embargo, sí que se saldrán de tu norma habitual para una hora concreta de un día corriente. Por ejemplo, esta tarde, antes de volver a casa, llegarme hasta la heladería del centro para pedirme ese helado de maracuyá que tanto me gusta, o desconectar teléfonos y ordenadores y, antes de dormir, ponerte simplemente a escuchar unas cuantas canciones de aquella época en la que no tenías ni idea de lo que acabarías siendo…ni te importaba lo más mínimo, o llamar a media mañana a alguien que, aunque esté relativamente cerca, no sueles contactar a esas horas y por ese medio para decirle que te gusta su sonrisa, o permitirte bailar sin testigos ese baile que tanto te gusta, y que no dominas nada bien, como postre de tu almuerzo, o hacer eso que siempre dices que te encanta hacer pero que en realidad es muy esporádico, contemplar una puesta de sol y/o hacer una meditación a esas horas de la tarde…
Hay decenas de posibilidades que, si escarbas un poco, te encantan y que en realidad son tan asequibles que apenas aciertas a explicar el motivo de no practicarlas con más regularidad.
En la caja de Compromisos tienes que identificar y escribir todas aquellas tareas que tampoco es que sean muy complicadas de encajar en un día cualquiera, pero que o bien por entender que no es el momento adecuado o bien por cierta predisposición a considerarlas “difíciles” para tu forma de ser actual, no reparas en que sí que están al alcance de tu mano. Por ejemplo, hoy me comprometo a escuchar el doble de lo que hable, o durante el día de hoy me comprometo a dibujar una sonrisa antes de cualquier “hola” que me toque decir, o por el día de hoy me limpiaré de prejuicios sobre las personas o las tareas con las que tenga que interactuar, o me comprometo a ofrecer mi ayuda a los de alrededor en todas las tareas que sé que se me dan bien… También aquí las posibilidades son incontables.
Pues bien, este ejercicio consiste en que a primera hora de la mañana extraigas un papel de los que haya en “Compromisos” e inmediatamente otro del de “Placeres Cotidianos”. Y que la realización de este último esté ligada a la “consecución” del primero. Si durante el día te has aplicado a ellos y has conseguido realizarlos (ojo, tienen que haber sido hechos los dos, en este ejercicio son igual de importantes ambos) ya puedes sacarlos de sus cajas y olvidarte de ellos.
Pero si al final del día ves que no has podido alcanzarlos, se introducen de nuevo cada uno en su caja y a esperar esa nueva oportunidad en que el “azar” te los adjudique de nuevo. Porque en el momento de elegirlos por la mañana, debes hacerlo sin saber nada de cuál será el que te toque afrontar ese día. Creo que con que introduzcas inicialmente una decena en cada caja estará bien para empezar. Y hasta que no hayan “desaparecido” todos no se pueden modificar, o sustituirlos por otros, o ampliarlos…
Igual descubres que no son trabajo y premio, sino que podrían llegar a ser premio y premio… ¡Aventúrate a descubrirlo!
¿Te has levantado esta mañana con el tiempo justo para tomarte un café, darte una ducha y salir corriendo hacia tu actividad laboral, o cualquiera que sea tu ocupación habitual, intentando seguir el ritmo de los acontecimientos, pero teniendo la sensación de que siempre vas “un paso por detrás”? Todos hemos tenido épocas, más o menos largas, en las cuales nos parece que lo único que estamos haciendo es “parchear” por aquí y por allá, que la realidad es la que manda y que tan sólo podemos reaccionar a lo que va pasando modificando muy levemente el guion que alguien ha escrito para nosotros. Pero llega el momento en que somos capaces de dar un paso adelante y empezar a escribir nosotros mismos el guion. Hay personas que lo han conseguido, conocemos a algunas, y si ellos pudieron… ¿por qué nosotros no?
El secreto está en un término que se popularizó hace algún tiempo, partiendo de la psicología del trabajo, y que ya se ha abierto paso en cualquier actividad humana: la proactividad. Que no es otra cosa más que hacer que las cosas ocurran. Porque fluir está muy bien, dejarnos llevar por los ritmos y sus cadencias también, pero ahora es el tiempo de la acción. Y creo que nunca antes había estado eso tan claro.
Para ello te propongo un sencillo ejercicio que te va a afianzar en la creencia de que puedes hacer ese “que las cosas sucedan”. Se trata de que cada mañana adelantes tu despertar cinco minutos, y que en esos cinco minutos te dediques a escribir tu guion para ese día. Por supuesto que tendrás que partir de tus responsabilidades u obligaciones, pero no olvidando incluir en cada una de ellas un cambio provocado por ti para que se acerquen a cómo desearías que acabaran siendo.
Por ejemplo, si en el trabajo quisieras fomentar que hubiera un mayor clima de compañerismo y sinceridad deberás recordar que si tú te comportas así ya estás haciendo que eso se esté materializando. O, en otro ámbito, si echas de menos la afectividad en la familia puedes empezar por ser tú el que desate los nudos de la rigidez. En el círculo de tus amistades o relaciones, quizás te gustaría anular las dependencias, pues habrás de ejemplificar que el desapego es algo mucho más sano de lo que nos hicieron creer desde siempre…
El secreto está en que cuando estés en cada uno de tus escenarios recuerdes cual fue el guion que te habías escrito para él y para ese día. Y que, recordándolo, te pongas a favor de tu personaje, aunque sea con pequeños cambios. Sí, es posible que al principio se trate de pequeños detalles, de cambios aparentemente menores, pero el ir comprobando como eres capaz de intervenir de esa forma en tu día a día hará que los huecos a rellenar en tu guion vayan siendo mayores, que el diseño vaya siendo cada vez más tuyo y menos impuesto por la “realidad”.
Y para que esa faceta de guionista se quede ya arraigada en ti, para que se cree ese patrón neuronal que hará que no tenga que ser un esfuerzo añadido sino una forma de ser, ya sabes, 21 días seguidos de hacer que las cosas sucedan.
41) Compromiso y placer
Partiendo de la propuesta anterior, si quieres complementar aún más ese hacer que las cosas sucedan, o bien de una forma totalmente independiente a ella, aquí va una propuesta nacida de las conversaciones con amig@s que saben que trasladar al mundo cotidiano lo que ha nacido previamente en nuestra imaginación o nuestro interior es en realidad más fácil de lo que parece.
Te vas a fabricar dos cajas artesanales: una que podríamos llamar “Caja de Placeres Cotidianos” y otra cuyo título podría ser algo parecido a “Caja de Compromisos”. Vale cualquier formato, cartón, papel, madera, cristal… porque lo que cuenta realmente es lo que vas a guardar en su interior. Aunque sus nombres ya te habrán delatado lo que van a albergar cada una, me gustaría especificar que tendrás que introducir en cada una al menos diez papelitos distintos con:
En la de Placeres Cotidianos debes elegir esas cosas que sin ser grandes regalos por su tamaño o por el esfuerzo que te cueste obtenerlos, sin embargo, sí que se saldrán de tu norma habitual para una hora concreta de un día corriente. Por ejemplo, esta tarde, antes de volver a casa, llegarme hasta la heladería del centro para pedirme ese helado de maracuyá que tanto me gusta, o desconectar teléfonos y ordenadores y, antes de dormir, ponerte simplemente a escuchar unas cuantas canciones de aquella época en la que no tenías ni idea de lo que acabarías siendo…ni te importaba lo más mínimo, o llamar a media mañana a alguien que, aunque esté relativamente cerca, no sueles contactar a esas horas y por ese medio para decirle que te gusta su sonrisa, o permitirte bailar sin testigos ese baile que tanto te gusta, y que no dominas nada bien, como postre de tu almuerzo, o hacer eso que siempre dices que te encanta hacer pero que en realidad es muy esporádico, contemplar una puesta de sol y/o hacer una meditación a esas horas de la tarde…
Hay decenas de posibilidades que, si escarbas un poco, te encantan y que en realidad son tan asequibles que apenas aciertas a explicar el motivo de no practicarlas con más regularidad.
En la caja de Compromisos tienes que identificar y escribir todas aquellas tareas que tampoco es que sean muy complicadas de encajar en un día cualquiera, pero que o bien por entender que no es el momento adecuado o bien por cierta predisposición a considerarlas “difíciles” para tu forma de ser actual, no reparas en que sí que están al alcance de tu mano. Por ejemplo, hoy me comprometo a escuchar el doble de lo que hable, o durante el día de hoy me comprometo a dibujar una sonrisa antes de cualquier “hola” que me toque decir, o por el día de hoy me limpiaré de prejuicios sobre las personas o las tareas con las que tenga que interactuar, o me comprometo a ofrecer mi ayuda a los de alrededor en todas las tareas que sé que se me dan bien… También aquí las posibilidades son incontables.
Pues bien, este ejercicio consiste en que a primera hora de la mañana extraigas un papel de los que haya en “Compromisos” e inmediatamente otro del de “Placeres Cotidianos”. Y que la realización de este último esté ligada a la “consecución” del primero. Si durante el día te has aplicado a ellos y has conseguido realizarlos (ojo, tienen que haber sido hechos los dos, en este ejercicio son igual de importantes ambos) ya puedes sacarlos de sus cajas y olvidarte de ellos.
Pero si al final del día ves que no has podido alcanzarlos, se introducen de nuevo cada uno en su caja y a esperar esa nueva oportunidad en que el “azar” te los adjudique de nuevo. Porque en el momento de elegirlos por la mañana, debes hacerlo sin saber nada de cuál será el que te toque afrontar ese día. Creo que con que introduzcas inicialmente una decena en cada caja estará bien para empezar. Y hasta que no hayan “desaparecido” todos no se pueden modificar, o sustituirlos por otros, o ampliarlos…
Igual descubres que no son trabajo y premio, sino que podrían llegar a ser premio y premio… ¡Aventúrate a descubrirlo!