Maletín de herramientas para un mundo mejor XII

“¡Pues vaya un descubrimiento! Es algo que hago desde que nací y que no dejaré de hacer hasta que me muera. Es algo tan mecánico y automático que no veo cómo puede ayudarme a cambiar mi vida”. De acuerdo, sé que ese tipo de pensamientos son los que solemos tener en torno a la respiración, como también sé que ello es debido a que todavía nos queda mucho por aprender de procesos biológicos y energéticos que nos atañen. Y es que el hecho de respirar es algo que va más allá de la mera supervivencia.
 
Os hablo de respirar de una forma consciente. De hacerlo de una forma profunda, pausada, intensa, de estar presente focalizando toda la atención tan sólo en eso, en ese aire que entra y que va a poner en marcha procesos físicos y químicos en nuestro interior, pero también otros más sutiles. De acallar durante unos instantes la mente y dirigirla a un estado de quietud en que sólo tiene que ser espectadora, apoyar con su silencio a esa pequeña magia cotidiana que, al no ser tan estridente, corremos el riesgo de perdernos por muchos años que nos dure la vida.
 
Hay una recomendación muy válida tanto si te cuesta calmar la mente como si ya has avanzado mucho en ese camino, y es imaginar que respiras desde el corazón. Que con cada inspiración tu corazón se expande un poco más haciéndose más esponjoso y liviano. Que poco a poco va abarcando más espacio en tu interior a la vez que empieza a revestirse de un brillo especial, que serena cada parte de tu cuerpo que va recorriendo, que la equilibra, que la ayuda a sintonizarse con su misión natural.
 
Otra pauta conveniente es que, independientemente de tu ritmo, se diferencien claramente los cuatro tiempos de una respiración completa: inspiración, quietud, exhalación, calma. Aunque hay quien se atreve a especificar cuanto debe durar cada una de ellas o cada una con respecto a la otra, yo te recomiendo que eso lo descubras tú porque lo que para otros puede ser la proporción correcta es posible que para ti no sea la más adecuada. Pero diferencia muy bien cada una de las cuatro fases, ¿de acuerdo?
 
¿Y cuándo hacer este tipo de respiración? Siempre que puedas. Cuando te notes estresado, o en el intervalo entre una actividad y otra, o cuando dispongas de un tiempo suficiente para relajarte, o, simplemente, siempre que te acuerdes. Cuanto más lo hagas, mejor.
 
Son varios los pensadores, chamanes, sabios, médicos, místicos… que cada vez nos hablan más del poder transformador de respirar con consciencia. Afortunadamente es algo que todos podemos practicar si queremos… ¿Tú quieres probar?

De acuerdo, todos hemos oído esa teoría que dice que cuando hay algo que te molesta o que te chirría de las personas (de sus actuaciones, de sus actitudes) que hay en tu entorno es porque no aceptas o no quieres ver que eso mismo forma parte de ti. Y todos, sin excepción, nos hemos negado a aceptarla, a reconocerla como cierta, al menos en alguna ocasión de nuestra vida. ¿Qué tal si ponemos eso a prueba? ¿Jugamos a ese juego?
 
Vale, vas a fijarte en alguien de tu entorno con el/la que no sintonices especialmente. Y vas a identificar cuál de sus rasgos o de sus comportamientos es el que más te disgusta. Una vez identificado, y sabiendo que, por supuesto esa forma de ser no tiene nada que ver contigo, vas a actuar, sentir, comportarte, ser… justo lo contrario de ese rasgo que ves en esa persona. Y prestarás mucha atención a ello.
 
Si, por ejemplo, lo que te molesta es la falta de atención de alguien hacia los que tiene cerca tú harás justo lo contrario; te interesarás especialmente por atender a los de tu alrededor. Si lo que no soportas es la frialdad, entonces le pondrás mucho calor a tu entorno y a tu vida. Si alguien no para de hablar y eso te disgusta, tú estarás más pendiente de escuchar que nunca a quien se cruce en tu camino. ¿Entendido? Bien.
 
Ahora te voy a contar un secreto. Vas a hacer eso durante veintiún días seguidos porque ése es el tiempo necesario para que una determinada actitud, un comportamiento, una cualidad… se quede fijada en nosotros de una forma permanente y se convierta en un hábito. Y si lo haces durante ese tiempo ¿sabes que pasará? Que al final de los veintiún días ya ni siquiera notarás que eso te molesta, habrá desaparecido esa connotación negativa en esa persona, y eso será porque lo habrás sanado y eliminado en ti. Y entonces me podrás decir orgulloso/a y alegre: “¿Ves? Te dije que no era cierta esa teoría… Yo no soy así. He ganado”.
 
¡Ah! Y a todos aquellos calificados como excesivamente positivos u optimistas, a esos a los que la mayoría de las personas le caen bien, a los que piensan que todo el mundo es bueno, a los “buenrrollistas”, a esos…mi enhorabuena. Tenéis todas esas cualidades que no paráis de apreciar en los demás. Por favor, seguid así…