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La experiencia radical



Óscar M. García Rodríguez

09/09/2022

Tengo dos maneras de definir lo que para mí es la experiencia (no una experiencia particular, sino lo experiencia en sí). La primera definición dice así:
“La experiencia es el patrón de interferencia entre la realidad que percibimos según nuestro estado evolutivo y la realidad que Es.”
Una segunda manera de definir la experiencia es la siguiente:
‟La experiencia es la irrupción de lo que no cambia en el seno de este mundo cambiante.”



Foto de David Marcu en Unsplash
Foto de David Marcu en Unsplash
Pero antes de entrar en la descripción de mi experiencia radical, quiero referirme a otras dos experiencias que tuve a lo largo de mi vida que me marcaron para siempre y que, en cierta manera, fueron su preludio y anticipo.

Foto de Patrik László en Unsplash
Foto de Patrik László en Unsplash

Experiencia de Paz

La primera de ellas la denomino “experiencia de Paz”. Sucedió cuando tenía aproximadamente 21 años de edad. Era por la tarde-noche de un día en que me había acercado al centro de mi pueblo para socializar con otros jóvenes de la localidad. Paseaba por una de sus céntricas calles cuando, de pronto y sin nada que lo hiciera presagiar, comencé a percibir todo lo que me rodeaba como si estuviera enmarcado y sumergido en una atmósfera de perfección increíble, donde todo estaba en su lugar, donde todo era perfecto, en la que nada desentonaba, donde todo era como debía ser…incluso el grito de advertencia y recriminación de una madre apremiando a su joven hijo que estaba jugando en la plaza sonó en mis oídos perfecto, pues de cada cosa parecía emanar perfección y armonía…
 
No pude menos que retroceder unos pasos sobrecogido por aquella paz inundadora y apoyar mi espalda en el retorcido tronco de uno de aquellos inmensos laureles de indias que adornan con su exuberancia vegetal el paseo de la Avda. Dr. Fleming, donde me encontraba. Así estuve un buen rato, un tiempo que no sabría medir con exactitud, que bien podría haber durado unos segundos o una eternidad, sólo observando y gozando de aquella quietud perfecta, de aquella paz inmensurable. Luego, poco a poco, el encanto en que me encontraba empezó a difuminarse y volví a sentirme en mi normalidad habitual…

Foto de Jessica Delp en Unsplash
Foto de Jessica Delp en Unsplash

Experiencia de Unidad

La segunda experiencia de la que quiero hablar sucedió unos pocos años después, sin poder precisar la fecha exacta. A ésta, por lo que sentí entonces, la denomino “experiencia de Unidad”.
 
Me encontraba en la sala de espera del aeropuerto Reina Sofía del sur de Tenerife, que en aquellos tiempos era también base de salida de vuelos hacia mi isla natal, La Palma. Para amenizar la espera leía yo un libro del autor norteamericano Andrew Thomas, cuyas obras siempre habían constituido para mí una fuente de inspiración.
 
En un momento dado alcé la vista del libro y al mirar mi entorno todo apareció cambiado. Percibí y sentí que estaba unido a todo, que nada me era ajeno, que yo estaba en cada una de las cosas y seres que veía y que ellas y ellos estaban en mí. Casi no me quería mover para que aquel arrobamiento no se fuera y así pasé largo rato, observando y sintiendo cada cosa como una proyección de mí.
 
Poco después una mujer se acercó y se sentó a mi lado, aun estando aquella sala inmensa llena de sillas vacías, nos presentamos y comenzamos una extraordinaria conversación, cuyo contenido no viene al caso referir ahora. Y me pregunto: ¿habría notado aquella persona mi estado? Es muy probable, atendiendo a lo que luego sucedió... Pero esto lo dejaremos para otra oportunidad.

Foto de Kelli McClintock en Unsplash
Foto de Kelli McClintock en Unsplash

La experiencia del YO SOY

Con estos antecedentes, quiero referirme ahora no a una experiencia más, sino a la que entiendo es la experiencia por antonomasia, la experiencia fundamental, la experiencia en sí, a la EXPERIENCIA RADICAL, esa que diversos autores han denominado la experiencia del YO SOY. ¿Les suena, verdad?
 
Pues bien, ésta no es, ni más ni menos, que la experiencia de la propia inmortalidad como Ser, la experimentación de mi realidad como presencia atemporal y aespacial.
 
No resulta fácil de explicar. Cuando a mí me pasó, esta mente y este cuerpo viviente tuvieron, ciertamente, una experiencia singular, única, pero la conciencia en sí se mantuvo silente y presente, pues en su seno no hay experiencias ni puede haberlas porque no hay fragmentación y no tiene elementos con que confrontar o comparar. En aquel momento fue como si todo se parase  y ‟algo″ que vino de mi más profunda intimidad me inundó y me sumergí es una totalidad desde la que sentí, comprendí y SUPE, todo a la vez, sin la menor sombra de duda, con una seguridad absoluta, que yo no podía dejar de Ser, que yo ERA y continuaría SIENDO más allá de cualquier frontera, límite y circunstancia.
 
En ese instante supremo desapareció todo miedo, incluso el peor que se podría tener: el miedo al propio miedo. Y una seguridad total, una certidumbre sin medida me permeó. En medio de aquel estallido de claridad y sentido comprendí que antes de eso realmente había sido un exiliado de mí mismo, que hasta entonces había vivido en la periferia de mí Ser, en las tinieblas exteriores de mi propia realidad. Cuando esto acontece sientes de verdad el absoluto poder del SER y de SER. En ese instante se abren todos los horizontes y cualquier búsqueda se convierte en una metáfora.
 
Si eso hubiera permanecido constante, creo que habría dejado de ser alguien de este mundo. Pero, aun así, esta experiencia radical no fue inocua y dejó en mí una huella indeleble: la de mi propio auto-recuerdo. Ella me acompaña permanentemente en mí día a día, es mi tesoro indestructible. Ante esta referencia experiencial cualquier otra cosa se vuelve pálida y secundaria, incluso a la FELICIDAD se la ve sólo como un añadido, un reflejo de este sol central, y todas las demás experiencias se muestran apenas como salpicaduras de la marea del Espíritu que de vez en cuando se manifiestan en medio de la existencia.




              



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