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La Desorientación Social



Luis Arribas de la Rubia. www.sanaemocion.com

31/07/2015

"Pocos son los que ven con sus propios ojos y los que sienten con sus propios corazones"
Albert Einstein



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Empezar una terapia de corte psico-emocional es toda una decisión. Supone pararse para restablecer un dialogo con nuestra vida y, al hacerlo, tomar contacto con la primera piel de nuestro cuerpo emocional. Este acontecimiento hace que nos vayamos encontrando con las heridas más superficiales que, al ser tocadas, producen una reacción de escozor y una lógica retirada por nuestra parte.

Esta situación, muy común, nos puede hacer sentir extrañados, como extranjeros, por la llegada de una nueva cultura y lenguaje o asustados por abrir la Caja de Pandora de los aspectos más íntimos de nuestra personalidad. Pero, poco a poco, debemos ir cogiendo confianza en nuestro terapeuta y más aún en nosotros mismos e ir venciendo a nuestros perfectos mecanismos defensivos para ir desinfectando y reinstalando una nueva sensación de alivio y de paz.

Uno de esos mecanismos que primero da la cara es el MIEDO, o dicho con otras palabras, la IGNORANCIA vestida de amenaza y que nos atenaza con horribles sensaciones y fantasías. Estas nos bloquean en cada paso que damos hacia nuestra salud, con la eterna pregunta: Qué me va a ocurrir?, ¿voy a salir de esto, verdad?... que tantas veces me encuentro. Es, de verdad, el desconocimiento el verdadero maestro de la confianza.

La causa de donde surgen habitualmente las raíces de este miedo y muchas de nuestras heridas, podríamos denominarla como La Desorientación Social. Ese estímulo que más personas trae por la calle de la amargura hasta la consulta.

“La desorientación social es esa situación de sentirnos perdidos dentro de una estructura social del tipo que sea (empresa, equipo de trabajo, grupo de amigos o la sociedad misma), por una falta de referencias o pautas sobre la jerarquía y funcionamiento dentro de la misma estructura. Esta situación produce así una sensación de ansiedad, angustia, hastío o vacío vital”.

Y esa desorientación empieza cuando seguimos patrones de conducta autoimpuestos. Ahí el desencuentro con uno mismo se instala cuando ejecutamos unos planes de vida dentro de unos esquemas ya preestablecidos. Cuando realmente no partimos de la sensación interna de estructuras e ideales propios, como ya veníamos comentando en el capítulo anterior, cuando difícilmente podremos alcanzar una sensación de madurez interna.

Siempre apuesto por la idea de que es mejor estar un año perdido que toda la vida en presencia de quien no soy.

Tendríamos que ser justos y decir que gran parte de la responsabilidad viene desde una sociedad moderna que no atiende, cual adolescente, más que a satisfacer los deseos puntuales y emergentes, sin abrir una escucha a otras necesidades más de tipo general y estructural a nivel evolutivo, es decir, caminamos... pero a la deriva.

Si echamos un vistazo sobre la historia de la humanidad, vemos cómo eran precisamente gestionadas estas necesidades "higiénicas" o básicas. Ya las sociedades tribales realizaban una ceremonia ritual para cada paso o etapa madurativa que se producía dentro de cada uno de sus individuos. Cada uno de estos rituales daba un sentido y un nombre a esas transiciones madurativas. De esta manera las personas que conformaban dicha tribu tenían una sensación de pertenencia y estructura interna que les hacia posible evolucionar sanamente. Sabían en qué momento personal se encontraban y desde ahí resultaba más fácil dar un sentido a la propia vida.

Cuando nos encontramos en esta situación, contamos con un buen autoapoyo por tener el conocimiento de las propias capacidades y el nivel de responsabilidad.

Bien, muchas de las personas que me encuentro en consulta vienen atascadas en una gran desorientación social. Personas que, sin haber comprendido su infancia o quizás la adolescencia, han entrado en lo que se supone una etapa de adultos sin saber realmente el significado de dicha palabra. ¿Quién soy realmente?, ¿qué se supone debo saber o espero de mí?, ¿estoy siendo realmente responsable con mis necesidades?, ¿hasta dónde o cuándo debo seguir así?.

Puedo decir, de estas estupendas personas, que juegan a ser adultos cuando aún son como niños. Esto conduce a una sensación de vida ambivalente, véase de caos o de superexigencia... pero en todo caso de ausencia de un padre interno que regule el comportamiento propio. Esto finalmente conduce a una vivencia profunda de cierta orfandad y soledad. Tenemos como resultado a individuos totalmente desconectados de sí mismos, de sus necesidades, de sus creencias, valores y capacidades.

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En esta sociedad seria bueno que vivieran Seres pero Humanos. ¿Esto que implica? quizá sentir la unidad de que como especie pasamos por los mismos miedos, dudas y necesidades. Por tanto a medida que vamos abriendo nuestro mundo emocional, sesión a sesión, iremos forjando un vínculo afectivo de seguridad donde no tendrán sentido las defensas y éstas caerán por su propio peso.
Descubriremos que si la naturaleza nos ha dotado de un espíritu y mente con sistema nervioso y somático, no tiene sentido ocultar que la realidad nos produce sensaciones y emociones. Es como ir contra natura.

La Naturaleza ya demuestra que la flor se abre al final, y deja atrás una etapa de "capullo" para sintonizar con la luz.

Es, por tanto, necesario abrirse a uno mismo, al otro, al mundo, y comprender que todos tenemos un patrón equivalente de procesar la realidad, un mismo origen de infancia y necesidad de vínculo con los padres y todo un universo de consecuencias estructurales y apoyadores. Entonces se producirá verdaderamente una globalización emocional, una misma inteligencia con una misma pulsión.

Es en la medida en que voy hablando de mí mismo y no de los demás, cuando me permito hablar de mis deseos y fantasías, de lo que odio y rechazo, de lo que amo en secreto... cuando la vida parece que recobra sentido, y las penas y todos aquellos sinsentidos parecen evaporarse fácilmente. Lo complicado se hace fácil por quitarle el velo intimidante de misterioso. Hasta que finalmente se enciende el fuego donde todo coge coherencia al calor de uno mismo.




              



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