Cuando buscamos ese despertar de un nuevo estado de Conciencia del Ser, la primera traba con la que nos encontramos es la propia mente racional; nuestro consciente se ha convertido con el paso de los años en el “perfecto contador de cuentos”, fruto de una educación condicionada, de las memorias de experiencias anteriores, de creencias profundamente implantadas, de esquemas mentales prefijados, etc. que dejan poco espacio para que lleguen nuevas ideas.
Por eso, para abrir nuevas sendas el primer paso es acallar la mente, dejarla a un lado como espectadora de la experiencia, pero sin intervenir. Trabajaremos fundamentalmente con las capacidades de nuestro hemisferio cerebral derecho: la imaginación, las emociones, los sentimientos, la intuición, la percepción más allá del proceso racional y todas las cualidades que aparecen cuando nos atrevemos a aventurarnos por nuevos territorios de la conciencia, dando cabida a la magia y la alquimia:
Por eso, para abrir nuevas sendas el primer paso es acallar la mente, dejarla a un lado como espectadora de la experiencia, pero sin intervenir. Trabajaremos fundamentalmente con las capacidades de nuestro hemisferio cerebral derecho: la imaginación, las emociones, los sentimientos, la intuición, la percepción más allá del proceso racional y todas las cualidades que aparecen cuando nos atrevemos a aventurarnos por nuevos territorios de la conciencia, dando cabida a la magia y la alquimia:
- Abriéndonos para conectar con la fuerza de la naturaleza, con su poder sanador, pero también con la sabiduría que encierra.
- Aceptando una nueva dimensión de nuestro ser que nos permita identificar los recursos internos que hay en cada uno y que ni siquiera sabíamos que existían, quizás porque la vida no nos había dado oportunidades para manifestarlos.
- Atreviéndonos a confiar en nosotros mismos para avanzar sin miedo, siendo conscientes de que no estamos solos.
- Teniendo el coraje para recorrer nuevos territorios, para afrontar retos, para aceptar desafíos tomándolos como oportunidades de crecimiento y aprendizaje.
- Siendo capaces de desplegar todo nuestro potencial reconociendo la capacidad creadora que reside en cada ser humano, las posibilidades para diseñar el futuro que quiere ver hecho realidad.
Reconociendo que la verdadera libertad reside en la capacidad para elegir la forma en que decidimos vivir los acontecimientos.
El miedo, esa pesada carga
El miedo es una emoción que cortocircuita la capacidad de acción del ser humano. Es la causa de buena parte de los males que nos aquejan, suele provenir de sustratos muy profundos de la personalidad que se crearon en la infancia o la adolescencia y que se instauran en nuestro inconsciente como medidas de protección. Esas estructuras de pensamiento nos condicionan tanto que, quienes eran percibidos como amigos de pronto se perciben como enemigos porque el miedo nos hace ponernos gafas oscuras que impiden percibir los colores, nos crea obsesiones, nos aísla de la realidad y nos hace perder amistades, trabajos y objetivos.
El miedo y su consecuencia inmediata que es la inseguridad nos roban la tranquilidad de ánimo, el sueño y la confianza en nosotros mismos o en los demás. Cuando el miedo hace su aparición el amor se difumina. Ambas emociones están en la misma línea, pero en sus dos polos extremos.
Es el miedo la emoción que subyace en la aparición de muchas enfermedades mentales pues genera en la persona obsesiones y crea realidades paralelas que para el enfermo son auténticas. Esas emociones mal integradas terminarán después por afectar a algún órgano provocando los síntomas que nos indican la aparición de una enfermedad física.
Una forma muy sencilla de erradicar los miedos y de mantener el equilibrio, la objetividad y la armonía es formar parte de un pequeño grupo que nos permita compartir lo que nos preocupa, lo que sentimos, lo que necesitamos, lo que hacemos… Un espacio y un tiempo que nos permita sentirnos aceptados y queridos por lo que somos, no por lo que tenemos o lo que sabemos.
El pequeño grupo nos permite, además, poner en práctica de inmediato lo aprendido, experimentar, comprobar las hipótesis o las ideas, sentir el apoyo y la objetividad que nos ofrece el contrastar con el otro, recoger la imagen que proyectamos a los demás, atrevernos a hacer cosas que quizás solos nunca haríamos… el pequeño grupo de apoyo o de trabajo nos facilita afrontar desafíos y retos y eso redunda después en una sensación de bienestar y autorreconocimiento de esos recursos internos que nos habíamos negado a nosotros mismos.
El miedo y su consecuencia inmediata que es la inseguridad nos roban la tranquilidad de ánimo, el sueño y la confianza en nosotros mismos o en los demás. Cuando el miedo hace su aparición el amor se difumina. Ambas emociones están en la misma línea, pero en sus dos polos extremos.
Es el miedo la emoción que subyace en la aparición de muchas enfermedades mentales pues genera en la persona obsesiones y crea realidades paralelas que para el enfermo son auténticas. Esas emociones mal integradas terminarán después por afectar a algún órgano provocando los síntomas que nos indican la aparición de una enfermedad física.
Una forma muy sencilla de erradicar los miedos y de mantener el equilibrio, la objetividad y la armonía es formar parte de un pequeño grupo que nos permita compartir lo que nos preocupa, lo que sentimos, lo que necesitamos, lo que hacemos… Un espacio y un tiempo que nos permita sentirnos aceptados y queridos por lo que somos, no por lo que tenemos o lo que sabemos.
El pequeño grupo nos permite, además, poner en práctica de inmediato lo aprendido, experimentar, comprobar las hipótesis o las ideas, sentir el apoyo y la objetividad que nos ofrece el contrastar con el otro, recoger la imagen que proyectamos a los demás, atrevernos a hacer cosas que quizás solos nunca haríamos… el pequeño grupo de apoyo o de trabajo nos facilita afrontar desafíos y retos y eso redunda después en una sensación de bienestar y autorreconocimiento de esos recursos internos que nos habíamos negado a nosotros mismos.
Efectos de las emociones nocivas y las emociones positivas en la salud
Mucho se ha hablado sobre los efectos de las emociones negativas en la salud, las alteraciones que producen en todos los órdenes: físico, energético, mental y emocional. Por ejemplo, son muy interesantes las investigaciones realizadas por la osteópata Montserrat Gascón sobre cómo las emociones negativas (rabia, cólera, odio, tristeza, resentimiento, envidia, frustración, etc.) bloquean nuestro pericardio (membrana que envuelve, sujeta y protege al corazón).
El corazón es el receptor y catalizador de nuestra vida emocional y espiritual. Cuando nos sentimos amenazados el pericardio, formado por una membrana fibrosa de dos capas está íntimamente ligado al corazón y al diafragma, cuando se produce una emoción negativa fuerte esa fibra cruzada se cierra para protegernos del impacto emocional, como consecuencia el diafragma también se encoge y hay una reacción en cadena que afecta a distintos órganos: estómago, vesícula, esófago, columna.
Esa sensación que muchas veces traducimos como “se me encogió el corazón” describe perfectamente el momento de retracción del pericardio que, aunque permite que el corazón siga bombeando sangre para mantenernos vivos, no puede evitar que se vean afectadas muchas otras funciones afectando prácticamente a todas nuestras funciones anatómicas y neurofisiológicas. Existen técnicas de osteopatía para liberar el pericardio, si además completamos la acción con un trabajo psicológico y emocional conseguiremos recuperar la coherencia cardiaca y también el funcionamiento armónico de células, órganos y sistemas, devolviendo al cuerpo la homeostasis perdida.
Por otro lado, las investigaciones en neuro-cardiología, han demostrado que existe una relación muy estrecha entre un estado mental positivo y una buena salud. Las emociones positivas como el amor, el respeto, la ternura, la confianza, la bondad, etc. afectan a nuestro corazón y a nuestro organismo. Se ha comprobado que, cuando la persona está generando emociones y sentimientos positivos se capaz de aumentar en un 100% la producción de la hormona DHEA (conocida como hormona de la juventud). Se reduce en un 23% la producción de CORTISOL (la hormona del estrés). Se ha detectado, igualmente, una bajada de la presión arterial y un descenso en el riesgo de padecer enfermedades cardiacas, mejores niveles de azúcar en sangre, etc. Asimismo, aumentan los niveles de oxitocina (la llamada hormona del amor), de serotonina y dopamina que están relacionadas con estados de felicidad y plenitud.
Los estudios demostraron que aquellas personas que eran capaces de mantener durante más tiempo sus emociones positivas y tenían, además, un mayor nivel de resiliencia, eran practicantes de alguna técnica de meditación, terapias de introspección o técnicas de autorreflexión, lo que les había permitido desarrollar actitudes más positivas y saludables. Por ejemplo, demostraron que sentimientos como la compasión o la bondad generaban conductas sociales positivas y solidarias como una mayor generosidad e implicación en la ayuda a los demás.
El corazón es el receptor y catalizador de nuestra vida emocional y espiritual. Cuando nos sentimos amenazados el pericardio, formado por una membrana fibrosa de dos capas está íntimamente ligado al corazón y al diafragma, cuando se produce una emoción negativa fuerte esa fibra cruzada se cierra para protegernos del impacto emocional, como consecuencia el diafragma también se encoge y hay una reacción en cadena que afecta a distintos órganos: estómago, vesícula, esófago, columna.
Esa sensación que muchas veces traducimos como “se me encogió el corazón” describe perfectamente el momento de retracción del pericardio que, aunque permite que el corazón siga bombeando sangre para mantenernos vivos, no puede evitar que se vean afectadas muchas otras funciones afectando prácticamente a todas nuestras funciones anatómicas y neurofisiológicas. Existen técnicas de osteopatía para liberar el pericardio, si además completamos la acción con un trabajo psicológico y emocional conseguiremos recuperar la coherencia cardiaca y también el funcionamiento armónico de células, órganos y sistemas, devolviendo al cuerpo la homeostasis perdida.
Por otro lado, las investigaciones en neuro-cardiología, han demostrado que existe una relación muy estrecha entre un estado mental positivo y una buena salud. Las emociones positivas como el amor, el respeto, la ternura, la confianza, la bondad, etc. afectan a nuestro corazón y a nuestro organismo. Se ha comprobado que, cuando la persona está generando emociones y sentimientos positivos se capaz de aumentar en un 100% la producción de la hormona DHEA (conocida como hormona de la juventud). Se reduce en un 23% la producción de CORTISOL (la hormona del estrés). Se ha detectado, igualmente, una bajada de la presión arterial y un descenso en el riesgo de padecer enfermedades cardiacas, mejores niveles de azúcar en sangre, etc. Asimismo, aumentan los niveles de oxitocina (la llamada hormona del amor), de serotonina y dopamina que están relacionadas con estados de felicidad y plenitud.
Los estudios demostraron que aquellas personas que eran capaces de mantener durante más tiempo sus emociones positivas y tenían, además, un mayor nivel de resiliencia, eran practicantes de alguna técnica de meditación, terapias de introspección o técnicas de autorreflexión, lo que les había permitido desarrollar actitudes más positivas y saludables. Por ejemplo, demostraron que sentimientos como la compasión o la bondad generaban conductas sociales positivas y solidarias como una mayor generosidad e implicación en la ayuda a los demás.