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Si queremos, aún estamos a tiempo…

Algunas reflexiones a compartir sobre el proceso del movimiento social organizado en la reciente historia de España



Enrique del Río

24/04/2017



En los años 50 algunos de nuestros padres o tíos o hermanos mayores estaban encarcelados y torturados, pero nos transmitían las inquietudes, los ideales y las ansias de libertad que había sido truncada por la guerra civil… pensábamos con rabia que había que cambiar a mejor: más libertad y más justicia. Merecía la pena mantenerse de pie e ir preparando los mimbres para una situación más favorable… Cantábamos en reuniones clandestinas o cumpleaños aquello de: “Cuando querrá el Dios del cielo, que la tortilla se vuelva…”
 
En los 60 nosotros mismos estábamos perseguidos y encarcelados, pero estábamos organizados y con ganas de cambiar hacia la democracia y la justicia social. Éramos minoría pero sabíamos que dejaríamos de serlo poco a poco, porque la causa era justa…Cantábamos aquello de “En la plaza de mi pueblo, dijo el jornalero al amo…” y “En el Pozo María Luisa, tralalalalá, murieron cuatro mineros…”  y también  “Al vent, les mans al vent…”
 
En los 70 estábamos más o menos tolerados a regañadientes, de mala gana, pero sin pasarnos ni hacer alardes. Nos sentíamos fuertes y con tremendas esperanzas en el cambio próximo que se avecinaba y se suponía a favor de los de abajo, o sea de nosotros todos… Nos sentíamos una mayoría no reconocida, pero a punto de dar el salto hacia delante y cambiar… Cantábamos “L’Estaca…” y “Habrá un día en que todos al levantar la vista…”
 
En los 80 empezamos a recibir reconocimientos e incluso subvenciones europeas y locales, se oficializan las ONGs y las coordinaciones de lo existente. Había prisas por colocarse bien en el nuevo panorama democrático y algunos corrían para no perder oportunidades de situarse bien en el nuevo escenario, aunque antes hubieran corrido poco para organizarse y luchar por el cambio. Los partidos y sindicatos crean sus propias organizaciones en todos los ámbitos donde haya subvenciones y coordinaciones que controlar… Ya no cantábamos en las reuniones… Aunque siempre ha habido una minoría organizada que mantenía el rescoldo del brasero de la utopía, que incluso cantaba la canción de Labordeta “Somos, como esos viejos árboles…”
 
En los 90 estábamos subvencionados y lo que cambió fue la militancia que se fue sustituyendo por profesionalización y gestión de proyectos. Se refuerzan las coordinaciones de todo lo que se mueve y la Administración las subvenciona a condición de que cumplan con las prioridades establecidas por las directrices de las políticas estatales y europeas. Ya no se hablaba de cambiar las causas sino de atender a las consecuencias… “los más desfavorecidos”… y colaborar en paliar los destrozos de las políticas económicas: “atender las zonas más deprimidas rurales e industriales”.
 
Síntomas de frustración
 
Empiezan los síntomas de frustración y comienzan a surgir y tomar fuerza grupos que se salen del esquema clásico (vecinal, sindical, partido, coordinación de ONGs…) y plantean nuevos retos: ecológicos, ambientales, antiglobalización, antisistema… Fruto del trabajo realizado en esa dirección, surge la manifestación y concentración mundial en Seattle, como la punta del iceberg del profundo malestar existente por la pasividad de los poderes públicos ante los grandes problemas planteados a la humanidad.
 
Seattle significa un hito que marca una nueva dirección en las prioridades de los movimientos sociales. Estos grupos llegan más a la ciudadanía, sobre todo joven, que los movimientos clásicos. Otros, que no han descubierto esas nuevas forma de ser coherentes, se retiran, y otros van a refugiarse en lo íntimo y encontrar la paz interior que no encontraron en su anterior recorrido… Seguíamos sin cantar en grupo… aunque sigue esa minoría cantando el mensaje cantado del compañero Labordeta: “Somos…”
 
En los 2000 estamos débiles, recuperados por la cultura imperante: Parece que no hay que cambiar, hay que estar presente y tener una organización fuerte con muchos recursos, aunque no se cuente con muchos ciudadanos conscientes en nuestras filas. Hay que salir en los papeles. Hay que pactar con todos para estar en el candelero y organizar redes, pero controladas por nuestras organizaciones a través de las subvenciones…
 
No se concibe una organización fuerte sin subvenciones o lo que es lo mismo no se concibe el cambio sin que te permitan cambiar…Ya no se canta, se escucha cantar en el MP3 particular. En España, salvo la excepción de la Guerra de Irak, que saca a la calle a la población de todas las edades e incluso de todos los estratos sociales que habitualmente no se manifiestan, la tónica es que el nivel de participación ciudadana en las convocatorias de movilización, es bajísimo.
 
No obstante la minoría consciente sigue viva, manteniendo la llama de la esperanza para que no se apague la utopía. Minoría que se articula a escala internacional y organiza el primer Foro Social Mundial en Porto Alegre (Brasil), que continúan celebrándose cada año, al principio, espaciándose después para dar lugar a celebraciones de Foros a nivel continental, nacional y local, extendiéndose cada vez más.

Cambio de década
 
En 2010, coincidiendo con el cambio de década, se anuncian restricciones de todo tipo y empieza la preocupación de cómo hacer sobrevivir nuestras organizaciones y lo que es peor, no se está preparado para funcionar sin financiación ajena, después de tantos años de funcionar sin las cuotas y aportaciones de los ciudadanos…
 
Empieza un proceso con muchos riesgos de domesticación. Se siguen las prioridades de las directrices de la Administración pública/política en las subvenciones: “lo importante es la visibilización”. ¿Visibilizar estructuras y aparatos con sus logos? ¿Jornadas con inauguración y clausura de un alto cargo para demostrar lo bien vistos que estamos por el poder político de turno? La frontera entre la Administración y las ONG’s que dependen de ella o al servicio de ella se desdibuja poco a poco. Se “descafeínan” los objetivos y hay peligro de contaminación y confusión de roles.
 
Y para colmo, se arroja sobre nuestros bolsillos y nuestras cabezas una “crisis” financiera, que repercute gravemente en todos los aspectos laborales y económicos, de manera que parece justificar en nuestro estado de ánimo que hay que sacrificar nuestros derechos y nuestras aspiraciones a cambio de salir de esa situación. Eso sí, confiando en que los que la han provocado, por un lado, y los que la han consentido, por otro, nos van a sacar de ella y por tanto cualquier medida vale por negativa que sea para la población.
 
Difícilmente nos pondremos de pie si no vemos más allá de la crisis y viceversa, no vislumbraremos horizontes más allá de la crisis si no nos ponemos de pie ante ella. Ahora no sólo no se canta en grupos y reuniones, sino que se oyen lamentos de desesperanza y resignación… salvo en una minoría incombustible que no quiere vivir agachada, sino de pie.  
 
Llegan los indignados
 
2011. Y de pronto, rompiendo los modelos tradicionales de organización, surgen los “indignados”, que se han puesto en marcha con el proceso de acampadas, asambleas y movilizaciones, conocido como el movimiento del 15M. Aún es muy pronto para sacar conclusiones sobre este movimiento, pero hoy por hoy ya se pueden hacer algunas observaciones:
 
Por lo menos hay que darles las gracias porque nos han devuelto la esperanza de que cambiar "es posible", cosa que estaba en duda en el fondo de nuestras almas y mentes, aunque no nos atreviéramos a reconocerlo y menos en público. Ha sido un buen tirón de orejas en positivo…para que no desfallezcamos, ni tiremos la toalla.
 
Ha servido para recordarnos que ya hace muchos años que vivimos agachados, porque hemos limitado nuestros horizontes a lo que nos ofrecen y no a la amplitud de nuestras aspiraciones y a la profundidad de nuestros sentimientos más puros. Habíamos olvidado que somos águilas con capacidad para volar libres y muy alto y estábamos convirtiéndonos en gallinas domesticadas, acostumbradas a comprar el maíz nuestro de cada día, tal y como nos lo han diseñado los intereses ajenos, manipulando nuestras necesidades y transformándolas en necesidades creadas de consumo, imperiosas, permanentes e insaciables.
 
Sin atrevernos a levantarnos, ponernos de pie y volar, porque nos hemos acostumbrado a ver el horizonte inmediato, bajo, estrecho…sin ser conscientes de que lo vemos así porque estamos agachados.
 
Este movimiento nos ha devuelto la "referencia, la cordura y la frescura" por las cosas importantes: La finura de llamar "comisión de respeto" a la clásica comisión de "orden y vigilancia", las actitudes sinceras y respetuosas que se han visto en las asambleas, la escucha, la democracia, los debates libres, la atención al compañero, hablar con el o la de al lado sin conocerse de nada y de pronto descubrir que les une lo mismo; la importancia de no dejarse avasallar y resistir en solidaridad con los apaleados por la policía, la osadía de poner en cuestionamiento el por qué tienen que dejar las calles y las plazas libres aunque lo diga la autoridad si son espacios públicos, espacios de todos, y un sin fin de detalles donde en la práctica hacen de la persona y no de la ideología, la referencia y la identidad.
 
c) Por su ejemplo de civismo (limpiando los lugares públicos y borrando las pintadas hechas por algunos incontrolados) y por su pacifismo demostrado, llamando a todo el mundo a resistirse a las provocaciones violentas que venían de todas partes, se han ganado las simpatías de mucha parte de la población, que ve como sus hijos “despolitizados" se han convertido en elementos positivos en sus familias y en sus entornos.
 
d) Aunque los Partidos están molestos con ellos y les critican que no aportan soluciones concretas (¡como si ellos si las aportaran!), las propuestas que se están haciendo constantemente, aunque con un proceso lento de debate, a veces demasiado lento por el respeto a las asambleas y a los que componen los grupos de temas específicos (vivienda, finanzas alternativas, trabajo, educación, cultura, etc.), son bastante concretas y según muchos expertos bastante aceptables y posibles de poner en práctica inmediatamente, como por ejemplo la transparencia del patrimonio de los políticos para evitar la corrupción...rescindir las hipotecas a los bancos cuando se entregan las llaves del piso que no se ha podido pagar y no seguir debiéndoles dinero después de haber perdido la casa y el trabajo...el control de los bancos y que paguen ellos la crisis que han creado cobrándoles tasas (como en el caso de Islandia)...etc.

Ponernos en pie
 
 
¿Y para el 2012 en adelante?  Tenemos el desafío de “ponernos de pie” en la vida, para cambiar el sistema económico financiero actual injusto y participar junto con los demás, a construir un planeta más saludable, al servicio de toda la humanidad. Lo que supone afrontar el desafío de encontrar las respuestas adecuadas para crecer como personas y vivir dignamente, recuperando los motivos por los que en su día nos organizamos. Es decir:
 
Seguir fomentando el tejido social consciente y responsable. Capaz de decidir y ejercer nuestro poder sobre todo lo que nos concierne y afecta, influenciando la vida y la sociedad a favor de todos. Estimular la conciencia y el compromiso con la población, combatiendo la inhibición y la cómoda delegación. Sacudirnos el “autismo social”, no dejando que las cosas pasen y se sucedan sin más, sin reaccionar, mientras que otros se aprovechan para encauzarlas a favor de sus propios intereses, ajenos a los de la población en general.
 
Facilitar espacios y motivos de encuentro, para intercambiar experiencias, información, pensamientos, análisis, propuestas, caminos de solución, sueños, ideales, combatiendo así la superficialidad, el adoctrinamiento, el dogmatismo, la intolerancia, los enfrentamientos por intereses ajenos a los nuestros y la manipulación de los mensajes culturales que interesan a los grupos de poder económicos para domesticarnos. Debatir sobre los valores que son a favor de toda la población porque nos hacen crecer y ser más justos y solidarios.
 
Experimentar y crear alternativas, soluciones a nuestra medida en todos los ámbitos de la vida, interviniendo de manera consciente en la actividad económica, en el mercado y en la producción de los bienes y servicios. Superando las recetas establecidas por otros que no sufren las consecuencias de las medidas que adoptan en nuestro nombre y que nos perjudican cada vez más.
 
Valores diferentes
 
Se trata de introducir valores diferentes y cambiar nuestros hábitos, nuestras actitudes, nuestra cultura, nuestras prácticas y nuestros métodos respecto al consumo, al uso del dinero, al concepto de trabajo y de desarrollo. Es decir:
 
Producir lo que hace falta a la población, empezando por la cercana y no pensando en satisfacer prioritariamente a un mercado controlado por intereses ajenos;  Poner nuestro dinero al servicio del desarrollo local y de las empresas rentables integralmente, que respetan la naturaleza, el medio ambiente y recuperan el sentido humano y social del trabajo, dando salida a las capacidades de las personas;
 
Otra manera de consumir de manera responsable, rechazando aquellos productos que perjudican nuestra salud, consecuencia de la avaricia de los que producen pensando en su mayor beneficio económico;
Generar espacios públicos gestionados por la ciudadanía y al servicio de ella, recuperándolos del secuestro al que han sido sometidos.
 
Ser y vivir como personas dignas, que tienen el coraje de vivir de pie, sacando el jugo a la vida. Creciendo de manera proporcionada y en todas las dimensiones, hacia dentro, echando raíces y mirando para arriba y no sólo aumentar de volumen únicamente en unos aspectos y otros no, desequilibrando nuestro crecimiento y aparentando que somos, mientras que sólo estamos y duramos. 




              



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