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Transformar la tragedia en una oportunidad

Extractos del artículo de Leonardo Boff: La covid-19 nos hace descubrir espíritu en el cosmos, en el ser humano y en Dios (servicioskoinonia.org)



Maria Pinar Merino Martin

17/09/2020

Destacamos aquí algunos párrafos extraídos del artículo nº. 1000 publicado por Leonardo Boff en su página de koinonia. A lo largo de 18 años cada semana, sin interrupción, Leonardo ha publicado su columna reflejando la realidad social que vivía nuestra humanidad y aportando una visión trascendente y espiritual que diera sentido a los acontecimientos con el propósito de aportar luz y comprensión a través de perspectivas más amplias y de una mirada más consciente. En este artículo el autor enfoca su atención en un modelo que nos permita dar un salto cualitativo hacia un nuevo orden, más alto, más humano, más cordial, más amoroso y más espiritual que nos permitirá construir un futuro mejor para todos.



El espíritu: primero en el Universo, después en nosotros

Photo by Mohamed Nohassi on Unsplash
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Somos singularmente portadores de gran energía. Es el espíritu en nosotros. El espíritu, en la perspectiva de la nueva cosmología (la ciencia que estudia el surgimiento del universo, su expansión y evolución, hacia dónde se dirige, cuál es su sentido y cuál nuestro lugar dentro de este proceso), es tan ancestral como el cosmos. Espíritu es la capacidad que los seres tienen –incluso los más originarios, como los hadrones, los topquarks, los protones y los átomos– de relacionarse, intercambiar informaciones y de crear redes de inter-retro-conexiones, responsables de la unidad compleja del todo. Es propio del espíritu crear unidades cada vez más altas y elegantes.
 
El espíritu, en primer lugar, está en el mundo; sólo después está en nosotros. Entre el espíritu de un árbol y el nuestro, la diferencia no es de principio. Ambos son portadores de espíritu. La diferencia radica en el modo de realización. En nosotros, los seres humanos, el espíritu aparece como autoconciencia y libertad. En el árbol, por su vitalidad y relaciones con el suelo, con los rayos solares, las energías de la Tierra y del cosmos, él se siente, se relaciona, se nutre y nutre la propia naturaleza, captando CO2 y dándonos oxígeno, sin el cual no podemos vivir.
 
El espíritu humano es ese momento de la conciencia en que ella se siente parte de un todo mayor, capta la totalidad y la unidad y se da cuenta de que un hilo une y reúne todas las cosas, haciendo que sean un cosmos y no un caos. Por relacionarse con el Todo, el espíritu en nosotros nos hace ser un proyecto infinito, una apertura total a los demás, al mundo y a Dios.
 
La vida, la conciencia y el espíritu pertenecen por lo tanto al cuadro general de las cosas, al universo, más concretamente a nuestra galaxia, la Vía Láctea, al sistema solar y al planeta Tierra, el lugar donde vivimos. Para que surgieran fue necesario un ajuste refinadísimo de todos los elementos, especialmente de las llamadas constantes de la naturaleza (la velocidad de la luz, las cuatro energías fundamentales, la carga del electrón, la radiación atómica, la curvatura del espacio-tiempo, entre otras). De no haber sido así, no estaríamos aquí escribiendo/leyendo sobre esto.
 
Refiero sólo un dato tomado del clásico libro del astrofísico y matemático Stephen Hawking, Una Breve Historia del Tiempo (2005): «Si la carga eléctrica del electrón hubiera sido ligeramente diferente, habría roto el equilibrio de la fuerza gravitatoria y electromagnética de las estrellas, y, o habrían sido incapaces de quemar el hidrógeno y el helio, o habrían explotado. De una u otra forma la Vida no habría podido existir» (p. 117). La Vida pertenece al cuadro general de todas las cosas y es vida poseída por el espíritu. 

La covid-19 nos hace descubrir el espíritu

Photo by frankie cordoba on Unsplash
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Vivimos en una época particularmente anémica de espíritu. Las políticas gubernamentales ya sean locales o internacionales dan mensajes contradictorios y muestran falta de empatía y de solidaridad con miles de muertos en todo el mundo debido al COVID19, pero esta situación muestra, lo que es más grave, falta de espíritu.
 
Hay que añadir, además, que la cultura del capital, que se basa en el consumo, ahogó el espíritu en la materialidad opaca. Y sin espíritu perdemos lo mejor que hay en nosotros: la comunicación libre, la cooperación solidaria, la compasión amorosa, el amor sensible y la sensibilidad cordial por el otro lado de todas las cosas, de donde nos vienen mensajes de belleza, de grandeza, de admiración, de respeto, de veneración y de trascendencia.
           
En una de las más importantes fiestas de la tradición cristiana, Pentecostés, los cristianos celebran la irrupción del Espíritu sobre los atemorizados seguidores de Jesús. Los transformó en valientes mensajeros de su mensaje liberador, alcanzándonos hasta el día de hoy. En este momento trágico en que se ahoga el espíritu, que es lo mismo que el asesinato de la vida, abandonada a causa de un virus, cabe una reflexión sobre el espíritu con minúscula, y el Espíritu con mayúscula.

El Espíritu en un mundo sin espíritu y en degradación

Photo by Aziz Acharki on Unsplash
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Hoy sentimos la urgencia de la irrupción del Espíritu como en la primera mañana de la creación. La «Carta de la Tierra», ante una crisis mundial ecológica con energías negativas que nos pueden arrastrar al abismo, afirma: «Como nunca antes en la historia, el destino común nos invita a buscar un nuevo comienzo… Esto requiere un cambio de la mente y del corazón. Requiere un nuevo sentido de interdependencia global y de responsabilidad universal… Todavía tenemos mucho que aprender de todos los que participan en la búsqueda de la verdad y la sabiduría (final)».
           
El Papa Francisco dice igualmente en su encíclica sobre el cuidado de la Casa Común: “Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra Casa Común como en los dos últimos siglos” (nº 53). «Si no cambiamos nuestro actual estilo de vida insostenible sólo puede terminar en catástrofe» (nº 161).
           
Cabe al Espíritu iluminar nuestra mente y transformar nuestro corazón. Si no hacemos esa conversión, difícilmente escaparemos de las amenazas que pesan sobre el sistema-vida y el sistema-Tierra. Cabe al Espíritu la capacidad de transformar el caos destructivo en caos creativo, como obró en el primer momento del Big Bang. Él puede transformar la tragedia, como la actual de Covid-19, en una crisis acrisoladora que nos permita dar un salto cualitativo hacia un nuevo orden, más alto, más humano, más cordial, más amoroso y más espiritual. El universo, la Tierra y cada uno de nosotros somos templos del Espíritu. Él no permitirá que sea desmantelado y destruido. Esta es una petición urgente en la actual situación, cuando la Tierra como un todo es atacada por un virus letal que está diezmando muchos miles de vidas.
 
La ciencia, la técnica y la vacuna son fundamentales; pero sólo con ellas no está garantizado que evitemos volver a lo que era antes. Para eso necesitamos otro espíritu, que dé centralidad a lo que importa: la vida, la cooperación, la interdependencia, la generosidad y el cuidado de la naturaleza y de unos a otros. Si no hacemos este giro paradigmático, este cambio de paradigmas, podemos ser atacados nuevamente y de forma aún más letal.

Extractos del artículo de Leonardo Boff: La covid-19 nos hace descubrir espíritu en el cosmos, en el ser humano y en Dios (servicioskoinonia.org)




              



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