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Proyecto "Horta del Rajolar"

Un pequeño ejemplo de transformación territorial



Manolo Piquer

16/02/2024

Cada vez se están creando más espacios de cultivo y agricultura gestionados de manera colectiva por una comunidad local. Estas huertas pueden encontrarse en áreas urbanas o rurales que trabajan por la sostenibilidad ambiental, fomentan el trabajo en equipo y la colaboración, fortalecer comunidades y promover la seguridad alimentaria a nivel local.



En mi pueblo, como en tantos otros a lo largo de la geografía española, la gente tradicionalmente se ganaba la vida trabajando en el campo. Desde siempre ha existido una fuente que era un auténtico manantial. Su canalización, mediante la antigua acequia construida al menos en tiempos de los árabes, habría posibilitado el asentamiento en la primitiva alquería que dio origen después al pueblo de Betxí (provincia de Castellón, actualmente con algo más de 5.500 habitantes). Con ella se regaba la huerta, además de posibilitar otros usos como la fábrica de piezas de barro o la molienda de cereales.
 
Durante el siglo XX y con la expansión del cultivo de cítricos el pueblo pudo progresar. Tan próspero era el cultivo de los naranjales que los agricultores empezaron a cavar pozos para alumbrar aguas subterráneas y ampliar la extensión del regadío, transformando así muchas tierras que hasta entonces eran de secano.
 
En las últimas décadas la histórica fuente se fue quedando en el olvido y su acequia se fue abandonando. Pero llegó un momento en que la naranja dejó de pagarse como antes en unos mercados cada vez más controlados por grandes empresas comercializadoras. Las pequeñas explotaciones familiares vieron reducirse sus beneficios hasta llegar a no cubrir ni los gastos para mantenerlas en producción, de modo que el relevo generacional de los agricultores dejó de ser una opción para muchos jóvenes y empezaron a proliferar parcelas abandonadas. La agricultura ya no podía ser un medio de vida para la mayoría de la población trabajadora, que buscó alternativas de empleo en la pujante industria cerámica de la zona.
 
Cuando vino la crisis del 2008 muchos vecinos se quedaron en el paro y fue entonces cuando desde la Fundació Cívica Novessendes preguntamos a los jóvenes del pueblo. El diagnóstico reflejó que en 2011 había cinco veces más demandantes de empleo que en 2007, percibiendo además mayor precariedad laboral entre quienes lo tenían, ni tampoco la formación académica se percibía como garantía de trabajo. El 67% se veía en un futuro trabajando fuera de Betxí por falta de oportunidades, ellos no veían opciones en el entorno y sentían muchas necesidades; pero fue llamativo el hecho de que apreciaban su comunidad, que podía no ofrecer facilidades para trabajar, pero sí para estar, para vivir, buscando un espacio de calidad para las relaciones, el paisaje, la convivencia.
 
Un resultado del diagnóstico centró pronto nuestra atención: en sus propias palabras, había que «reinventar la agricultura». Así fue que desde la Fundación entendimos que ayudar a construir ese reto era ayudar a encontrar oportunidades de trabajo territorializado en la localidad. A ello se unió el hecho de que un grupo de personas de manera voluntaria nos propusimos limpiar y recuperar la antigua acequia. Fueron 24 personas quienes nos dimos a la tarea, durante cinco meses trabajando la mayoría de sábados, hasta que conseguimos que el agua volviera a correr por las parcelas abandonadas de la antigua huerta tradicional más próxima a la localidad.
 
Así fue como vimos la oportunidad que nos motivó a trabajar en la creación del proyecto «Horta del Rajolar». Nuestro objetivo era construir oportunidades de aprendizaje y trabajo cooperativo en la producción de hortalizas ecológicas, aprovechando los recursos naturales del lugar como el agua de la fuente manantial, los terrenos abandonados junto al pueblo, el clima mediterráneo tan propicio para la huerta… Todo ello haría posible un consumo sano y de proximidad para la comunidad local.
 
El proyecto arrancó en enero de 2015, con el planteamiento de crear una alianza entre las personas propietarias de las parcelas, las personas que las trabajarían produciendo hortalizas y las personas consumidoras, de manera que fuese un proyecto colaborativo integrado en el territorio, en el que ese compromiso de los diferentes agentes implicados hiciera posible mejorar el entorno periurbano del pueblo, proveyendo un empleo digno y un consumo responsable. Un proyecto con valores basado en la agroecología, que contribuyese al desarrollo local con impacto social y medioambiental positivo.
 
Conseguimos que algunos propietarios cediesen los terrenos para poner en marcha un vivero de agricultores. Desde la Fundación y con el apoyo del Ayuntamiento, facilitamos el acceso a la tierra, apoyamos a las personas que deciden apostar por este trabajo con los recursos iniciales para poner en marcha la actividad. Al tiempo que hacemos el acompañamiento y monitoreo en todo el proceso de cultivo, hasta la creación del canal corto de venta que busca liberar de esta tarea al agricultor y le garantice los ingresos necesarios.
 
Hemos conseguido transformar las personas consumidoras potenciales «clientes» en «usuarias» del proyecto, ya que firman un compromiso de consumo de una caja semanal o quincenal, con las hortalizas que se recogen en la huerta según temporada. No hay pedidos previos, facilitando y optimizando así la planificación de la producción, además de asegurar unos ingresos fijos en base a un precio justo que cubre los costes y el salario del agricultor. Muchas personas creen en el proyecto, comparten sus valores y disfrutan de sus hortalizas, que, al ser ecológicas, con variedades locales tradicionales y de temporada, recolectadas el mismo día en que se reparten, resultan de gran calidad y satisfacción.
 
Es cierto que la realidad no siempre es tan ideal como los propósitos de partida. Conseguir la viabilidad económica del proyecto sigue siendo nuestro reto. Al ser una fundación sin ánimo de lucro, no buscamos beneficios, lo que nos interesa es la sostenibilidad futura del proyecto y que pueda replicarse más allá. Por ello, también trabajamos en la sensibilización ciudadana y en la educación por una soberanía alimentaria.
 
Realizamos actividades formativas en un programa de «Agricultor-tutor», actividades de recuperación de variedades tradicionales y de investigación para la innovación en sistemas de producción respetuosos con las personas y el planeta. Además, con el tiempo se despliegan nuevas oportunidades, estamos trabajando para implicar más a entidades locales como el Ayuntamiento o la Comunidad de Regantes, y supramunicipales como la Diputación de Castellón. Todo con la idea de expandir el proyecto con la creación y consolidación del Parque Agrario del Rajolar, puesto que hay prevista en la zona el desarrollo urbanístico de una gran zona verde de uso público. 
 
Así, estamos tratando de generar, por qué no decirlo “en el mientras tanto”, parte del futuro contenido de ese gran parque. Configuramos, frente al abandono y como alternativa, una zona lúdica capaz de acoger y favorecer cierta programación social y cultural, una zona abierta al disfrute de la ciudadanía y un espacio productivo con claros beneficios ecosistémicos ya que mejora la alimentación y la salud del entorno.
 
Próximamente pretendemos sumarnos y formar parte de la incipiente Red de Espacios de Test Agrario (RETA)[[1]]url:#_ftn1 , puesto que creemos que nuestra humilde experiencia tiene el potencial de convertirse en un espacio de referencia, y en plataforma para la innovación y el desarrollo de actividades económicas vinculadas con la agroecología. Canalizar esa energía para seguir recuperando y cuidando este pequeño territorio productivo desde hace miles de años es nuestro objetivo. Esto en realidad no es más que la adaptación de la historia para devolverle a este paisaje su capacidad de abastecer y alimentar a nuestro pueblo.
 
Manolo Piquer (Presidente de la Fundació Novessendes)
 

[[1]]url:#_ftnref1 Los espacios test agrarios son herramientas de innovación social que fomentan la incorporación progresiva al sector agrario y la transferencia de conocimiento. Facilitan la instalación de nuevos agentes al sector y dan oportunidades nuevas de acceso a la tierra para las personas emprendedoras. Los espacios test agrarios son una iniciativa que tiene por objetivo facilitar el relevo generacional en el campo, atrayendo y asentando a las personas jóvenes en los territorios rurales.




              



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