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La rosa del desierto

Reciprocidad



Gloria Lanzo Cobos

20/10/2022

Érase una vez, en uno de los lugares más inhóspitos y desérticos del planeta, una de las rosas más bellas que habitaba la Tierra…



Foto de Kelly Sikkema en Unsplash
Foto de Kelly Sikkema en Unsplash
La Rosa, se hallaba en el interior de uno de los oasis que conformaban dicho desierto. Sus pétalos aterciopelados poseían un color rojizo muy intenso…éstos se situaban conformándose espesamente  a modo de danzarines alrededor del pistilo, con la misma gracia y sincronía que las bellas bailarinas, dibujando de esa manera una bella obra de arte de la naturaleza…
 
Su tallo verde y terso se erguía con majestuosa elegancia desde las raíces hasta el cáliz, éste estaba adornado por diminutas espinas cuyas puntas eran de un tono púrpura-rosado, expandiendo así toda la belleza de la hermosa flor.
 
Las hojas del tallo estaban unidas al mismo en una simetría perfecta, con el objetivo de captar toda la energía necesaria del Sol.
 
El amor y la belleza reinaban en ese pequeño oasis…tan bello como el más hermoso de nuestros sueños. La comunión entre la naturaleza y la rosa era tal, que no se podía separar la una de la otra.
 
Un día se acercó hasta ella una mariposa que pasaba por allí. La curiosa mariposa se posó sobre una de las hojas de la rosa y, contemplándola con verdadera devoción, le dijo:

Photo by Krzysztof Niewolny on Unsplash
Photo by Krzysztof Niewolny on Unsplash
- Bella rosa, he viajado por todo el mundo de aquí para allá, y en todos los lugares que he visitado he oído hablar de ti, de tu inigualable hermosura y esplendor, de tu dulce y profundo aroma. Por ello, he venido a verte, para poderte contemplar de cerca y ser testigo de tu gran belleza.
 
La  hermosa rosa la miró por unos instantes, observando las preciosas alas de la mariposa bañadas de múltiples y preciosos colores: azul turquesa, plateado, azul intenso, blanco, negro, y amarillo como el Sol… También contempló sus graciosas y perfectas antenas, sus ojos con formas hexagonales, así como las delicadas patitas que la mariposa tenía posadas suavemente sobre ella…
 
Pasado un rato, que pareció sumergir a la rosa en una eternidad de introspección, ésta respiró profundamente en un intento de absorber dentro de sí misma toda la grandeza de la belleza que estaba contemplando en la mariposa…
 
Y, una vez hecha esa integración, la rosa le contestó:
 
“Amada mariposa, solo se ve la belleza cuando se reconoce y aprecia la que se halla en nuestro interior. La reciprocidad actúa a modo de reflejo del Ser. Ama y valora lo que eres, por qué de esa forma valorarás todo lo cuanto existe”.
 
Desde entonces, la curiosa y bella mariposa, fue transmitiendo esta sabia reflexión  de la hermosa rosa a todo aquel que se cruzó en su camino para contemplar la belleza de la vida.




              



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