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El monstruo que vino a vernos



Óscar García Rodríguez

23/12/2021



El monstruo que vino a vernos
Fueron apareciendo signos en los tiempos,
alertas y tensos respondieron los cuerpos,
y a su día señalado una voz de hondos roncares
rompió los límites de la isla desde su adentros.
Poco después muchas mentes se incendiaron
abrasando memorias, recuerdos y haciendas.
Desde entonces fue necesario cuidarse, nadie se fiaba
de las jaurías invisibles, fantasmas informes y fieros,
sigilosos danzantes como nieblas de difusas siluetas.
«¡Hoy el aire es veneno, como ayer, no respires!» Se oía.
Fue inevitable la fuga en tropel de los malos pensamientos,
formaron nubes opacas los tristes sentimientos.
Y tras jornadas inmensas de incomprensión y desaliento,
volvió a hablar la ronca voz, esta vez con sonidos humanos.
Y extrañamente, en total calma, se la oyó proclamar solemne
sobre el estruendo, en toda dirección del círculo de los vientos:
«Vine con la sorpresa en los brazos sin daros razones,
ahora toca irme sin ofrecer explicaciones…»
«Apenas queda nada de mi, agonizo
sobre estas montañas de oscuro designio.»
«Según avanzo, paso a paso mi cuerpo se deshace
dejando un manto de tierras vírgenes negras.
Ellas dan fe de mi vivir agostado hasta su final.»
«Siguiendo regio mandato creé la más áspera piel,
saboreé el mar con mis lenguas ardientes,
mientras elevaba al cielo mil oraciones blancas.»
«Siento que ya nada me queda por hacer,
no soy vuestro enemigo, soy vuestro sustento,
recibid mi bendición generaciones actuales y venideras…»
«Ahora, cumplida mi misión, puedo volar libre y ligero,
desplegando mis fuertes alas flamígeras, etéreo y sincero.»
«A vosotros, hijos e hijas isleñas, os dejo una postrer tarea.
¡No os neguéis! Coged el testigo que en bien os ofrezco,
juntad mis cenizas y fundid con ellas amorosos gánigos,
cread fuertes basamentos para alegres senderos,
alzad hogares felices, sembrad jardines en fértiles suelos
con los que verdear de esperanza las miradas futuras
por siglos y siglos… Me despido, ¡adiós valientes!»
«Mas nunca olvidéis que bajo el horizonte sigo presente,
calentando vuestros pies desnudos, dándoos aliento,
mi holocausto será finalmente, el más vital alimento».




              



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