Esperanza



María Novo

18/04/2017



Cualquier caída puede ser el principio de un ascenso, la pulsión de decir “no” a la derrota impuesta.
El desmoronamiento amenaza a todo lo material pero las fuerzas del alma y del corazón son inmensas.
De su mano reaprendemos las claves de la vida: vivir con menos y respetar a la Madre Tierra.
 
Y así nos vamos haciendo hermanos de lo que respira y amantes de lo pequeño, allí donde se asoma.
En lo cercano descubrimos al otro, su mirada, si nos tomamos tiempo para amarlo sin prisas.
 
Anunciamos un cántico: el ser humano no está en venta. Comienza la construcción de un tiempo indómito.
Nos ilumina un destino de seres nacidos para la alegría, para empinarse sobre las ruinas y alumbrar el cambio.
 
 






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