El descubrimiento del fuego



Maria Pinar Merino Martin

06/05/2021

Hace unos días, viendo un documental sobre los orígenes del ser humano de la Tierra, descubrí algo que me impactó tremendamente y que desde entonces bulle en mi interior y me inspira una sonrisa de confianza, de certeza interna, de conexión… algo que se ha quedado dentro de mi mente pero, sobre todo, de mi corazón y que me hace cambiar la mirada hacia la realidad que estoy viviendo.



Photo by Max Kukurudziak on Unsplash
El documental seguía paso a paso la evolución desde los primates hasta los primeros homínidos y concluía con la aparición del homo sapiens-sapiens. Fue apasionante ver cómo esos seres iban aprendiendo de sus experiencias, cómo iban ampliando sus capacidades cerebrales, cómo despertaban al mundo emocional, cómo se iban reconociendo en sus nuevas habilidades a la hora de fabricar instrumentos, pero también a la hora de comunicarse cada vez mejor hasta la creación de un lenguaje rudimentario que les vinculaba con los demás.
 
Cuando el primer primate decidió bajar de los árboles para buscar la comida que escaseaba y tomó la decisión de levantarse sobre sus patas traseras para caminar erguido, lo hizo por necesidad, en la sabana, con sus altas hierbas no veía hacia donde iba o los peligros con los que se podía encontrar. Los cambios representaban un gran desafío y con gran esfuerzo y no menos dolores en sus piernas y en su columna vertebral empezó a cambiar su esqueleto, sus músculos y la utilización de sus brazos y manos, gracias a ello se produjo algo que tendría una gran importancia: al convertirse en bípedos, el líquido cefalorraquídeo también se movió y dejó libres determinadas áreas cerebrales que produjeron cambios muy significativos a lo largo de cientos de generaciones, como por ejemplo la aparición del lenguaje para establecer una comunicación con sus congéneres y nuevas capacidades en cuanto a la creación y desarrollo de una incipiente sociedad.
 
Pero no es eso lo más significativo sino un dato que nunca había escuchado y que se refería a la aparición del fuego. En el documental se afirmaba que el descubrimiento del fuego, algo que se produciría en algún lugar de la sabana africana, probablemente no fue un hecho aislado sino que, hace unos 500.000 años, el fuego fue descubierto simultáneamente en distintos lugares del planeta. El documental mostraba un mapa de los continentes y pequeñas hogueras que salpicaban aquí y allá todos los continentes.
 
Aquello me pareció algo increíble, sorprendente y digno de reflexión… y vuelvo a recordar algo que aprendí hace años cuando empecé a interesarme por el crecimiento personal y se manejaban conceptos como la masa crítica, o los campos morfogenéticos, o la teoría del centésimo mono, o el inconsciente colectivo, o la teoría de los campos de la física cuántica.

La aparición de una Conciencia Global

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Hay algo en común en todas esas teorías, desde la aparición simultánea en todo el planeta del descubrimiento del fuego, hasta las interacciones que se reflejan en los campos cuánticos: Hay algo a lo que me gustaría llamar CONCIENCIA GLOBAL, que hace que cualquier nuevo conocimiento, cualquier experiencia, cualquier avance generado en un lugar, por un individuo, en un momento determinado, etc. se expande de forma imparable para abarcar a toda una especie, aunque los individuos que la componen estén separados por inmensas distancias, en diferentes continentes y sin haber tenido ningún contacto físico ni de otro tipo. Se descarta la transmisión genética, se descarta el aprendizaje por imitación, se descarta la enseñanza de unos a otros… Sólo hay una explicación que encaje y recoja todos esos supuestos: cuando se produce un determinado cambio en la conciencia de un individuo y de otro y de otro… y de muchos… se genera una especie de explosión de la información, de diseminación del conocimiento, de expansión de ese nuevo conocimiento o habilidad o descubrimiento, sea del campo que sea, de tal manera que todos los individuos de esa especie están en condiciones de asimilar y asumir ese conocimiento.
 
Es algo que han demostrado los científicos de antes y de ahora. Me remito al artículo que escribí en esta misma revista hace ya dos años:
https://www.revistaconcienciaglobal.com/La-aparicion-de-las-celulas imaginativas_a325.html
 
O en septiembre de 2020 este otro artículo que narra la propia experiencia que hemos recogido a lo largo de dos décadas de trabajo en los grupos del Camino del Corazón:
https://www.revistaconcienciaglobal.com/Los-Caminantes-del-Corazon-como-grupo-de-Celulas-Imaginativas_a562.html

El aquí y el ahora, nuestro momento de poder

Photo by Kasper Rasmussen on Unsplash
Siempre me ha gustado la expresión: “La Conciencia está intentando abrirse paso en esa persona, en ese grupo, en esa institución…”. Creo, y mi corazón me lo reafirma, que la existencia tiene un sentido, que las experiencias tienen un objetivo, que lo que sucede es una pieza más de un complejo puzzle que cada uno hemos de encajar, quizás primero a nivel personal y, cuando cada uno tenga alguna imagen clara en su propio puzzle, intentar ponerlo en común con el de otros para hacer un puzzle mayor, no solo en tamaño sino en riqueza, en color, en complejidad.
 
Desde el origen de aquellos primeros homínidos que accedieron al descubrimiento del fuego -algo que les cambio la vida-, hasta los descubrimientos de las interacciones de los campos electromagnéticos entre las personas y cómo afectan al campo electromagnético de la Tierra, sigue estando presente esa Conciencia Global que hace que todo esté interrelacionado y que, además, sea interdependiente.
 
Son conceptos que parecen arrancar de la mística o de la espiritualidad, pero que entroncan perfectamente con la ciencia y el conocimiento de ayer y de hoy.
 
Muchas veces, ante la magnitud de los cambios que necesitamos, buscamos las respuestas fuera pensando que debe ser la ciencia, los expertos, los especialistas, los ideólogos, los filósofos… es decir, los demás los que deben aportar soluciones a las problemáticas -cada vez más complejas- que vivimos ¿Y si dejáramos de esperar esas respuestas o esas soluciones? ¿Y si dejáramos de preguntar a los demás “qué puedes hacer por mi”? ¿Y si volviéramos la mirada hacia el interior y transformáramos esas preguntas y esas expectativas preguntándonos: “¿Qué puedo hacer yo por los demás, por el mundo, por la paz, por la justicia, por la libertad, por la salud… por todos los ámbitos donde se desarrolla mi vida?”.
 
Imaginemos por un momento que cada uno de nosotros, cada ser humano se “levanta” y comienza a caminar dirigiendo su mirada hacia un punto más alto, hacía un punto más lejano, hacia un punto más adentro de sí mismo… Sería un avance evolutivo importante, casi tanto como aquellos pasos de los primeros homínidos.
 
Imaginemos por un momento que de verdad tomamos conciencia del poder interior que albergamos todos los seres humanos en forma de una Fuerza Interior que nos hace superar cualquier situación que la vida nos presenta.
 
Imaginemos por un momento que, siendo conscientes del poder de nuestros pensamientos, de nuestras palabras, de nuestros deseos, de nuestros hábitos, de nuestro carácter… elegimos, como decía Gandhi, un destino diferente.
 
Imaginemos por un momento que hoy nos hacemos conscientes de que tenemos a nuestra disposición la energía más poderosa que existe en el Universo -según decía Einstein-, que la generamos dentro de nosotros y la manifestamos al exterior en forma de compasión, respeto, tolerancia, amor, libertad, justicia, cuidado, confianza, generosidad, solidaridad… y tantas fortalezas puestas en común para crear un campo de ética y valores universales compartido por todos.
 
Imaginemos por un momento que hoy tomamos conciencia de que somos luz y que la vida nos está ofreciendo, en estos tiempos complicados y convulsos, la oportunidad única e irrepetible de “encender nuestra propia luz”, que quizá nos parezca pequeña o insignificante… como esa vela pequeñita que a veces enciendes cuando meditas o cuando oras... Imagina cientos, miles, millones de personas, en distintos lugares del planeta, encendiendo cada uno su luz… Solo hace falta eso, que recuerdes que eres un Ser de Luz y que puedes unir la tuya a la de todos los demás…
 
¿Imaginas las consecuencias que tendría a nivel planetario, medioambiental, social, ecológico? Todas las áreas de la manifestación de la vida se verían “iluminadas” por esa nueva Conciencia. Supondría un salto cuántico de proporciones inimaginables… ya nada sería igual, no volveríamos a habitar un mundo como el anterior, estaríamos en un estrato vibratorio diferente que tendría diferentes resultados. Los “átomos”, los “fotones” y las “ondas” que crearían ese nuevo mundo serían absolutamente nuevos y, como consecuencia, las formas, las estructuras, las “creaciones” resultantes serían igualmente nuevas.
 
Desde todos los ámbitos se habla de que la humanidad y el planeta que habitamos estamos ante la oportunidad de un cambio sin precedentes, un cambio que dependerá de que lleguemos a un número de seres conscientes que permita el vuelco social que necesitamos, pero para ello hay que erguirse y comenzar a dar el primer paso que es el cambio individual… ¿enciendes tu “luz”?
 
Y algún día, cuando hayamos descubierto esos pequeños fuegos, estaremos en disposición de crear ese mundo que hoy parece una utopía muy lejana.






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