Una experiencia inesperada



Maria Pinar Merino Martin

25/03/2020

Tras diez días difíciles y duros de hospitalización y aislamiento hoy regreso a casa. Soy María del Pinar Merino y seguramente muchos de vosotros me conocéis por el trabajo desarrollado en los talleres de “El Camino del Corazón” o por los libros y artículos que he escrito. El día 10 de marzo tras más de una semana con fiebre y tos me enviaron al hospital y di positivo en coronavirus.



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Quiero daros las gracias desde lo más profundo de mi corazón por vuestra cercanía, vuestra presencia constante y vuestro apoyo. Me he sentido en todo momento acompañada por vuestra energía y sostenida por vuestros sentimientos.
 
Un cuaderno y un bolígrafo han sido mis compañeros en todas esas horas de soledad, de silencio, de quietud.
 
Los que me conocéis bien sabéis de mi afán por encontrar respuestas y eso es lo primero que mi mente hizo cuando de pronto, y sin saber muy bien cómo, me encontré aislada en una habitación de un inmenso hospital junto con otras muchas personas.
 
Un gran ventanal daba al Este y me permitía ver las luces de la ciudad a lo lejos. Sólo veía al médico una vez al día durante unos segundos, una vez a la enfermera igual durante unos instantes y después una voz me recordaba por el intercomunicador cada dos horas que me pusiera el termómetro para tomarme la temperatura. Lo demás eran la entrada de bandejas con las comidas y luego el silencio más absoluto.
 
Sólo podía ver unos ojos a través de las escafandras y las gafas del personal sanitario, era incapaz de reconocer a nadie… Pude sentir el miedo del personal auxiliar de enfermería, o los que traían las comidas o venían a limpiar… Los médicos y enfermeros iban blindados, como auténticos astronautas, pero la protección del otro personal era mucho menor.
 
También ahí descubrí cómo algunas personas vivían su trabajo con auténtico terror y cómo otros en cambio se entregaban a él con ilusión. De todos ellos recuerdo a Rafael, una de las pocas personas reconocibles porque era un chico grande y afable que siempre me dedicaba algunas palabras cariñosas y me preguntaba cómo había pasado la noche o cómo me encontraba.
 
A ratitos, Rafael me contó que le encantaba escribir y me dio su blog para que leyera algo de lo que había publicado… Hablamos de la situación, del miedo que se había generado… él me confesó que era personal de riesgo porque era asmático, pero que no tenía ningún miedo.
 
Busqué en internet y encontré su blog, pero lo primero que apareció fue un video de YouTube donde él cantaba el Ave María de Schubert a capela… tenía una preciosa voz de tenor. Escuché ese fragmento cada día, varias veces, y a través de la música empecé a conectarme conmigo misma. Solo estuvo conmigo los tres primeros días, después desapareció, tal vez le trasladaron, llegaba personal nuevo constantemente a la planta… pero su música siguió sonando y su voz se convirtió en un rayo de luz que iluminaba mi habitación cada día durante unos minutos.

Buscar el silencio

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Compartiré con todos vosotros mis pequeños descubrimientos extrayéndolos de lo que he escrito durante estos días, pero hoy solo quiero deciros algo que para mí ha sido fundamental:
 
Apagad el ruido exterior, hay tanto ruido fuera, tantos mensajes llegan, tantos videos, artículos, testimonios, bulos, chistes, mensajes conspiranóicos… hay tanto ruido, tanta información ahí fuera que nuestro cerebro no puede procesarla.
 
Por favor, probad a apagar la tele un ratito, tomad la decisión conscientemente, dejad en silencio los móviles, buscad el silencio… Dicen que cada vez que suena la llegada de un mensaje en nuestro móvil o escuchamos la señal de un ”like” el cerebro lo toma como una gratificación y genera serotonina… eso no es bueno, ni sano, ni saludable.
 
En estos momentos en que el campo emocional está tan descontrolado y tan revuelto, solo tenemos un camino posible a recorrer: volver a nosotros mismos, conectar con nuestro interior, buscar la conciencia plena, escuchar el silencio de nuestra mente para escuchar la voz de nuestro corazón.
 
Respirad a través del corazón para recuperar la coherencia no solo biofísica sino energética y emocional. Es esencial volver a conectar con el ser que somos pero no podemos hacerlo mientras estamos inmersos en el ruido y la vorágine.
 
No podemos procesar la ingente cantidad de información que nos está llegando, estamos colapsados por tantos estímulos externos que se hace imprescindible parar, recuperar la pausa, tomarnos tiempo para descubrir el gorrión que te mira curioso desde la rama del pino en el jardín. Tomarnos tiempo para descubrir el dibujo caprichoso de las nubes que cruzan frente a la ventana, para escuchar los mensajes que trae el viento.
 
Tiempo para sentir lo pequeño, para recuperar lo esencial, para volver a ti… y en ese reencuentro descubrirás si estás viviendo lo que quieres vivir, si los planes y objetivos que diseñaste hace unos años o unos meses siguen vivos o necesitas cambiar la mirada….
 
Busca el silencio porque sólo desde ahí se puede experimentar la plenitud, apreciar la belleza de la vida, sentir la alegría que brota del interior, experimentar lo que significa sentirse en paz con uno mismo.
 
Solo cuando buscamos el silencio de la mente y apagamos el ruido exterior podemos oír a nuestro corazón, que nos dirá quienes somos y cuál es nuestro propósito en la vida. Ambas son las llaves para vivir en armonía, en plenitud.
 
La vida nos ha regalado una oportunidad inesperada para detenernos, para respirar y acallar el ruido exterior e interior, no la dejemos pasar.

¿Y yo que puedo hacer ante lo que está pasando?

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Se pregunta mucha gente, pues a mi sólo se me ocurre una cosa: emitir pensamientos, emociones y sentimientos positivos. Tomar conciencia de que la nota que cada uno aportamos tiene que conformar una hermosa sinfonía… aportemos cada uno nuestra nota, única e irrepetible.
 
Dejemos durante unas horas de repiquetear los mensajes y reenviarlos en bucles infinitos… eso no nos conduce a nada y nos distrae con una falsa sensación de conexión, de comunicación.
 
Los corazones se conectan en una frecuencia superior, todos los Caminantes del Corazón lo sabéis y lo habéis podido experimentar. Los corazones vibran sin que suene ninguna señal de aviso, los corazones unidos crean ese campo unificado capaz de conectarnos con todos los seres humanos. Si nuestros corazones emiten sentimientos de solidaridad, de hermandad, de apoyo, si generamos deseos de bien común, de unidad, coherencia y aprecio… estaremos aportando los ladrillos que necesitamos para construir la realidad… una nueva realidad.

Busquemos la plena conciencia que emana de nuestro corazón. Mantengamos nuestra atención, intención y acción en el presente.
 
Recordad, la mente siempre está ahí, reviviendo hechos del pasado o proyectando ansiedad y miedo hacia el futuro, o también recordándonos las obligaciones y compromisos que nos hemos creado y están ahí pendientes.
 
Necesitamos el silencio tanto como el aire que respiramos, sólo desde ahí surgirá el aprecio y la gratitud por las bendiciones que nos ofrece la vida.
 
Desde ese silencio sentido de reencuentro te mando un profundo abrazo con una sensación de gratitud por tu amistad, por tu confianza. Estamos viviendo momentos muy complicados en los que se ha puesto de manifiesto la tremenda interdependencia que tenemos unos seres humanos de otros, tomemos conciencia de ello y desempeñemos nuestro papel como caminantes del corazón emitiendo coherencia para ayudar en estos momentos a las personas, a la naturaleza y a todo el planeta.
 
Gracias, gracias, gracias.

Hoy es 20 de marzo de 2020.






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