El viaje del corazón



Luis Arribas Mercado

26/12/2025

Desde hace muchos años vivo con algo que los médicos llaman insuficiencia cardíaca, y aunque yo he tratado de seguir viviendo como si estuviera totalmente sano, la realidad es que periódicamente he tenido que visitar el hospital para que me reajustaran los sistemas.



Foto de Marek Studzinski en Unsplash
Desde el momento en que sufrí el primer “arrechucho” he tratado de encontrar las razones por las que he sufrido esta enfermedad. Si dejamos de lado la parte genética (que es real), he llegado a la conclusión de que durante muchos años sufrí de ausencia de amor, sobre todo hasta los 30 años, periodo donde se fue gestando el problema del corazón. Sabido es que la ausencia de amor genera problemas cardíacos, pero yo lo descubrí demasiado tarde cuando el daño ya estaba hecho. Sin embargo, fue a partir de esos años y hasta la fecha he podido vivir rodeado de amor, lo que ha producido que aún siga vivo a pesar de que los médicos no se lo explican.
Quiero trasladaros un pensamiento que se refiere al corazón como dador de amor, es decir, de vida, esperando que tal vez resuene a quien lo lea y quizás desde ese momento mire a su corazón no solo como un órgano sino como generador de energía que une, que eleva, que nos hace conectar con lo más sagrado que tenemos: nuestra conexión con el TODO.

Introducción reflexiva

Hay corazones que laten. Y hay corazones que buscan. A veces, el verdadero viaje no comienza con un billete ni con una maleta, sino con una pregunta: ¿Qué pasaría si me atreviera a mirar más allá de lo conocido? En un mundo que nos empuja a la rutina, detenerse a explorar lo que realmente nos mueve puede ser el acto más valiente.
Este texto nace de esa inquietud: la de buscar, descubrir y, sobre todo, sentir.
Este es el viaje de uno de ellos. No por caminos de tierra, sino por senderos invisibles, donde cada paso es un símbolo, y cada encuentro, una revelación.

Primera estación: El fuego

El corazón se encuentra con el fuego. No como amenaza, sino como espejo.
El fuego le dice: "Tú eres llama contenida. Has aprendido a latir, pero aún no sabes arder."
El corazón comprende que amar no es solo sentir, sino encenderse. Y que el miedo a quemarse es también miedo a vivir plenamente.

Segunda estación: El espejo

El corazón se mira por primera vez. Sin adornos, sin excusas, sin máscaras.
El espejo no juzga, solo revela. Y lo que ve no siempre es bello, pero siempre es verdadero.
"¿Te atreves a verte sin tus historias?" pregunta el espejo.
El corazón tiembla, pero no aparta la mirada. Porque solo quien se ve, puede empezar a sanar.

Tercera estación: La sombra

La sombra no habla. Solo se presenta.
Es todo lo que el corazón ha escondido: rencores, miedos, deseos negados, heridas no cicatrizadas…
"No soy tu enemiga," dice la sombra. "Soy tu parte olvidada."
El corazón, en lugar de huir, abraza la sombra. Y en ese abrazo, descubre que la oscuridad también puede ser fértil.

Cuarta estación: El agua

El agua no pide nada, solo fluye.
El corazón, acostumbrado a sostener, aprende a soltar.
"No todo lo que pierdes es pérdida," susurra el agua.
Y el corazón, al dejar ir, descubre que hay amor en el desprendimiento, y libertad en la rendición.

Quinta estación: El tiempo

El tiempo no espera, pero tampoco corre.
El corazón le pregunta: "¿Cuánto me queda?"
El tiempo responde: "Lo suficiente para amar. Lo justo para aprender. Lo eterno para ser."
El corazón entiende que no hay prisa, pero sí urgencia. La urgencia de vivir con presencia.

Sexta estación: El silencio

El silencio no dice nada. Y sin embargo, lo dice todo.
El corazón, que ha hablado tanto, se queda mudo.
Y en ese no hablar, escucha lo que nunca había oído: su propia voz interior.
"No necesitas más palabras," dice el silencio. "Solo verdad.

Última estación: El regreso

El corazón vuelve. No al lugar de partida, sino a sí mismo.
Ya no es el mismo. Ahora arde, ve, abraza, fluye, comprende, escucha.
No ha llegado a un destino, ha despertado a su esencia.
Porque el verdadero viaje no es hacia afuera, sino hacia dentro.
Y el corazón que se atrevió a recorrerlo ya no late por costumbre, late por consciencia.

Conclusión inspiradora

Cada historia es un mapa, pero el destino lo elige quien se atreve a caminar. Si algo de lo que has leído aquí ha resonado contigo, quizás sea el momento de iniciar tu propio viaje. No hace falta saber a dónde vas, solo tener el coraje de dar el primer paso. Porque al final, lo que transforma no es el lugar, sino el trayecto.






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