El tesoro de la pequeña flor

Cuentos y Relatos para el Despertar



Gloria Lanzo Cobos

23/09/2022

El mundo estaba aún en silencio cuando, de pronto, una pequeña flor empezó a sentir los primeros destellos de la mañana…



Foto de Niklas Veenhuis en Unsplash
confortablemente enroscada en su acogedor capullo. A medida que la flor empezó a notar los cálidos destellos de la luz del día, inició su movimiento diario de apertura hacia el Sol.
 
La flor no sabía por qué, pero todo su ser la impulsaba a buscar esa luz dorada y vivificadora que era para ella tan necesaria como lo es el oxígeno para poder respirar.
Así que inició su rutina matinal de extensión y conexión con esa luz. Primero se impulsó a sí misma en un intento de apertura del pequeño y acogedor capullo para, poco a poco, expandirse toda ella hasta conseguir abrirse completamente al exterior…
 
Entonces, un soplo de aire fresco penetró por todas sus fibras, extendiéndose a todas sus partes hasta la raíz, reviviéndola y dándole la energía necesaria para continuar su apertura matinal.
 
Paso a paso, la pequeña y preciosa flor fue abriendo uno a uno cada bello y delicado pétalo… uniéndose con la vida en una celebración llena de gozo y felicidad.
 
Y en esa comunión con la luz, la pequeña flor sintió como cada parte de sí misma se cargaba con el calor y la energía que usaría para su crecimiento interior y exterior, nutriéndose con cada átomo de esa energía.
 
Las pequeñas gotas de rocío humedecían con suavidad sus blancos pétalos, inundando también sus verdes y tersas hojas, los destellos de la luz hicieron emerger pequeñas estrellas diminutas y brillantes que formaron caprichosas constelaciones por toda su superficie, cual alimento de su alma…

Photo by Aaron Burden on Unsplash
Durante un tiempo la flor repitió el mismo ritual, como si cada día de una nueva se tratara, viviéndolo con la misma intensidad que el primero.
 
Hasta que llegó un día en el que la pequeña flor se fue marchitando, y cada vez le costaba un poco más realizar su rutina matinal… su saludo al Sol.
 
Una mañana sin más dejó de hacerlo, sus fibras estaban demasiado secas para poder continuar… Entonces se obró el milagro y la magia de la vida, sus semillas se adentraron en la tierra fértil que la rodeaba, las cuales darían lugar, en la siguiente primavera, a una nueva y bella flor…
 
Y así fue como todo el ritual de renacer de la Naturaleza volvió a iniciarse, y con él quedó este mensaje de la pequeña flor:
 
La vida hay que vivirla con la misma intensidad cada día, como si éste fuese el último que nos tocara vivir; porque, al igual que la pequeña flor, nuestra alma se recarga con la luz de nuestro Ser,  éste es eterno e inmutable en el tiempo y el espacio, él es quien recoge la semilla para iniciar una nueva vida la siguiente primavera…".






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