Cruzar el fuego, despertar el alma

Del shock al despertar: el lado consciente del firewalking



Ainhoa de Paz Nieto

02/06/2025

Caminar descalzo sobre brasas, no es un acto de locura ni un desafío físico sin más. Es un ritual de poder personal, una experiencia que transforma profundamente la relación con uno mismo. En este artículo te invito a mirar más allá del fuego, más allá del espectáculo: hacia el momento en que cruzar un lecho ardiente de brasas se convierte en cruzar la frontera del “no puedo” para siempre.



El fuego no quema, lo que arde es el miedo

La primera vez que caminé sobre brasas no fue un despertar. Fue un gesto desde el ego, desde la necesidad de demostrar que era capaz. Crucé varias veces, sin conectar con nada más que el reto físico. A mi alrededor, personas lloraban, gritaban, se abrazaban… y yo simplemente seguía cruzando. Algo no encajaba.
No fue hasta que observé realmente lo que ocurría en los demás —sus transformaciones, su entrega, su renacimiento— que supe que quería ir más allá. Quería entender qué era eso que movía tanto por dentro. Así fue como decidí formarme como instructora de firewalking y dinámicas de alto impacto.

Más allá del fuego: un camino de regreso a uno mismo

Durante esa formación, mi visión cambió radicalmente. Aprendí a escuchar mi cuerpo, a sentir mis emociones, a parar mi mente. Aprendí que el fuego no se atraviesa con fuerza, desde el ego, sino con presencia y conexión. Y, sobre todo, entendí que esta práctica no es para “hacer algo impactante”, como participante, sino que como instructora era un regalo para ponerse al servicio: del otro, del proceso, de la transformación real y el acompañamiento de otras personas.
Aprendí a preparar el fuego no como quien monta una escenografía, sino como quien honra un altar. A trabajar cada dinámica con el máximo respeto. Y a compartir ese espacio con otros instructores que, como yo, habían comprendido que el fuego es el maestro, y el cruce, un acto sagrado.

Del ego al alma: el verdadero caminar

Con el tiempo, dejé de caminar para demostrar y empecé a caminar para recordar. Recordar que soy capaz, sí, pero también que soy vulnerable, sensible, humana. El fuego me enseñó que no hay nada que conquistar fuera si no soy capaz de abrazar lo que hay dentro.
Desde ese lugar, acompañar a otras personas en su caminar se convirtió en un honor. Ver sus ojos antes y después. Ver cómo algo cambia. Cómo, sin necesidad de palabras, una persona se encuentra con su propia fuerza. Porque no es el fuego lo que cambia algo en ellas: es la decisión de retarse a sí mismas y hacerlo.

El poder de la intención

Todos sabemos que el fuego tiene algo mágico, que te atrapa si lo miras. Pero el fuego me ha enseñado el poder de la intención.
Cuando muchos corazones se unen y desean con fuerza realizar una caminata sobre brasas, unimos nuestras manos alrededor del fuego y, desde lo más profundo de nuestros corazones, elevamos nuestras voces. Mirando al cielo pedimos: cielos despejados, brisas suaves… y le pedimos al fuego que sea helado y sanador.
Jamás, en estos años que llevo realizando firewalking, hemos tenido que suspender una caminata por lluvia, viento o nieve. En distintos países, en diversas épocas del año, incluso bajo tormentas, hemos podido cruzar. Los cielos se han abierto, los vientos se han calmado… y el fuego, siempre, ha sido un regalo.
¡Aho!

Una llama que reúne: la familia de fuego

Fue esa misma vocación de servicio la que me llevó a crear InnerFire, una escuela nacida del corazón. Durante mi formación, creí profundamente en la comunidad que decían representar. Me enseñaron que éramos una familia de fuego, una red al servicio del otro. Pero con el tiempo, vi cómo ese espíritu se apagaba en nombre del negocio.
Me negué a que esa esencia se perdiera. Y no fui la única. Con amor, con compromiso, y con una firme voluntad de recuperar la integridad del fuego, nació nuestra escuela. Y con ella, muchos compañeros que se habían alejado regresaron. Regresó también la hermandad, la entrega, la alegría de hacer “tribu” de verdad.
Nuestro lema es claro: “Enciende tu fuego para iluminar a otros”.
No podemos acompañar a nadie si no hay luz en nuestros corazones, si no lo hacemos desde el amor y lo vivimos con cada paso sobre las brasas, con cada mirada cómplice entre instructores que, aunque sea la primera vez que realizan un fuego juntos o incluso que se conocen, bailan al mismo ritmo, al compás del fuego, unidos por un propósito común: estar al servicio.
 
Ainhoa de Paz Nieto “Máster Instructor FireWalking”
www.innerfire.es






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