Maletín de herramientas para un mundo mejor XI

A todos nos ha pasado en bastantes ocasiones. Todos tenemos personas de nuestro entorno en las que adoramos una determinada cualidad, una actitud, algún aspecto de su forma de ser. ¿Y quién ha dicho que eso ya está registrado por un copyright? ¿Tú has oído hablar de ese registro? ¡Pues entonces venga! ¡A imitar! Tampoco se trata de que te conviertas en un calco de alguien, sólo que observes ese rasgo que siempre te ha gustado de esa persona y que te pongas a reproducirlo en ti.
 
¿Qué te parece si para empezar eliges tres y los practicas con constancia? Si te fijas bien encontrarás muchos más, pero está bien ir mejorando de una forma gradual. ¿Ver cómo llega tu compañera/o de trabajo todos los lunes a primera hora y te planta ese “cómo estás cosa linda” que te sienta tan bien? ¿Hacer como esa persona que te atiende de vez en cuando que, en cuanto te ver llegar, deja todo lo que tiene entre manos y se centra absolutamente en ti y en tu requerimiento? ¿La serenidad que desprende ese familiar tuyo en los momentos más complicados? ¿La entrega a causas en las que cree de ese amigo para el que no existe lo imposible? Imita gestos, tonos de voz, sonrisas, miradas… ¿Hay niños en tu entorno? Hay tantas cosas a imitar en ellos… Imagínate el maravilloso puzzle que puedes llegar a ser si te vas adornando con lo mejor de los que tienes cerca de ti…

¿Todavía piensas que todas esas dudas y preocupaciones que anidan dentro de ti son imposibles de entender completamente por otra persona? ¿Guardas aún unas cuantas de ellas sin que nadie las haya oído de tu boca? ¿Lo intentaste alguna vez y no te sentiste debidamente comprendido o atendido? ¿Piensas que esas “cosas tuyas” son eso, solamente tuyas, y que no debes “molestar” a los demás con ellas además de que es muy difícil que entiendan la verdadera dimensión que tienen para ti? Vale, bien.
 
Para empezar, te diré que todos hemos tenido esas mismas sensaciones en distintas ocasiones a lo largo de nuestra vida. Lo cual convierte a unas cuantas personas de tu entorno en los destinatarios perfectos para que puedas emprender este reto. ¿Difícil? Sí. ¿Complicado? Podría parecerlo al principio. Pero, sobre todo, es un reto liberador.
 
Porque lo que te propongo es que busques a alguien con quien compartir esas preocupaciones tuyas que siempre han estado dentro, que las verbalices, que saques a la luz tus sombras. Que escuches tu voz relatándoselas a alguien comprobando al mismo tiempo como se desinflan y se quedan con un tamaño y una intensidad muchísimo menor de lo que ocupaban dentro de ti.
 
No te pongas la excusa de que debes encontrar primero a la persona perfecta para que te oiga, que sólo al o a la que pueda solucionarte esos problemas será a quién se lo cuentes. Claro que es importante que sea alguien de confianza, tienes que sentir que existe ese vínculo con él o ella, pero no pretendas que esa persona te las quite por arte de magia. Nadie te las puede quitar porque las generaste tú y sólo tú podrás limpiarlas completamente.
 
No, lo importante en este caso es que este reto es un proceso transformador en sí mismo, convierte fieras en animales de compañía, te los deja a un tamaño más adecuado para que posteriormente puedas enfrentarte definitivamente a ellos. Sí, hay que tener valentía, pero… tú la tienes, ¿verdad?
(Este reto está inspirado y dedicado a Malala. Gracias, amiga)