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Animales de compañía



Luis Arribas Mercado

26/10/2022

Cuando los seres humanos deambulábamos por el mundo como nómadas tratando de sobrevivir a base de cazar y recolectar lo que la naturaleza nos proporcionaba, y antes de que el periodo Neolítico nos cambiara la percepción de nuestra forma de sobrevivir, para convertirnos en agricultores y ganaderos, ya contábamos con la ayuda inestimable de animales, como los lobos, que nos ayudaban a cazar si conseguíamos ser capaces de domesticarlos.



Foto de Humberto Arellano en Unsplash
Foto de Humberto Arellano en Unsplash
Desde entonces hasta la actualidad han pasado más de 12.000 años y los animales se han ido convirtiendo con el paso del tiempo en nuestros colaboradores en las tareas del campo, como los bueyes, los caballos y los perros, descendientes estos últimos de aquellos lobos que utilizábamos para cazar.
 
Hoy en día, los seres humanos hemos aprendido a convivir de una forma más cercana con los llamados animales de compañía o mascotas, entre las que destacan los perros y los gatos. También hay otros animales que podemos considerar mascotas, como ciertas aves e incluso peces, reptiles, roedores, etc. aunque ninguno de ellos, en mi opinión, llega a interactuar con nosotros tanto como los perros y los gatos.
 
Los perros, por ejemplo, son el paradigma del amor incondicional, de la paciencia, de la falta de rencor, envidia o cualquier otro sentimiento negativo que tanto «adornan» al ser humano.
 
Desde que tengo uso de razón siempre ha habido gatos en casa porque a mi madre y a mis hermanas les encantaban los gatos, entre otras cosas porque vivíamos en un piso muy pequeño, éramos seis de familia y un perro no cabría. La cosa es que tampoco teníamos mucho para darles de comer pero sobrevivían. Una de mis hermanas bajaba todos los días a una pescadería que había cerca de casa y recogía los restos de boquerones o sardinas que se habían quedado adheridos a las cajas y eso era un manjar para los gatos, que cuando veían a mi hermana llegar a casa, se ponían muy contentos porque sabían que era ella la que les traía la comida especial.
 
Cuando me independicé tardé unos años en volver a tener un gato, no ocurrió así con los perros. Estuve un año trabajando en Barcelona y allí tuve la oportunidad de rescatar a un cachorro de una perrera municipal. Ese perro se convirtió en el guardián protector de María, mi esposa, y cuando veía que nos abrazábamos trataba de interponerse entre los dos. Fue un perro muy independiente que se escapaba constantemente, lo que desgraciadamente un día le costó la vida. Se llamaba Zotán y era un perro mestizo más listo que el hambre, como se suele decir de estos animales.
 
Después de Zotán han convivido con nosotros varios perros y gatos. Actualmente viven en casa un gato y una gata y hasta hace unos meses, en el jardín, una listísima perra de raza Golden, que nos dejó para irse al paraíso de los perros dejando un vacío difícil de llenar. Cuando escribo estas líneas no puedo dejar de sentir una tristeza infinita por la muerte de ella y de mi querido León, un mastín leonés buenísimo, cariñoso y querido por toda la familia y al que recogimos de una pequeña y sucia jaula cuando tenía un mes y medio; estaba casi ciego y lleno de pulgas y piojos pero era un ser adorable que tuvo una vida feliz. Ha muerto de viejo y por la picadura del mosquito que transmite la leishmaniosis.
 
Reconozco que me gustan los perros grandes, como los mastines o los San Bernardo. Suelen ser perros nobles y cariñosos pero en estos momentos no deseo tener más, el dolor por la muerte de León y de Nana ha sido demasiado fuerte.
 
Sirvan estas líneas como despedida y agradecimiento a tan nobles animales. Algún día escribiré algo sobre los seres humanos (por llamarlos de alguna manera) que abandonan a los animales con los que convivían por razones nunca justificables y también agradecer y valorar el trabajo que realizan desinteresadamente los voluntarios que cuidan de los animales abandonados y que recogen en refugios donde les dan calor, comida y amor, sobre todo amor. Una ayuda económica nunca les viene mal.




              



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