Que esto que sigue no suene a crítica, pues solo pretende ser una plasmación de un asombro y al mismo tiempo una invitación a reflexionar. Y reflexionar es aumentar los dos palmos con los que habitualmente vemos las cosas (es decir, con poca perspectiva), es distanciarse y poder ver la imagen que reflejamos de nosotros mismos.  

Los días van pasando, los acontecimientos se suceden, recomponiéndose y ajustándose la realidad gracias al afán de seguir viviendo. Gracias al esfuerzo que se hace por recuperar el aliento que se quebró, por paliar el dolor de los más afectados. Las manifestaciones de ese dolor nos han despertado y nos han hecho tomar mayor conciencia.  

Queridos Reyes: En los tiempos de prolongada reclusión, del temor y la incertidumbre tan empoderados, toma especial sentido vuestra “epifanía”, vuestra perenne manifestación de esperanza. Hoy buena parte de la humanidad busca un Belén en el que refugiarse, Algo grande y superior ante lo que postrarse. Siquiera un poco asfixiados por la mascarilla, ahora más que nunca caminamos con vosotros, no quitamos el ojo a vuestra Estrella. Sentimos vuestros pasos sobre una nieve que no se derrite, vuestra presencia cercana fortaleciendo una confianza que nunca muere. Disculpadnos si no os recibimos en las calles blanqueadas, os daremos la bienvenida en lo profundo de nuestras más íntimas alamedas.  

Muchos de los amigos pertenecientes a la Comunidad de Conciencia Global nos han acompañado en nuestro viaje anual a la isla de La Palma. Y muchos de ellos recordarán el encuentro que teníamos allí con una persona especial. Se trata de Elizabeth Buhllman, una mujer suiza afincada desde su juventud en España, en la zona de Levante, donde desarrolló su trabajo durante años.  

“No reniego de mi vida, por eso creo que basta con haberla vivido. Los animales tampoco escriben sus memorias, ni las plantas, ni las piedras. Y, sin embargo, el trabajo evolutivo de cada cual, sigue vivo y se transmite, “de generación en generación”.  

¿Qué sucede en la atmósfera para que se agrupen las minúsculas moléculas de agua a miles de metros de altura de la Tierra? ¿Cómo deciden unirse para engrosarse mutuamente? ¿Cuándo deciden que ha llegado la hora de precipitarse, en vertiginosa caída de entrega, hacia las frondas o los secarrales del Planeta Azul? Más allá de explicaciones científicas, quizá todo ello obedezca a un mismo impulso natural que hace que los elementos afines vayan encontrándose mutuamente. Tal vez sea ese mismo impulso natural el que haga que las personas que piensan, sienten o palpitan de un modo similar acaben viendo cómo se cruzan y unen sus caminos.  

El lenguaje es el medio natural de comunicación entre las personas. Gracias al lenguaje los seres humanos podemos comunicarnos con los demás para expresar nuestras ideas, para llegar a acuerdos, para gestionar recursos o emociones, para mostrar nuestras necesidades, para negociar, para compartir, para expresar nuestros sentimientos, para transmitir nuestra cultura a las generaciones que nos siguen, para escribir tanto en prosa como en verso… El lenguaje es una herramienta fundamental que está presente en todos los aspectos de la vida.  

Constantemente, los telediarios nos envían imágenes de gente de muchas partes del planeta pidiendo a gritos libertad. Es como si se hubiera despertado en el ser humano un deseo por ser libre que se parece mucho a lo que sucedía en los siglos anteriores, cuando todavía la práctica de la esclavitud era algo habitual.  

Cuando comienza cada día, buscamos la mejor manera de afrontar los retos que la vida nos va a poner delante. Para ello, solemos hacer un repaso a las cosas que tenemos que hacer y el ánimo con el que vamos a hacerlas.